200 millones de kilos, esa es la cantidad de peras y manzanas que comen los argentinos cada año (unos 5 kilos por habitante).

¿Se imagina cosechar toda esa fruta y después tener que tirarla a la basura?

Es lo que les ocurrió este año a los productores frutícolas de la Patagonia argentina.

Debieron dejar que se pudran muchas de sus manzanas y sus peras en los árboles, sin ser cosechados.

¿El motivo? La falta de rentabilidad, con ingresos que no alcanzaron ni siquiera para cubrir los costos básicos que implicaba recolectar esa fruta.

Como si esa situación no fuera suficientemente crítica, los fruticultores también padecieron dos tormentas de granizo que destruyeron otros 135 millones de kilos.

La conclusión: una pérdida de casi el 25% del total de la cosecha.

Productores pequeños, medianos y grandes entrevistados por BBC Mundo coincidieron en que se trata de la peor crisis que recuerden.

Sin embargo, muchos argentinos ni se enteraron del problema.

Es que la fruta que sí se cosechó fue volcada en su mayor parte al mercado local, generando una sobreoferta que incluso bajó los precios, favoreciendo a los consumidores en Buenos Aires y las otras provincias.

De esta forma son muy pocos los que se enteraron de la grave situación que viven las provincias sureñas de Río Negro y Neuquén, donde se concentra el cultivo de peras y manzanas.

Esto, a pesar de que los productores cortaron rutas patagónicas durante 15 días en junio, para reclamar sobre su situación.

“La tormenta perfecta”

A pesar de que la producción frutícola de Argentina es mucho más pequeña que la de otros cultivos como la soja o el maíz, tiene relevancia a nivel mundial.

El particular la pera: Argentina es el principal exportador del mundo.

Pero es en el área de la exportación donde se halla uno de los mayores problemas: los tres principales mercados de la fruta argentina -Brasil, Rusia y Europa- redujeron drásticamente su demanda este año.

Brasil y Rusia se vieron afectados por serias crisis económicas que las obligaron a devaluar, mientras que Europa prefirió comprar de otros mercados más baratos, como el chileno.

Los productores argentinos explican que el problema detrás de todo es la falta de competitividad de su producto, como resultado de la política económica del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

“Hace años que venimos sufriendo con un dólar oficial muy por debajo del precio de mercado y una inflación creciente que aumenta los costos internos”, señaló Alfredo Faggionato, gerente de la exportadora multinacional Dole.

“Veníamos subsistiendo por la demanda internacional, pero ahora que nuestros compradores tradicionales están en crisis estamos padeciendo la tormenta perfecta”, dijo a BBC Mundo.

Concentración

El ingeniero agrónomo Ricardo Migliaccio, vicepresidente de la Cámara de productores de frutas de Cipolletti, en la provincia de Río Negro, coincidió en que el problema es la falta de rentabilidad.

Sin embargo, señaló a este medio que además de las dificultades por la política económica, que afectan a todos los exportadores argentinos y que llevaron a un paro del campo el pasado viernes, la fruticultura está en crisis por un problema de concentración.

“El deterioro se viene dando desde hace años: las grandes empacadores fueron comprando las chacras pequeñas y medianas y hoy hay un oligopolio que controla el negocio y establece los precios”, aseguró.

“Más del 90% de la tierra está en manos del 2% de los productores”, resaltó, advirtiendo sobre la desaparición de los fruticultores independientes.

El diario Río Negro informó la semana última que por la crisis de la pera y la manzana hay 4.000 hectáreas a la venta en la región.

Eso equivale a cerca del 10% del total de la zona productiva activa.

“Cada vez más son los que se deciden a deshacerse de sus tierras”, remarcó el medio, explicando que muchos productores pequeños y medianos deciden vender sus chacras al mercado inmobiliario.

Durante una visita a finales de 2014 a General Roca, una de las ciudades más pobladas del sur, en Río Negro, esta cronista pudo ver cómo muchas de las chacras en las afueras de la ciudad han sido convertidas en casas de fin de semana o barrios cerrados, una tendencia que aumenta.

Lo que vendrá

Algunos productores pequeños como Francisco Bezich aún resisten gracias a que tienen otras fuentes de subsistencia.

“Hace tres años que trabajo a pérdida, esté año solo logré vender el 30% de mi cosecha, pero por suerte no tengo que vender mi chacra porque tengo otra actividad para mantenerme”, contó a BBC Mundo.

Bezich señaló que el panorama que viene es negro: debido a que mucha de la fruta se pudrió en los árboles se creó un caldo de cultivo perfecto para las larvas, que generan plagas.

“Si no se podan los árboles tendremos un problema grave de carpocapsa y otras plagas”, advirtió.

Tras las protestas, el gobierno nacional y los gobiernos de Río Negro y Neuquén se comprometieron a transferir a los productores subsidios por unos US$20 millones.

Sin embargo, los fruticultores advierten que ese dinero servirá para podar solamente el 40% del área de cultivo.

Con tantos años de pérdidas, muchos productores señalan que no tienen fondos para encarar el 60% restante.

Para algunos, la solución –al menos a mediano plazo- podría venir de la mano de las elecciones generales que se disputarán en octubre próximo.

“Si un nuevo gobierno modifica la política cambiaria y volvemos a tener precios competitivos podremos tener futuro”, señaló Faggionato.

Algunos también tienen la esperanza de que el próximo presidente reduzca o elimine el impuesto del 5% que pagan los exportadores de peras y manzanas.

Otro reclamo es que el nuevo gobierno subvencione las cargas impositivas de la mano de obra, que representa el mayor costo del productor.

Según los locales, solo medidas de este tipo lograrán que sobrevivan estas y otras economías regionales.

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