"¿Te crees que estás de vacaciones?"
La escena ocurrió durante un vuelo a Nueva York. Una madre había pillado al tutor de su hijo durmiendo en vez de impartiendo clase.
La mujer había insistido en que ambos se sentaran juntos en el avión para que el niño repasara las lecciones. Así lo hicieron durante una hora, hasta que el profesor decidió tomarse una siesta.
La madre estaba furiosa. Teniendo en cuenta el salario y los gastos de viaje que estaba pagando, no es de extrañar que los ánimos se caldearan.
El joven de 25 años había sido contratado para preparar durante el verano a un niño de 12 años que se iba a presentar a las pruebas de entrada que exigen las escuelas secundarias privadas en Reino Unido. Instituciones selectivas como Eton, donde la élite aspira a que asistan sus hijos.
La competencia parar conseguir una plaza es feroz, así que este tutor puede permitirse cobrar entre US$50 y US$115 por hora. La madre quería aprovechar cada momento.
Un empleo lucrativo
"En un mundo que ya de por sí es privilegiado, los tutores privados son un nivel extra de empuje", explica el joven, que prefiere mantener el anonimato para no perder oportunidades de trabajo.
Trabaja con agencias, que cobran una comisión de entre el 25% y el 50%, y también lo hace por su cuenta.
Cuando la misión incluye desplazamientos fuera del país, como en este caso, la tarifa sube a entre US$1.000 y US$2.000 por semana, ya que se pierde de atender a otros clientes durante este período.
La flexibilidad de este oficio le permite financiar y dedicar tiempo a su verdadera pasión: la actuación y la producción de cine.
Lleva tres años dedicándose a las clases privadas en Reino Unido, pero también en India, Indonesia, Costa Rica y Estados Unidos.
En muchas naciones, cada vez es más común contratar a un tutor británico, sobre todo cuando se quiere que los niños asistan a una escuela secundaria en el extranjero, explica.
Su manera de hablar propia de la elite británica y el hecho de que él mismo haya ido a uno de los mejores colegios de Londres son su "tarjeta de acreditación" en una industria internacional en la que "la imagen y la procedencia" importan mucho, asegura.
El negocio de la educación
La exportación de servicios educativos reportó en 2011 (cifra más actual disponible) US$22.615 millones anuales a la economía británica y este tipo de tutorías es uno de los que más aporta.
Los productos y servicios de enseñanza, los ingresos de estudiantes internacionales, las escuelas y clases de inglés están incluidas en este monto.
Los que trabajan en este sector sugieren que este valor se ha incrementado en estos últimos 6 años.
Mark Maclaine, el cofundador de la agencia Tutorfair, lleva más de una década como tutor. Cree que la demanda en el extranjero es enorme y que está en continuo crecimiento.
Sus clientes de fuera suelen ser de Asia, Medio Oriente, Europa del Este y Rusia. Lo llaman "el supertutor" por la elevada tasa de éxito de sus alumnos.
Sus tarifas comienzan en US$190 por hora y pueden llegar a los US$1.000.
Los servicios más baratos son los de consultoría, explica. Consisten en dedicar un poco de tiempo a enseñar a estudiar a alguien y explicarle cómo prepararse.
Ambiente tóxico
Las recomendaciones y el boca a boca le han llevado a ser contratados por actores y actrices de Estados Unidos.
Ha enseñado en varios lugares exóticos, desde un yate en el Caribe hasta islas privadas y lujosos complejos de vacaciones.
Maclaine admite que la presión puede crear un ambiente tóxico. Con el tiempo, aprendió que debe entrevistar a la familia antes de comprometerse a realizar un trabajo.
Explica todas estas cosas a través del teléfono desde Bali, en Indonesia, donde ha encadenado sus vacaciones después de haber estado dando clases.
"El sistema de educación británico es visto como uno de los mejores del mundo. A familias reales y mandatarios de varios países les gusta mucho que sus hijos cursen algún tipo de educación en Gran Bretaña", afirma.
La demanda es tan alta que dos o tres veces al año, Maclaine recibe una "llamada de emergencia" de alguna familia desesperada que requiere de sus servicios inmediatamente.
Este tipo de llamadas suelen aparecer cuando algún niño no ha pasado el examen para entrar a una escuela británica y "todos entran en pánico".
Con frecuencia, hace la tutoría por Skype. Aunque, en ocasiones, cuando le ofrecen "una cantidad estúpida de dinero" accede a subirse a un avión.
"Soy un ser humano, tengo una hipoteca que pagar", se justifica.
Filiales y consultoría
Para alcanzar un equilibrio, por cada hora de tutoría remunerada que hace su firma, la agencia otorga -a través de su fundación- una hora gratuita de tutoría a niños que no pueden permitirse el pago de sus tarifas.
Pero no sólo las agencias están haciendo dinero con el aumento de la demanda de educación británica.
Muchas escuelas privadas han abierto sedes en el extranjero. Harrow tiene filiales en Hong Kong, Beijing, Shanghái y Bangkok; mientras que Dulwich College y Wellington College cuentan con franquicias en China.
Este tipo de extensiones suponen unos ingresos útiles para estos colegios en momentos el mercado nacional se ralentiza.
Charles Bonas, fundador de Bonus MacFarlane, que ofrece matrículas y consejos sobre qué escuelas elegir, desde la guardería hasta la universidad, asegura que muchas familias aún prefieren enviar a los niños a estudiar en Reino Unido.
Por una parte, porque es una forma a la que los hogares con choferes y niñeras recurren para ayudarlos a ser más independientes.
Pero el principal motivo es que ofrecen una educación integral que les enseña a pensar de manera crítica y que lo hace con el inglés como lengua materna.
El nombre importa
Aunque, muchas veces, los padres sólo están interesados en el nombre y el prestigio de la escuela, afirma.
Bonas recuerda que hace dos años los padres de una niña de cinco años querían enviar a la pequeña el año siguiente a Eton, una escuela a la que se ingresa a los 13 años.
"No quisieron aceptar un 'no' como respuesta inmediata", asegura.
Pero es en casos como estos en los que la compañía ofrece su servicio de consultoría, que puede costar entre US$3.800 y US$15.500 y durar varios años.
"El año pasado tuve a un padre cuyos hijos todavía no habían ni nacido", por lo que van a requerir de sus servicios hasta que cumplan 17 años.
Ante la pregunta de si este tipo de arreglos perpetúan la desigualdad, Bonas defiende que a la larga resultan beneficiosos para Reino Unido y no sólo por el factor económico.
"Estos niños suelen tener un negocio familiar cuyo mando deberán asumir algún día y serán quienes dinamicen y sacudan el mundo. Y si para entonces han desarrollado una afinidad con Reino Unido, eso sólo puede tener una lectura buena", concluye.