La "ilusión de cristal" es un fenómeno psiquiátrico extraordinario que hace que quienes lo padecen se crean hechos de cristal y, por tanto, susceptibles de romperse. El desorden tuvo su momento más agudo hace siglos, pero aún existen casos aislados hoy, escribe Victoria Shepherd para la BBC.
El del rey medieval francés Carlos VI fue uno de los más conocidos casos de ilusión de cristal. Se dice que llegó a envolverse en sábanas para que sus nalgas no se quebraran.
Casos similares se recogieron en enciclopedias de toda Europa en los siguientes siglos.
Y también se le hizo referencia en la ficción, como en El licenciado Vidriera, uno de los relatos que componen las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, publicadas originalmente en 1613.
Éste cuenta la historia del estudiante español Tomás Rodaja quien, tras licenciarse en Salamanca, viaja por diversas ciudades de Italia, pero pierde la razón a causa de una pócima de amor que le suministran en secreto y cree tener el cuerpo de vidrio y ser sumamente frágil, por lo que se obsesiona con la idea de romperse en mil pedazos.
El del rey medieval francés Carlos VI fue uno de los más conocidos casos de ilusión de cristal.
Como Rodaja, aquellos que sufrían dicha ilusión se veía totalmente normales. Aunque eso no acallaba su ansiedad ante la posibilidad de que otras personas se les acercaran demasiado y pusieran en peligro sus frágiles extremidades, por ejemplo.
Sin embargo, tras décadas de documentación, en 1830 los casos desaparecieron de los registros.
Casos del siglo XX
Es fácil asumir que la sociedad y la cultura cambió tanto que los enfermos mentales ya no pudieron manifestar esta particular ilusión.
Pero Andy Lameijn, un psiquiatra de Leiden, Holanda, ha descubierto casos contemporáneos.
Se encontró con uno de ellos en su propio hospital, lo que le dio la oportunidad de investigar este enigmático engaño con un paciente vivo.
"Era un caso auténtico. Era inequívocamente una ilusión de cristal", cuenta el experto.
Esta investigación, que desarrolló mientras era director del Hospital Psiquiátrico Endegeest, en Leiden, lo llevó a varios casos perdidos registrados después de 1830.
En los archivos de un hospital mental de Edinburgo, en Escocia, encontró la documentación de una conferencia de 1883 sobre los síntomas de 300 mujeres, una de las cuales creía que sus piernas estaban hechas de vidrio.
Otro de los casos, aparentemente detectado en un asilo de París, lo encontró en las notas a pie de una edición más reciente de El licenciado Vidriera, aunque no especificaba detalles.
Sumergido totalmente en el tema, Lameijn escribió sobre ello y dio conferencias.
En una de ellas fue abordado por un colega psiquiatra, quien había encontrado en su hospital de Holanda referencias a un caso que databan de la década de 1930.
Se trataba de una joven mujer que le había dicho a un psiquiatra del hospital que creía que sus piernas y espalda estaban hechas de cristal.
Tal era su miedo al contacto físico, señalaban las notas, que las enfermeras no se le podían acercar ni para ayudarla a cambiarse de ropa.
Al parecer, se recuperó tras un tratamiento.
Asimismo, otro doctor le trajo información de un caso registrado en 1964 en un centro de salud distinto.
Paciente vivo
No pasó mucho tiempo antes de que un hombre joven se presentara en la Clínica Universitaria de Leiden clamando que estaba hecho de vidrio.
"Lo dejé todo", relata Lameijn. "No quería perdérmelo".
Y es que iba a tener la oportunidad de hablar cara a cara con el único paciente con el transtorno que había aparecido en décadas.
"Eso soy yo. Estoy aquí pero no lo estoy. Como el cristal de la ventana", le dijo un paciente al psiquiatra Lameijn.
Así que Lameijn habló durante horas con el hombre, quien le confirmó que se sentía de vidrio.
Le preguntó qué significaba para él esa sensación, sin querer distorsionar la conversación sugiriendo ideas de fragilidad o la transparencia, y después de la reticencia inicial, el paciente comenzó a abrirse.
Señaló la ventana de la consulta, y le preguntó al psiquiatra qué era lo que él veía.
Lameijn le respondió: una calle, algunos coches, edificios, gente caminando. Y esperó.
El paciente dijo: "Ah! Se te olvidó el cristal de la ventana. No lo viste, pero está ahí".
Y se inclinó hacia delante y añadió: "Eso soy yo. Estoy aquí pero no lo estoy. Como el cristal de la ventana".
"Estoy y no estoy"
La conversación continuó y el paciente se explayó sobre lo que sentía, asegurando que podía cambiar su sensación de "estar aquí" por el de "no estar aquí" cuando quisiera, como si tuviera un interruptor en su mente. Se creía que podía "desaparecer" y "reaparecer".
Más adelante trascendió que el hombre había tenido recientemente un accidente, por lo que Lameijn comenzó a formular una teoría sobre por qué una persona podía sufrir esa ilusión en la actualidad.
El paciente se creía con la capacidad de desaparecer y aparecer cuando quisiera.
Su conclusión fue que el hombre en cuestión estaba usando su ilusión de cristal como una especie de regulador de distancia.
Y es que tras el accidente su familia se volvió sobreprotectora, así que el trastorno era un intento de huir de ello y de recuperar la privacidad.
Existen razones para entender que alguien con una enfermedad mental en la Edad Media o hasta en el siglo XVII pudiera manifestar ilusión de cristal. En aquél tiempo el vidrio transparente era un material nuevo, y se veía como mágico, alquímico incluso.
¿Pero por qué aparecería de nuevo cuando el vidrio no es novedad? ¿Qué resonancia psicológica contemporánea podría tener?
El psicoanalista Adam Phillips argumenta que el transtorno tiene una fuerte resonancia hoy, en una sociedad en la que las ansiedades relacionadas con la fragilidad, la transparencia y el espacio personal son pertinentes para muchos, ansiedades relacionadas con vivir en el mundo moderno.
Varias teorías
De acuerdo a éste, la sensación de estar hecho de cristal podría ser una forma útil de entender cómo negociamos con la sociedad, en un mundo cada vez más poblado en el que los avances tecnológicos al mismo tiempo nos aíslan y nos ofrecen opciones de comunicación aparentemente ilimitadas.
Por su parte, el novelista Ali Shaw, autor de The Girl with Glass Feet (La niña con los pies de cristal), sugiere que la ilusión de cristal sería simplemente el desenlace extremo de la ansiedad social que muchos experimentan a un nivel menor.
El psicoanalista Adam Phillips cree que el transtorno tiene sentido hoy, en un mundo cada vez más poblado en el que los avances tecnológicos al mismo tiempo nos aíslan y nos ofrecen opciones de comunicación aparentemente ilimitadas.
Sin embargo, Edward Shorter, un historiador especializado en psiquiatría de la Universidad de Toronto, señala que la clave para entender el desorden está en la novedad del cristal como material durante el siglo XVII en Europa.
A lo largo de la historia, argumenta Shorter, la inventiva inconsciente de la mente ha vinculado sus delirios a los nuevos materiales y los avances tecnológicos de la época.
Durante el siglo XIX, por ejemplo, hicieron aparición las ilusiones de cemento, en un tiempo en el éste se comenzó a utilizar como nuevo material de construcción, señala el experto.
Y asegura que fueron tan comunes como la falsa creencia de las últimas décadas sobre que la CIA y otras agencias de seguridad pueden, a través de microtransmisores, "leer la mente".
En ese sentido, el cristal no es nuevo, pero aún tiene el poder de cautivar y podría reflejar aspectos de miedos y deseos de las personas en el mundo moderno, cree Shorter.