En la fachada del Ministerio de Justicia en París, justo debajo de una ventana de la planta baja, hay un cuadro de mármol grabado con una línea horizontal y la palabra "MÈTRE", es decir, metro.
Apenas se nota en la gran Place Vendôme, pero esta plataforma es uno de los últimos 'mètre étalons' (medidas de metro estándar) que quedan.
Grabados así se colocaron en toda la ciudad hace más de 200 años en un intento por introducir un nuevo sistema universal de medición.
Y es solo uno de los muchos sitios en París que apuntan a la larga y fascinante historia del sistema métrico.
"La medición es una de las cosas más banales y ordinarias; pero, en realidad, las cosas que damos por sentado son las más interesantes y las que tienen historias más contenciosas", asegura Ken Alder, profesor de historia de la Northwestern University y autor de "La medida de todas las cosas", un libro sobre la creación del metro.
La gran revolución
Ahora es algo natural en todos los lugares a los que vamos: el sistema métrico, que se creó en Francia, es el sistema oficial de medición para casi todos los países del mundo, excepto Estados Unidos, Liberia y Myanmar.
Pero no siempre fue así: hubo un momento en el que cada vez que se viajaba, se tenían que usar diferentes conversiones para las mediciones, como lo hacemos aún para la moneda.
Fue así hasta la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII.
Antes de ese acontecimiento, los pesos y las medidas variaban no solo de una nación a otra, sino también dentro de las naciones.
Solo en Francia, se estimó en ese momento que se utilizaban al menos 250.000 unidades diferentes de pesos y medidas.
Pero entre los años volátiles de 1789 y 1799, los revolucionarios buscaron no solo derrocar la política al quitarle el poder a la monarquía y la Iglesia, sino también derrocar viejas tradiciones y hábitos.
Con este fin, introdujeron, entre otras cosas, el Calendario Republicano en 1793, que consistía en días de 10 horas, con 100 minutos por hora y 100 segundos por minuto.
Además de eliminar la influencia religiosa del calendario, esto ayudó a introducir el sistema decimal en Francia.
Y aunque esa forma de medir el tiempo no se mantuvo, el nuevo sistema de medición, que es la base del kilogramo y del metro, permanece hasta hoy.
¿Cómo nació el sistema decimal?
La tarea de idear un nuevo sistema de medición se asignó a los pensadores científicos más preeminentes de la Ilustración francesa.
Estos científicos querían crear un conjunto nuevo y uniforme basado en la razón, en lugar de las autoridades y tradiciones locales.
Por lo tanto, determinaron que el metro debía basarse exclusivamente en la naturaleza: tenía que ser una 10 millonésima parte de la distancia desde el Polo Norte hasta el ecuador.
La línea de longitud que va desde el polo hasta el ecuador que se usaría para determinar la longitud del nuevo estándar fue el meridiano de París.
Esta fue trazada en su curso actual por dos astrónomos que partieron de París en 1792: Jean-Baptiste-Joseph Delambre, que viajó al norte, a Dunquerque, mientras que Pierre Méchain viajó al sur, a Barcelona.
Usaron la última tecnología de la época y el proceso matemático de triangulación para medir el arco meridiano entre estas dos ubicaciones a nivel del mar.
Luego, extrapolando la distancia entre el Polo Norte y el ecuador al extender el arco a una elipse, los dos astrónomos acordaron a reunirse al cabo de un año en París para presentar el nuevo estándar universal de medición.
El proceso, sin embargo, terminó tomando siete.
Como Alder detalla en su libro, la medición de este arco meridiano en un momento de gran agitación política y social demostró ser una empresa épica.
Los dos astrónomos fueron recibidos frecuentemente con sospecha y animosidad; cayeron dentro y fuera del favor del Estado; e incluso resultaron heridos en el trabajo, dado que implicó escalar a puntos altos como las cúpulas de las iglesias.
El Panteón, que Louis XV encargó originalmente que fuera una iglesia, se convirtió en la estación geodésica central de París, desde cuya cúpula Delambre triangulaba todos los puntos alrededor de la ciudad.
Hoy en día, sirve como un mausoleo para los héroes de la República, como Voltaire, René Descartes y Victor Hugo.
Pero durante el tiempo de Delambre sirvió como otro tipo de mausoleo: un almacén para todos los pesos y medidas anteriores que habían enviado las ciudades de toda Francia en anticipación al nuevo sistema.
Negativas
A pesar de todo el esfuerzo y conocimiento dedicado a la nueva medida, esta rápidamente tuvo que enfrentarse a un nuevo obstáculo: nadie quería usarla.
La gente se mostraba renuente a abandonar las viejas formas de medir, ya que estas estaban estrechamente ligadas a los rituales, costumbres y economías locales.
Un ejemplo es el ell, una medida de tela, generalmente igualaba el ancho de los telares locales. Mientras, la tierra cultivable a menudo se medía en días, haciendo referencia a la cantidad de tierra que un campesino podría trabajar durante este tiempo.
Las autoridades de París estaban tan exasperadas por la negativa del público a renunciar a su antigua medida que incluso enviaron inspectores de policía a los mercados para hacer cumplir el nuevo sistema.
Finalmente, en 1812, Napoleón abandonó el sistema métrico: aunque todavía se enseñaba en la escuela, en gran parte dejó que las personas usaran las medidas que les gustaban hasta que fue restablecido en 1840.
"Pasaron aproximadamente 100 años antes de que casi todos los franceses comenzaran a usarlo", señala Alder.
Pero esto no solo se debió a la perseverancia del Estado.
Revolución industrial
Francia avanzaba rápidamente hacia la revolución industrial, la cartografía necesitaba de cada vez mayor precisión por razones militares y, en 1851, se celebró la primera de las grandes Ferias Mundiales, donde las naciones debían mostrar y comparar su conocimiento científico e industrial.
Y, por supuesto, para esto se necesitaban medidas claras y estándar, como el metro y el kilogramo.
A esta tarea ayudó notablemente una de las instituciones internacionales más antiguas del mundo: la Oficina Internacional de Pesos y Medidas (BIPM, por sus siglas en francés).
Originalmente establecida para preservar los estándares internacionales, la BIPM promueve la uniformidad de siete unidades internacionales de medida: el metro, el kilogramo, el segundo, el amperio (que mide la intensidad de la corriente eléctrica), el kelvin (unidad de temperatura), el mol (cantidad de sustancia) y la candela (mide la intensidad luminosa).
Fue allí donde se elaboró la barra de platino del metro estándarque se usó para calibrar cuidadosamente las copias, que luego se enviaron a otras capitales.
Y, en la década de 1960, el BIPM redefinió el metro en términos de luz, haciéndolo más preciso que nunca.
Desde entonces, definido por las leyes universales de la física, finalmente fue una medida verdaderamente basada en la naturaleza.
Nueva medida del kilogramo
El edificio de la BIPM también alberga el kilogramo original, que se encuentra bajo tres campanas en una bóveda subterránea y solo se puede acceder a él con tres llaves diferentes, en poder de tres personas diferentes.
Pero, en el mes de noviembre, el peso de un kilogramo será nuevamente medido de acuerdo a otras constantes físicas.
"Establecer una nueva base para una nueva definición del kilogramo es un desafío tecnológico muy grande. Fue descrito en un momento como el segundo experimento más difícil del mundo, el primero fue el descubrimiento del bosón de Higg", asegura Martin Milton, director del BIPM, quien me mostró el laboratorio donde se realiza la investigación.
Mientras me explicaba el principio del equilibrio de Kibble y la forma en que una masa se pesa contra la fuerza de una bobina en un campo magnético, me maravillé de la última ingeniería científica que tenía ante mí.
Y, también, de la precisión y el esfuerzo personal de todos los que han trabajando en el Proyecto Kilogramo desde que comenzó en 2005 y ahora están muy cerca de lograr su objetivo.
Al igual que con el Proyecto Meridiano del siglo XVIII, la definición de las unidades de medida sigue siendo uno de nuestros desafíos más importantes y difíciles.
Comenzó con el metro, formó la base de nuestra economía moderna y condujo a la globalización.
Permitió la ingeniería de alta precisión y sigue siendo esencial para la ciencia y la investigación y, también, para la comprensión del universo.