Un grupo de hombres sentenciados por casos de corrupción y delitos financieros encerrados en un presidio de Bogotá se hacían visitar por manicuristas para que les hicieran las uñas.
La noticia de septiembre pasado generó indignación en Colombia. No era aceptable que estos presos recibieran privilegios especiales, se decía.
Pero nadie pareció sorprenderse de que un grupo de señores quisieran que les hicieran las manos.
Es que aquí el cuidado de las uñas es algo usual, y claramente fundamental para algunos.
La primera vez que le presté atención a esto fue hace varios meses en una conferencia de prensa en la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares (ACORE).
Para donde miraba veía una mano terminada en brillantes uñas, perfectamente pulidas, muchas pintadas con un esmalte apenas visible.
Casi no había oficial retirado sin manicura.
Desde entonces he mirado curioso las manos de los hombres colombianos en muchísimas ocasiones para ir confirmando, caso por caso, esta costumbre.
Más del 27% de los colombianos
Este es un hábito que no está demostrado solamente por mi pobre método científico, basado en una limitada inducción.
Una encuesta realizada por el sitio de comercio electrónico Groupon en cinco países de Latinoamérica en mayo de 2015 reveló que los hombres colombianos son mucho más propensos que los demás a hacerse tratamientos de manos –y de pies.
Según los resultados del sondeo, más de un 27% de los colombianos los hacen, seguidos de lejos por los brasileños (14%), luego los mexicanos (11%), argentinos (9%) y chilenos (5%).
"Es muy común, contrario a lo que pasa en otros lados de Latinoamérica y en otras partes del mundo", confirma Fabián Ojeda, quien trabaja en La Barbería, un centro de cuidado personal para hombres en Bogotá.
Allí, del promedio de 50 varones que pasan todos los días a cortarse el pelo, 15 se hacen también manicura; eso sin contar a los que van exclusivamente a hacerse las uñas.
Aunque los clientes de Ojeda son de ingresos altos, él asegura que no es una práctica exclusiva de ninguna clase social, sino que se da en todos los estratos.
(Visité La Barbería para preguntarle a algunos clientes sobre su gusto por la manicura; sus respuestas están en el video que acompaña esta nota.)
El padre y el abuelo
"Creo que es algo de nuestra idiosincrasia", dice Juan Carlos Castro, director de la Cámara de Cosméticos y Aseo de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI).
Hace unos meses participó en una gran feria internacional de cosméticos en París y cuenta que los asistentes de otros países se sorprendían cuando se los contaba; les parecía raro el tema de la manicura masculina.
No a Castro.
Aunque él prefiere no someter sus manos a tanto embellecimiento, lo vivió desde su infancia en su casa porque su padre, militar, siempre lo hizo. Aún hoy, con unos 80 años.
"Es muestra de rango, de cierta manera, en las fuerzas militares", me explica.
Su abuelo, cree recordar, también se hacía las manos.
Zapatos, camisa, uñas
Luis Alfonso Parra es el dueño de una de las dos principales fábricas de esmaltes de Colombia, que produce las marcas Ghem y Checo, de las que vende 1 millón de frascos por mes.
Según Parra hay un motivo claro e instrumental por el cual los hombres se hacen la manicura: "Las mujeres se fijan en los zapatos, el traje o la camisa y las uñas".
Él vende tres productos para hombres: base (para fortalecer las uñas), tono (un suave rosado) y brillo, que representan un 10 a 15% de lo que produce su empresa.
Pero los hombres no compran sus productos en forma directa o en farmacias o tiendas de belleza para usarlos en sus casas.
Prefieren ir a una peluquería o centro de cuidado personal para que les pulan, limen y corten uñas y cutículas y les pongan el esmalte.
Desde banqueros hasta guerrilleros desmovilizados
"En cualquier peluquería de la esquina o en cualquier local más fino vas a encontrar hombres haciéndose la manicura", me dice Fabián Ojeda, de La Barbería.
Lógicamente, los precios varían. Puede ir de unos 15.000 a unos 40.000 pesos colombianos (US$4,50 a 12, al cambio actual).
Es decir que está al alcance de un gran porcentaje de la población.
De hecho, mirando manos he visto colombianos de todos los ámbitos y ocupaciones con las uñas relucientes.
Desde un banquero de elegante traje, pasando por un policía en pleno operativo en el monte, hasta un guerrillero desmovilizado de las FARC.
Es costumbre de muchos y diversos varones, pero por ahora no de corresponsales de la BBC en Colombia; no de este argentino, al menos.