Las elecciones que se celebran este sábado en Nueva Zelanda no podrían tener a dos rivales más antagónicas.
Está por un lado la popular y progresista primera ministra, Jacinda Ardern, quien intentará renovar su mandato. Y por otro, la líder del opositor Partido Nacional (centro derecha), Judith Collins.
Ardern es reconocida en todo el mundo por su estilo de liderazgo empático y amable.
Por su parte Collins, admiradora de Margaret Thatcher, se muestra como una política fuerte y es famosa por su dureza.
De hecho, su apodo es "Crusher" (trituradora) Collins, por la orden que dio en 2009, cuando ocupaba el Ministerio de la Policía, de que se confiscaran y destruyeran los vehículos de carreras ilegales.
Collins, de 61 años e hija de granjeros, ha sido durante años una figura decisiva en la vida política de Nueva Zelanda.
Tras acceder de forma inesperada al liderazgo del Partido Nacional en julio a mediados de este año, se situó en rivalidad directa con Ardern, una de las primeras ministras más populares en la historia reciente del país.
"Sobreviviente política"
Collins trabajó como abogada comercial durante más de dos décadas antes de ser elegida para el Parlamento en 2002, como representante de la formación que encabeza ahora.
Ocupó varios puestos en el gabinete "en la sombra" (en algunos sistemas, una suerte de gabinete alternativo al gobierno formado por la oposición), incluidos los de ministra en la sombra de Bienestar Social y Familia, mientras el PN estaba en la oposición.
Cuando su partido ganó las elecciones de 2008, y durante los siguientes nueve años que estuvo en el poder, Collins dirigió varios ministerios, incluidos el de la Policía, Correccionales, Asuntos de Veteranos y Justicia.
"Nunca ha ocultado su deseo de ser una buena diputada, de marcar la diferencia, de estar en el poder y de ascender a la cima de la escala política", escribió Jennifer Curtin, profesora de Política en la Universidad de Auckland, en un artículo en The Conversation.
En 2014 tuvo que renunciar al cargo de ministra de Justicia tras los reportes de un supuesto intento por difamar a otro servidor público. Fue absuelta de esas acusaciones y regresó al gobierno en 2015.
Intentó, sin éxito, liderar su partido en 2016 y 2017, hasta que le llegó su oportunidad el pasado mes de julio, tras la renuncia por razones de salud de su predecesor, Todd Muller.
"Cuando Collins se describe a sí misma como sobreviviente política, lo dice en serio", escribió Curtin.
Sin miedo a la "jacindamanía"
Ahora está por ver si Collins sobrevive a la "jacindamanía", el fenómeno global de admiración por Jacinda Ardern.
Además, el estilo de liderazgo positivo de Ardern ha hecho que la primera ministra de uno de los países más pequeños del mundo logre ser incluida durante dos de sus tres años de gobierno (2018 y 2019) en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista Time.
Pero eso es algo que no intimida a Collins.
"No me dejo intimidar fácilmente", dijo la líder conservadora con respecto al reconocimiento global de su rival, según recogió el diario británico The Guardian.
Aunque reconoce que le gusta Ardern, de quien dice es una gran comunicadora y tiene una enorme empatía, cuestiona su capacidad de liderazgo para enfrentar la crisis económica.
"Me interesa mucho más la política de la competencia", dijo al respecto.
"Sí, la amabilidad es excelente, el problema es que los neozelandeses están a punto de entrar en una crisis económica y lo mejor que pueden hacer en términos de amabilidad es ser competentes y sacar a la gente de esta situación".
Cuando se le pregunta acerca de su apodo ("trituradora") responde que prefiere el de "enfocada" porque dice estar "absolutamente enfocada en dar a las empresas en el país la confianza para invertir y crecer para crear más empleos".
Recuperar la base
Para Jennifer Curtin, la decisión es una cualidad que Collins valora, incluso si ofende.
"Probablemente esté más a la derecha de lo que a algunos en su partido les gustaría, pero en eso no ha cambiado con el tiempo", escribió Curtin en The Conversation.
"Su primer discurso en el Parlamento (en 2002) y su autobiografía (Pull No Punches, publicada este año) demuestran un desdén por lo que ella llama el "gen perezoso" y un sistema de bienestar que "financió a las mujeres para que tuvieran varios hijos".
La experta destaca que la ética política de Collins es una mezcla del conservadurismo pragmático de vieja escuela de su partido y una dosis de neoliberalismo ideológico.
Así, votó a favor de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, de eliminar el aborto de la Ley de Crímenes y de legalizar la eutanasia.
Las encuestas apuntan a que Ardern y su Partido Laborista conseguirán revalidar su mandato, aunque no hay claridad sobre si obtendrá los 61 escaños que necesita para gobernar en solitario.
Los sondeos también sugieren que Collins podría recuperar una parte de la base de votantes de su partido que comenzaron a desertar con el inicio de la pandemia de covid-19.
Sin embargo, puntualiza Curtin, atraer a los votantes del centro le puede resultar difícil, aunque "es poco probable que eso le preocupe".
En 2008, explica la politóloga, el entonces líder de su partido y primer ministro John Key tenía la intención de llevarlo más hacia el centro, pero Collins se mostró escéptica ante el argumento de que ganar elecciones significaba ganarse a los votantes del medio.
"Citando el éxito de Thatcher, creía que apuntalar la base y entregarse a ella importaba más".
"Para Collins, el centrismo es una excusa para no hacer nada y no defender nada".