Llevaba solo un día al mando del partido laborista, el principal conglomerado de oposición en Nueva Zelanda, cuando a Jacinda Ardern se le preguntó sobre ser madre y profesional y sus planes de algún día tener hijos, con 37 años. Ardern contestó en su estilo, de manera abierta y con una broma entremedio y agregó que su posición no es distinta de cualquier mujer que maneja muchas responsabilidades. Pero al día siguiente fue muy clara: detuvo a otro entrevistador y dijo que para las mujeres era “totalmente inaceptable que en 2017 tengan que contestar esa pregunta en su lugar de trabajo”. Es ese tipo de demostraciones las que tienen una “jacindamanía” desatada en su país, elevando la popularidad de su partido en varios puntos en las encuestas, y por primera vez en dos elecciones, amenazando la hegemonía del partido Nacional.

Jacinda Ardern está desde muy joven involucrada en política; creció en una familia de clase media y a temprana edad se incorporó a las juventudes laboristas, el partido de centro izquierda de su país. Fue escalando posiciones, y llegó a trabajar como asesora para otra de las líderes destacadas de Nueva Zelanda, Helen Clarck. En 2008 Jacinda se convirtió en la persona más joven en haber sido elegida para el Parlamento de su país. Desde entonces ha estado batallando los prejuicios por ser mujer, joven y bonita. Hubo una polémica hace un tiempo cuando un político de otro partido puso en redes sociales que ella debía demostrar que es “Más que lápiz de labios en un cerdo”, es decir, un mero adorno. Su ascenso también va fuera de la norma, ya que es soltera y tiene una pareja estable -conductor de TV-, y no está casada y con hijos como otras políticas.

Ardern se convirtió en la segunda al mando de su partido y cuando era claro que en las elecciones parlamentarias generales los laboristas nuevamente no tenían chance, el líder dio un paso al lado y Jacinda tomó el poder, convirtiéndose en la más joven también en ese cargo. De inmediato, las encuestas mostraron la Jacindamanía, conviertiendo a los siguientes sufragios en una verdadera batalla.

Jacinda Ardern se declara a sí misma feminista y apoya políticas públicas que incluyen estar a favor del matrimonio igualitario, la liberalización total del aborto -es permitido en caso de riesgo de vida de la madre o abnormalidad en el feto que no le permita vivir-, préstamos sin intereses para estudiantes y más; se le critica seguir la opción de su partido de querer restringir las políticas inmigración. Los medios, obsesionados con su popularidad y encanto, la han descrito como una Justin Trudeau (el líder de Canadá), en femenino.

Por estos días, Ardern ha debido guiar a los neocelandeses a sobreponerse al trauma del peor ataque terrorista sufrido por el país isla en toda su historia, el cual dejó 49 muertos en dos tiroteos seguidos en mezquitas musulmanas.

La primera ministra ahora deberá encabezar una serie de reformas y cambios de seguridad en un país donde las tasas de criminalidad son bajas y las amenazas terroristas prácticamente inexistentes hasta ahora.

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