"Lo importante es tener el ansia de contribuir, de ser inventor y de crear algo nuevo; es una actitud".

Es la convicción de Julio Palmaz, investigador de 72 años nacido en Buenos Aires y uno de los dos miembros latinos del Salón de la Fama de los Inventores en Estados Unidos.

El otro es su compatriota Miguel Ángel Ondetti, fallecido en 2004.

El Salón de la Fama de Inventores de EE.UU. se creó en 1973 para celebrar a las mentes más brillantes.

Desde entonces, ha admitido a más de 500 pioneros que de una forma u otra revolucionaron nuestro mundo.

Entre ellos se encuentran nombres destacados como Thomas Edison o los hermanos Wright, conocidos por hacer el primer vuelo a motor. Esta semana, el salón admitió 15 nuevos miembros.

Sólo los dos hombres argentinos le dan un toque latino a la organización.

BBC Mundo te los presenta.

Miguel Ángel Ondetti, creador del captopril

Nacido en Buenos Aires en 1930, Miguel Ángel Ondetti se doctoró en la Universidad de Buenos Aires en 1957 y desarrolló su carrera de más de 35 años en Estados Unidos, en el seno de la empresa Bristol-Myers Squibb.

Ondetti fue bienvenido al Salón de la Fama de los Inventores póstumamente, en 2007.

El honor le correspondió por el desarrollo, junto a David Cushman, del captopril, la primera de una nueva clase de medicinas conocidas como inhibidoras de las enzimas conversoras de angiotensina (ECA).

Los científicos descubrieron que el veneno de una serpiente brasileña inhibía la producción de angiotensina II, que causa el estrechamiento de las arterias y aumenta la presión de la sangre.

Ondetti y Cushman identificaron, purificaron y sintetizaron la sustancia principal.

Tras años de duro trabajo en Bristol-Myers Squibb, dieron el gran paso en 1974 al elaborar el captopril, el primer tratamiento médico que identificó el papel crucial que juega la angiotensina en la hipertensión.

Con el captopril se dio impulso a un campo de la investigación médica entonces desconocido: la inhibición de las ECA.

El medicamento logró reducir significativamente el índice de muerte en pacientes con fallo cardiaco por congestión y demostró ser eficaz para retrasar el fallo renal en los diabéticos.

Ondetti murió el 23 de agosto de 2004.

Julio Palmaz, inventor del stent intravascular

Nacido en La Plata en 1945, Julio Palmaz obtuvo su título médico en la Universidad de La Plata en 1971 y en 1977 dio el salto a Estados Unidos.

"Vine a EE.UU. persiguiendo el interés de hacer investigación. Tenía muy buen trabajo en Argentina, podía hacer enseñanza y práctica pero no investigación y por eso me trasladé", le cuenta a BBC Mundo Palmaz, que actualmente divide su tiempo entre California y Texas, sin olvidar sus viajes al Cono Sur.

Después de un año como residente médico de radiología en la Universidad de California en Davis, en 1978 Palmaz empezó a madurar la idea de crear un stent intravascular (un pequeñísimo tubo de malla de metal que mantiene abierta la arteria).

Palmaz relata que el comienzo fue algo lento, pero en 1985 ya lo tenía todo listo para solicitar una patente.

"En el 86 hice la licenciatura de mi idea a Johnson&Johnson y digamos que años después de trabajar con ellos tuvimos el primer stent para uso en seres humanos aprobado por la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés)", explica.

Corría el año 1990 y primero se aprobó el stent de uso periférico para extremidades inferiores. En 1994 se aprobó para las coronarias.

¿Cómo se le ocurrió la idea?

"Surgió de la necesidad y la motivación", evoca Palmaz.

A finales de los 70 acababa de aparecer el método de la angioplastia por globo o balón y Palmaz enseguida detectó sus inconvenientes.

"Los resultados no eran muy buenos, había limitaciones. El globo se infla y desinfla y la arteria se desorganiza, tiende a volver donde estaba.

"Ahí surgió la idea de usar una especie de malla de acero para que la arteria permaneciera en el lugar; en una palabra, para sostener la arteria por dentro con un producto que se pudiera implantar", expone.

Al mirar hacia atrás, Palmaz admite que el periodo de investigación de 1978 a 1985 fue bastante solitario.

El reconocimiento del Salón de la Fama de Inventores le llegó décadas después, en 2006.

"Eso estuvo muy bien", recuerda.

"Pasaron varias cosas que fueron muy halagadoras pero vinieron todas juntas y bastante después de que hiciera mi trabajo, lleva un poco de tiempo ser reconocido".

No sólo pasó a ser parte del grupo de inventores sino que las prestigiosas galerías Smithsonian, de Washington DC, le pidieron que donara los dispositivos para exponerlos como parte de la sección médica.

Así, el primer stent está expuesto en el Museo de Historia Americana del Smithsonian, entre el primer teléfono celular y una de las primeras computadoras.

Consejo para las generaciones futuras

A sus 72 años, Palmaz sigue trabajando por mejorar el stent, además de compartir varios negocios con su familia, como una bodega en el Valle del Napa californiano o una empresa de productos alimenticios en Texas.

A quien quiera seguir sus pasos le recomienda estar dispuesto a esforzarse y ser constante.

"Lo que yo siempre digo es que para poder hacer una innovación hay que buscar la oportunidad.

"Lo más importante es encontrar un área para innovar ala que nadie le haya prestado atención. Eso sí, tratando de no abarcar un área muy grande y muy compleja para una persona", sostiene.

Otra posibilidad es pasar a formar parte de un equipo grande de investigación, ser el pequeño engranaje en una gran máquina.

"Depende de la personalidad: generalmente los innovadores pequeños son solitarios; los que son más gregarios y tienen más habilidad para trabajar en grupo tal vez pueden optar por ser parte de un equipo grande".

E insiste: "Hay que tener paciencia, esto lleva muchos años. Si te descorazonas al primer traspiés, no llegas a nada".

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