En diciembre pasado, el grupo Falabella celebró sus 130 años. La cita -calificada como muy austera- fue en medio del conflicto social y se realizó en el hotel Courtyard de Las Condes, de propiedad del conglomerado. Llegaron todos los principales socios, encabezados por Reinaldo Solari y Juan Cuneo, quienes lideraron el crecimiento de la firma y hace unos años dieron un paso al costado dejando a sus hijos al mando.
En la celebración se mostró un video que dio cuenta de las dificultades que ha enfrentado la empresa en estas décadas. Y que el estallido social de octubre sería una valla más a superar.
El orador principal fue Carlo Solari, quien el 29 de abril cumple seis años como presidente de la compañía –que opera en Chile, Argentina, Perú, Colombia, Brasil, México y Uruguay-, periodo en el que ha liderado su transformación digital para impulsar las ventas a través de internet.
Sin embargo, aquella noche nadie imaginó que, meses después, los locales Falabella y Sodimac, y los Mall Plaza, iban a tener que bajar sus cortinas obligados por una pandemia.
La reacción del mercado fue drástica. El 23 de marzo, las acciones del holding cayeron hasta los $ 1.530, muy lejos de los sobre $ 6.300 que llegó a valer en enero de 2018. En lo que va de 2020, los papeles acumulan una baja de 34,8% (han tenido una leve recuperación), cotizándose en $ 2.100.
En EEUU, multitiendas como JC Penney y Macy’s acumulan caídas en torno al 60%. En mejoramiento del hogar, firmas como Home Depot han resistido un poco mejor, con bajas menores al 10%.Todo porque los consumidores -luego de desatada la pandemia- cambiaron sus prioridades de gasto hacia alimentos y otras necesidades domésticas. Salvo la ola de compras de computadores (por el teletrabajo), las ventas de las tiendas por departamento, que ofrecen principalmente moda y artículos de línea blanca y electrónica, se desplomaron.
La situación es aún más incierta, considerando que el principal negocio de Falabella es su división financiera, que aporta el 33% del Ebitda. Este segmento se verá presionado por las dificultades en la recaudación de las carteras vigentes que puedan ocurrir por el cierre de tiendas, y por el empeoramiento en la conducta de pago de los clientes esperado por el aumento en el desempleo.
Por el contrario, los supermercados –donde Falabella con su filial Tottus es un actor secundario- se han visto fortalecidos. Las acciones de la principal cadena de supermercados del mundo, Walmart, han subido más de 3% en el año.
Economía de guerra
Para enfrentar el nuevo escenario, Falabella ya tomó una decisión: postergó un millonario plan de inversiones en el segmento inmobiliario, específicamente, se pararon las remodelaciones de tiendas y centros comerciales. Para la compañía son desembolsos no esenciales en este momento.
Por el contrario, se mantienen los proyectos de digitalización, a un ritmo creciente. Mientras en 2015 el 26% de las inversiones era para tecnología y logística, en 2020 el plan consideraba un 38% del total y posiblemente ese nivel sea superior dada la postergación de las remodelaciones.
Bajar los costos y reducir los gastos, es el llamado de la administración liderada por Gaston Bottazzini.
A principios de año, el grupo anunció inversiones por US$ 2.900 millones entre 2020 y 2023, y el mencionado 38% (US$ 1.085 millones) se destinará a logística y tecnología para crecer en el comercio digital. Según el plan, un 31% (unos US$ 883 millones) tenía como objetivo renovaciones y remodelaciones de locales; mejoras en malls, y reparación de tiendas dañadas en Chile.
Pero no es todo, pues junto a la postergación de las remodelaciones, se retrasaría la apertura de las primeras tiendas Ikea en Chile previstas para este año, luego que Falabella obtuviera la representación de la gigante sueca para la región. Fuentes al tanto –que piden reserva- explican que no hay una decisión voluntaria de postergar la inauguración de los primeros locales, pero dicen que es posible que se produzcan atrasos por las circunstancias actuales que imponen demoras en todas las operaciones.
Posición de prudencia
Una de las dudas del mercado es cómo la empresa va a enfrentar su situación financiera. Falabella tiene una posición de caja fuerte y solidez financiera, destacan fuentes conocedoras, que piden reserva. Las mismas dicen que no se ve necesidad de contraer nueva deuda y que el foco está en la continuidad operacional. Está postergando inversiones por prudencia, dicen las fuentes consultadas, observando la evolución de los sucesos.
Aunque al interior de Falabella hay confianza, las agencias clasificadoras están encima. S&P dio la primera alerta: rebajó la calificación de largo plazo del grupo, y puso su perspectiva en revisión negativa: “Es probable que bajemos nuestras calificaciones si las tiendas y los centros comerciales están cerrados por más tiempo de lo que esperamos”.
Feller Rate también le asignó una revisión especial con implicaciones negativas y mantuvo su clasificación en AA. “La clasificación incorpora una posición financiera sólida, dada su capacidad de generación, sus políticas de liquidez, un amplio acceso al mercado financiero y la calidad de su cartera de colocaciones”, precisó.
¿Qué está abierto?
El estallido social, sumado a la caída en el consumo en Chile que se comenzó a observar desde principios de 2019 (que obligó a lanzar más liquidaciones, golpeando los márgenes), y luego la crisis sanitaria, sorprendieron a la compañía cuando estaba reordenando su división de ventas a través de internet. La empresa adquirió Linio, uno de los principales marketplace de Latinoamérica, en US$ 137 millones en 2018. La integración no fue fácil. Primero hubo que ordenar la casa, lo que dilató los resultados esperados.
Todo marchaba relativamente tranquilo, hasta que se desató el virus.
La compañía opera 511 locales con sus tres formatos a nivel regional. Las tiendas por departamento (111 en total) están cerradas y se está reforzando los canales online.
El formato Sodimac (que opera 254 locales en la región) está con su foco en las ventas por internet. Hay un 70% de las tiendas abiertas en Chile y se encuentran cerradas solo las que están en comunas de cuarentena. En el resto de los municipios y de los países sigue operando.
Su división supermercados Tottus (presente en Chile y Perú con un total de 146 ubicaciones) además de tener tiendas abiertas al público, también está fortaleciendo la venta online. “Hemos adaptado nuestras operaciones de comercio electrónico y logística a las nuevas circunstancias, las que están reaccionando exitosamente a los desafíos. Es ahora cuando se prueba la fortaleza de nuestro ecosistema físico-digital, en el que venimos trabajando arduamente en los últimos años”, dijo Carlo Solari en su carta a los acionistas de la compañía publicada el jueves.
La fracasada fusión
El área de supermercados aún es muy pequeña dentro del grupo. El plan era potenciar este segmento a través de una fusión con D&S (que opera las marcas Lider y Ekono) y formar un gigante del retail. En 2008, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia dijo no, y un año después, D&S fue adquirida por Walmart en US$ 3.500 millones.
Para Falabella fueron tres años perdidos, ya que nadie esperaba un rechazo a la fusión. Esto hizo que no se invirtiera en terrenos para nuevos locales, a diferencia de Cencosud, controlada por Horst Paulmann, que apostó por un crecimiento orgánico (grandes locales Jumbo levantados en buenas ubicaciones) y compras de cadenas como Santa Isabel.
En paralelo, el empresario Álvaro Saieh comenzó a dar forma a SMU, matriz de Unimarc, vía adquisiciones, lo que disparó los valores de las empresas que aún quedaban en venta.
La opción para Falabella era adquirir terrenos y partir de cero, pero ya las mejores ubicaciones estaban tomadas y aquellas disponibles alcanzaron precios astronómicos. Pese a todo, se abrieron nuevos locales, pero aún Tottus es el cuarto actor en Chile, con menos del 10% de participación.
La administración de Falabella analizó aterrizar con este negocio en Colombia, donde arribó en 1993 tras un acuerdo con el grupo local Corona para lanzar su formato Sodimac. Las conversaciones fueron con los dueños en ese entonces de la cadena Carulla-Vivero, pero los más de US$ 100 millones que pedían terminaron por hacer retroceder a la firma chilena.