El Desierto de Atacama, en la región de Atacama, es conocido por ser el lugar más seco del mundo, tiene una precipitación anual promedio de solo 15 milímetros, sin embargo, algunas partes de la extensión de 103.000 kilómetros cuadrados no reciben nada de lluvia.
Pero hace 12.000 años, al final del Pleistoceno, las cosas eran diferentes. La megafauna deambulaba por lo que entonces era una pradera y los humanos habían comenzado a asentarse en el área.
Justamente en ese mismo periodo, un gran cometa explotó sobre la región, girando 75 kilómetros de tramo de tierra dejando partes de vidrio verde y negro. Al menos esa es la conclusión de un nuevo estudio publicado el 2 de noviembre en Geology. Si los investigadores tienen razón, podría haber más cicatrices vidriosas como consecuencia de más impactos de cometas en otras partes de la Tierra.
El pasillo vidrioso al norte de la Cordillera de los Andes, descubierto en 2012, se atribuyó originalmente a intensos incendios forestales que quemaron matorrales y pastos y derritieron el suelo subyacente.
La datación por carbono fijó el momento de la formación del vidrio, pero Peter Schultz, científico de la Universidad de Brown y autor principal del artículo, no estaba tan seguro del resto del escenario.
La extensión del vidrio era mayor de lo que probablemente causarían los incendios forestales, y los rastros de material orgánico antiguo (pastos y otra vegetación que habría tenido que alimentar las llamas) no estaban presentes en cantidades suficientes para respaldar el modelo de incendios forestales.
Para investigar más el misterio, Schultz y sus colegas recolectaron 300 muestras de vidrio de múltiples sitios separados por 30 kilómetros y los sometieron a análisis de laboratorio.
De inmediato, nada de lo que vieron en sus microfotografías apoyó la teoría de los incendios forestales. Para empezar, las muestras contenían minerales metálicos conocidos como circones que se habían descompuesto en una forma de óxido conocida como baddeyelita. Eso puede suceder bajo la influencia del calor, pero solo el calor que excede los 1.700°C, mucho más caliente de lo que podría causar un incendio forestal.
Es más, incluso si los incendios hubieran sido lo suficientemente calientes como para derretir el suelo, el vidrio resultante habría sido relativamente liso y distribuido uniformemente. Este vidrio, sin embargo, mostró signos de cizallamiento, plegado, desgarro y rodadura, en consonancia con el tipo de ráfagas de aire y vientos con fuerza de tornado asociados con la explosión de un cometa que habría arrojado el material fundido a grandes distancias.
Schultz dijo a través de un correo electrónico a TIME, dijo que "en otras palabras, hubo una fuerza dinámica que los formó". Mucho más reveladores —y mucho más concluyentes— fueron otros materiales encontrados en las muestras de vidrio, especialmente los sulfuros de hierro conocidos como cubanita y troilita, y un mineral de fosfato conocido como clorapatita. Esos y otros minerales incrustados en el vidrio son escasos en la Tierra pero muy comunes en asteroides y cometas.
En 2004, la nave espacial Stardust de la NASA sobrevoló el cometa Wild-2, recogió muestras de su polvo y granos minerales y las devolvió a la Tierra en 2006. Esas muestras, coinciden estrechamente con lo que encontraron Schultz y sus colegas en el vidrio de Atacama.
"Tener la misma mineralogía que vimos en las muestras de Stardust contenidas en estos vasos es una evidencia realmente poderosa de que lo que estamos viendo es un estallido de aire cometario", dijo el científico y coautor del estudio, Scott Harris, del Fernbank Science Center, en una declaración que acompañó a la investigación.
El impacto del evento en la vida en la región es incierto. Sin embargo, la formación del vidrio coincide estrechamente con la temprana desaparición de la fauna del Atacama, lo que al menos sugiere un evento de extinción local similar, aunque mucho menor, a la colisión masiva de asteroides que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años.
A finales de este mes, la NASA planea lanzar su Prueba de redireccionamiento de doble asteroide (DART), una nave espacial que intentará alterar el curso de un pequeño asteroide para determinar si podría ser posible hacer lo mismo con rocas más grandes que algún día podrían amenazar al planeta.
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