Once orcas, 87 belugas y cinco crías de morsas es el catastro de las especies que viven en los corrales de 25 metros de largo y 9 de ancho en la llamada "cárcel de ballenas" más grande del mundo, ubicada en el mar de Ojtsk, en territorio ruso.
El ministro de Recursos Naturales del país, Dimitri Kobilkin, se comprometió a liberar a los cetáceos durante el verano local argumentando que soltarlas en invierno sería "condenarlas a muerte".
Sin embargo, desde organizaciones ecologistas cuestionaron la decisión explicando que la vida de los animales se encuentra contra el tiempo, pues si esperan encerrados en las "jaulas" deberán soportar temperaturas muy bajas incluso con la formación de hielo en los estanques.
"Cabe recordar que las orcas, por ejemplo, durante los meses fríos, emigran hacia lugares con agua más cálida, y dejarlas soportar estas temperaturas sería una tortura", explicaron desde la ONG Free Russian Whales.
Por otra parte, los especialistas estiman que los cetáceos, debido a las precarias condiciones de hacinamiento y de sanidad, sufren de hipotermia, infecciones e incluso neumonía.
Estas "cárceles de ballenas" existen como punto de acopio de estas especies luego de ser capturadas, se sospecha de manera ilegal, para luego ser vendidas a China para ser parte de parques acuáticos o con fines culinarios.