Si queremos comprender la homofobia interiorizada, es esencial empezar por definir la homofobia en sí. Con este término nos referimos a la discriminación hacia las personas que se sienten atraídas por otras del mismo género. Parte de la idea de que existe una forma “correcta” o “normal” de relacionarse –en este caso, la heterosexualidad– y que cualquier otra orientación sexual es anormal o inferior.

El concepto de “normalidad” es fluido y depende de las circunstancias culturales y sociales. En general, lo que consideramos “normal” tiende a ser aquello que vemos con mayor frecuencia y que nos es presentado como deseable o aceptable. Esta concepción afecta a las personas del colectivo LGBTIQ+.

Rechazo de la propia orientación sexual

La homofobia interiorizada surge cuando una persona no heterosexual crece o vive en un entorno que considera la heterosexualidad como la única forma válida o “normal” de orientación sexual. Aparece cuando no existen modelos visibles de otras orientaciones, cuando no se habla de ello, cuando se da un trato diferente a las personas no heterosexuales y cuando se hace una crítica explícita a orientaciones diferentes a la heterosexualidad o se oculta su existencia.

Esta internalización de normas sociales puede llevar a que alguien rechace su propia orientación sexual, experimentando sentimientos de vergüenza, culpa o incomodidad. Además, puede manifestarse como rechazo hacia ciertos comportamientos o características que esa persona asocia con la homosexualidad, incluso si los observa en individuos de su misma orientación. Esto es, trata de “no parecer” homosexual u ocultar las señales que se podrían identificar como tal.

Un ejemplo de esto sería la “plumofobia” (rechazo a expresiones, forma de caminar, gestos, etc. que podrían interpretarse como más femeninos) en los hombres homosexuales o bisexuales o el rechazo a una manera de vestir más “masculina” en mujeres homosexuales o bisexuales.

En términos psicológicos, la homofobia interiorizada supone la adopción de los prejuicios y actitudes negativas de la sociedad hacia la homosexualidad por parte del propio individuo.

¿Cómo afecta a la salud mental?

Como punto de partida, el colectivo LGBTIQ+ es población de riesgo cuando hablamos de salud mental. Sus problemas son consecuencia de las dificultades que estas personas tienen que atravesar por no pertenecer a la cisheteronormatividad. A ello podría sumarse la interseccionalidad, es decir, la circunstancia de pertenecer a otros colectivos discriminados.

Si nos ceñimos a la homofobia interiorizada, esta ejerce un impacto significativo en el bienestar psicológico. Dado que no se dirige necesariamente hacia la comunidad homosexual en su conjunto, sino más bien hacia la orientación sexual personal y su expresión, quienes la experimentan pueden manifestar este conflicto interno a través de sentimientos de vergüenza, culpa, ansiedad y depresión, y es un factor de suicidio en la población gay y lesbiana.

Además, el rechazo hacia la propia orientación sexual puede tener repercusiones en las relaciones de pareja, ya que se traduce en la ocultación de dichas relaciones a familiares y amistades. La vida amorosa no se comparte, se mantiene en el ámbito privado. Impulsada por el miedo y la vergüenza, esta dinámica puede acabar dañando gravemente la relación.

¿Cómo se puede ayudar desde la terapia?

El trabajo del profesional es acompañar desde la perspectiva de la psicología afirmativa LGBTIQ+ con el fin de conocer factores como la homofobia interiorizada a la hora de trabajar con personas del colectivo. No todas estas particularidades se dan en todas las personas, pero son variables a tener en cuenta al evaluar casos individuales o de pareja.

De la misma manera, deben considerarse cuáles son las variables relacionadas con el suicidio en poblaciones LGBT para dar un acompañamiento adecuado y un tratamiento psicológico libre de sesgos cisheterocentristas.

No obstante, la verdadera solución a largo plazo pasa por la educación en diversidad sexual y de género. Es una manera de hacer visibles otras realidades liberándonos de prejuicios.

La crítica de las normas de género debe situarse en el contexto de las vidas tal como se viven y debe guiarse por la cuestión de qué maximiza las posibilidades de una vida habitable, qué minimiza la posibilidad de una vida insoportable o, incluso, de la muerte social o literal.

Judith Butler, “Deshacer el género” (2004)

Begoña Albalat Peraita no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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