Apodada como la Mujer Araña por sus esculturas, la artista Louise Bourgeois fue una de las mujeres más importantes del arte contemporáneo del siglo XX. Su trabajo exploró siempre autobiográficos usando el inconsciente, la historia familiar, la identificación materna y paterna y el cuerpo fragmentado. Su obra plantea estados sicológicos como el miedo, la ambivalencia, la compulsión, la culpa, la agresión y el retraimiento.
Su experiencia psicoanalítica como paciente tras la muerte de su padre se hizo muy presente en su obra pues Bourgeois usaba el proceso artístico en su función catártica como una forma de revivir y sobrepasar el trauma, en el acto creativo. “Mis obras son una reconstrucción del pasado. En ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido”.
Sus esculturas de arañas son ampliamente reconocidas por su tamaño y forma, llegando a alcanzar 9 metros en su obra Maman (1999), la que tiene 6 réplicas que están presentes en los principales museos modernos del mundo. La araña es una oda a su madre, encarnando a la figura materna como una tejedora (que se relaciona con el negocio familiar de los Bourgeois, una tienda de tapices) que protege y nutre.
A su padre lo abordó en la instalación de 1974 “La destrucción del padre” donde exploró el tema sicológico del poder del padre sobre sus hijos mediante una instalación color piel en un cuarto suave parecido a un útero hecho de yeso, látex, madera, tela y luces rojas. Al entrar el espectador era expuesto a una escena de crimen. Figuras abstractas que representaban a los hijos, se han rebelado y han asesinado y engullido al padre. El dolor que un padre inflige a sus hijos deviene en venganza caníbal.
Su trabajo fue reconocido a nivel internacional recién en 1982, cuando expuso su primera retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Tras esto comenzó su fama y obtuvo varios premios: Gran Prix de Escultura del Ministerio de Cultura francés (1991), León de Oro de la Bienal de Venecia, Premio de la Asociación Japonesa de Arte (1999), Premio Aragón-Goya (2008).
Durante su último año de vida, con 99 años, 2010 usó su trabajo para abogar a favor de los derechos de igualdad para lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros.