Si vieras a un hombre entrar a un bar con el estilo del actor John Wayne, es muy probable que lo describieras como seguro y rudo.
O a lo mejor, pensarías que se trata de una imitación acartonada y cómica de un vaquero.
En cualquier caso, seguro que al verlo sacarías unas conclusiones inmediatas sobre su personalidad, basándote tan solo en su manera de caminar.
Durante décadas los psicólogos han estudiado nuestras reacciones en este tipo de situaciones.
Pero, ¿realmente son acertadas?
¿Qué características de la personalidad podemos deducir de la forma de andar de una persona?
Primeras investigaciones
Una de las primeras investigaciones científicas sobre la relación entre el caminar y la personalidad fue publicada en 1935 por el psicólogo Werner Wolff.
En su estudio filmó a cinco hombres y tres mujeres sin que lo supieran, mientras realizaban una prueba de lanzar aros. Los sujetos vestían overoles de trabajo, que impedían que se vieran características adicionales sobre sus respectivas personalidades.
Luego, los participantes en la investigación tuvieron la oportunidad de ver las grabaciones, que habían sido previamente editadas para ocultar sus cabezas, y se les pidió que hicieran interpretaciones de la personalidad de cada uno de ellos de acuerdo a la manera en la que se movían.
Wolff encontró que los participantes sacaron conclusiones sobre los demás basándose en la manera en la que caminaban, y que muchas veces coincidían entre sí.
Por ejemplo, la descripción dada por los participantes sobre el individuo identificado con el número 45, incluía las siguientes frases:
"Pretencioso".
"Alguien que busca atraer atención a cualquier precio".
"Deliberadamente vanidoso, desesperado por ser admirado".
"Internamente inseguro, aunque intenta aparentar seguridad ante los demás".
"Aburrido, de alguna forma servil, inseguro".
Fue asombroso cómo los participantes formaron esos juicios sobre cada individuo.
Sin embargo, el estudio tenía fallas, como el hecho de que algunos de los participantes se conocían entre sí, aunque era difícil identificar a cada quien en los videos.
Los experimentos modernos son más sofisticados, y la tecnología permite transformar el caminar de una persona en un punto de luz en un fondo negro, o puntos blancos que demuestren la movilidad de cada parte del cuerpo humano.
De esta manera quedan fuera otros elementos y nos podemos concentrar en lo que nos dice el movimiento al caminar.
Oscilar o balancear
En los años 80, psicólogos estadounidenses determinaron dos grandes formas de caminar, a través de experimentos con sensores de luz conectados al cuerpo de los individuos: un modo más juvenil y uno más viejo.
El primero implica un ritmo más dinámico, más vaivén de las caderas, movimiento de brazos más acentuado y los pasos más rápidos; mientras que el segundo es rígido y lento, con el cuerpo más inclinado hacia adelante.
Por otra parte, los observadores asumieron que las personas que caminaban con un estilo juvenil, eran más felices y más potentes.
Este fue el caso incluso cuando la edad se hizo más aparente al descubrírseles la cara y el cuerpo de los participantes en los experimentos.
No es lo que parece
Para profundizar en la veracidad de estas observaciones basadas en el caminar, un estudio realizado por investigadores británicos y suizos publicado hace unos años, planteó la comparación entre la descripción que hacen las personas sobre sí mismas, con la que se formaban otros individuos basándose en los sensores de luz cuando los sujetos se movían.
Los resultados coincidieron con estudios anteriores sobre los dos grandes estilos de caminar, aunque los describieron de manera un poco distinta:
- El primer estilo es más extrovertido, despreocupado, cálido, confiable, y con un cierto toque aventurero, de acuerdo con los observadores.
- El segundo fue percibido como lento, relajado, que transmite estabilidad emocional.
Pero lo más importante de la investigación es que evidenció que los juicios de los observadores estaban equivocados: estos dos estilos diferentes para caminar realmente guardaban relación con los rasgos mencionados por las personas cuando describieron su propia personalidad.
El mensaje central de estas investigaciones es que tratamos la manera de andar de una persona como si fuese su cara, estilo de vestir o su acento al hablar.
La evidencia demuestra que aun cuando nuestras percepciones funcionan bien con los rostros, solemos equivocarnos al interpretar el caminar.
Un toque siniestro
Más allá de lo seguros o inseguros que parecemos al caminar, hay un elemento más inquietante en lo que proyectamos: el hecho de ser percibidos como vulnerables.
Algunos de los primeros hallazgos en estos estudios mostraron que los hombres y las mujeres con unas zancadas más cortas, y con un balanceo más reducido y lento de los brazos a pie, tienden a ser vistos como más vulnerables (nótese la similitud con el estilo de caminar de más edad encontrada en la investigación de la personalidad).
Un estudio japonés bastante inquietante, publicado en 2006, agregó más elementos sobre este punto.
El experimento pedía a un grupo de hombres decir qué tan probable era que charlaran con intenciones de seducir o inapropiadamente tocar a diferentes muchachas jóvenes, vistas en una pantalla a través de los sensores de luz y movimiento.
En base al caminar de las mujeres, los hombres decían sentirse más propensos a hacer avances indeseados hacia las mujeres con rasgos de personalidad más vulnerables, tales como ser más introvertidas y emocionalmente inestable.
Esta característica adquiere un rasgo escalofriante si se tiene en cuenta que otras investigaciones demuestran que sujetos que se encuentran en prisión, con amplios registros por conductas psicópatas, son particularmente precisos al detectar a personas que han sido atacadas en el pasado, solo con ver un video de ellas caminando.
Esto concuerda con evidencia aportada en casos dramáticos como los del asesino en serie Ted Bundy, quien dijo que podía "identificar a una víctima por la forma como caminaba por la calle".
Cuidado con imitar
Estas investigaciones traen a colación otro tema de estudio: ¿podemos adaptar nuestra forma de movernos, para cambiar la percepción que proyectamos a los demás?
Algunos estudios sugieren que puedes aprender a caminar de cierta forma que transmitas un mensaje de invulnerabilidad: pasos rápidos, largas zancadas y fuertes movimientos de los brazos.
Esto ha sido una recomendación para las mujeres en ambientes menos seguros.
No obstante, los psicólogos que han estudiado los perfiles de personalidad asociados con estos estilos de andar, dicen que no hay claridad sobre la posibilidad de aprender aspectos específicos del caminar.
De modo que lo más recomendable es no empeñarse con mucha intensidad en aparentar ser otro, porque lo más probable es que termines siendo una imitación cómica de John Wayne.