"La depresión te sonambuliza, te mata. Es un estado de pánico constante. Te ha salido una enemiga inesperada que no se va, no se va, no se larga ni se pronuncia: dadme todos los fármacos del planeta. Solo hay dos opciones a la hora de tapar una depresión, dos descansos auténticos: dormir y morir."

Así describe la escritora española Almudena Sánchez (Mallorca, 1985) la enfermedad que la tumbó por tres años y que registró en su último libro Fármaco.

En sus páginas desnuda la depresión, la suya propia, para intentar explicarse a sí misma y también al mundo lo que estaba viviendo.

Sánchez, que fue incluida hace dos años entre los diez mejores escritores treintañeros de España por la AECID, compartirá su experiencia en los diálogos de HAY Arequipa, que se realizan este semana.

"La inminencia de una depresión no se presiente. Comienza desde la frente hasta las rodillas. Es la enfermedad más grande, invisible, inesperada, destructiva, egoísta, insana, paranoica, desaliñada, mugrienta y tendenciosa que he tenido. La frase que más he oído es: Almudena, tú eres fuerte."

¿Qué te pasaba cuando escuchabas esa frase?

Se suele decir sin maldad, pero no se entiende que la otra persona no puede hacer las cosas que quieres que haga.

Es como si tuviera una pierna rota y le dijeras que corra una maratón. Con la depresión pasa igual, aunque sea una enfermedad más abstracta y difícil de comprender, la persona tampoco puede hacerlo.

Yo quería expresar ese sentimiento de incomprensión, porque lo que me obsesionó fue sufrirla sin tener herramientas, sin saber qué me estaba pasando por el cuerpo.

"No sé en qué parte de mi cuerpo está la herida. Me estiro o me rompo el codo, me estremezco, me estrangulo. No sé en qué parte de mi cuerpo está la herida"... ¿Cómo se te manifiesta físicamente la depresión?

Yo sentía náuseas desde que me levantaba por la mañana hasta la noche. Una calle que recorría en cinco minutos, tardaba media hora en caminarla, porque el cuerpo no me funcionaba.

Es como si estuviera, con todas las diferencias y el respeto, inválida. No me levantaba para ir al baño porque no podía. Estás inservible y cuesta entenderlo.

¿Cómo fue el proceso de escribir con depresión?

Empecé muy despacio, a mano en un cuadernito, ni siquiera creía en poder ser escritora, porque en ese momento solo quieres desaparecer del mundo, morirte básicamente, dicho en las palabras en que hay que decirlo.

Y me costó mucho creer en el libro, en el tema, trasladarlo a la literatura. Es además un tema que está muy banalizado con la autoayuda.

Entonces parto del extrañamiento e intento indagar en la tristeza, en el misterio de la mente y lo incomprensible de la condición humana, en las cosas que nos pasan.

Y en esta revisión de tus vivencias, ¿cuáles fueron los dolores que encontraste?

La depresión es un diálogo con la muerte, dejas de dialogar con la vida, ya no quieres salir al mundo, no quieres viajar, ni tomarte una cerveza con tus amigos, nada, solo quieres estar en el sofá y piensas en formas de morir. Y estando tan cerca de la muerte -nunca había estado tan cerca-, me vinieron muchos recuerdos.

También pensé en cómo había llegado a la situación de querer matarme. Y empecé a pensar qué me había pasado cuando niña, comienzas a rememorar, a rebobinar, a ver si puedes encontrar alguna causa donde sea.

Eso pasa cuando estás en un estado vital al límite, te viene la infancia de repente, momentos decisivos de tu vida que te han configurado el carácter.

Cuentas que te acosaban en el colegio, que quizás no tuviste la protección que necesitabas. ¿Cómo habría que criar a los niños para enfrentar la dureza del mundo?

Hace poco hablé con psiquiatras y me dijeron que en algunos colegios hay una asignatura optativa sobre salud mental, para que los niños aprendan que los actos tienen consecuencias.

Si acosas a un niño, puede ser que más adelante tenga un trauma, porque eso no se olvida, lo llevas enquistado dentro.

Y es una pena, porque la sensibilidad es un valor. Los niños sensibles son los más propensos a sufrir enfermedades mentales más adelante. Habría que cuidarlos, deberían tener cariño extra, porque son sensibles ante la enormidad del mundo.

Y son más vulnerables.

Hablas también de la relación con tu madre y dices: "Mi madre es como Dios: yo no la veo nunca pero ella me ve a mí. Así es Dios, ¿no? Un ente omnipresente.A lo mejor Dios son las madres"... ¿Habrá algo de eso?

El tema de la relación materno filial es algo que me obsesiona, no sé por qué. Yo tengo bastante incomunicación con mi madre, pero no es culpa de ella ni mía, simplemente existe.

Y pienso, ¿cómo saliendo de un cuerpo, que he salido del suyo, puedo llevarme mejor con otras personas?, ¿cómo se llega a ese punto?

Es algo que exploré, que no entiendo y que me retrae, el no conseguir expresar mis emociones a personas que son tan importantes como mis padres, que me han criado.

Está ahí de fondo, es una de las cosas que me planteé en ese momento, ¿cómo puedo decirles a mis padres que no quiero vivir más?

¿Llegaste a decírselo?

Estuve mucho tiempo sin hablar con ellos durante la depresión, no podía, tenía muchísima culpa dentro.

gMe sentía culpable de todo lo que estaba haciendo, de mi actitud, solo quería pedirles perdón.

Es una situación incomprensible para ti y para todos los demás, porque, claro, te dicen ¿qué más tenemos que hacer para que quieras vivir? Si ellos me han criado bien, me han cuidado. Lo que pasa es que tuvieron una hija demasiado emocional.

Hablas de tu pareja, de tu tía, que fue uno de los soportes; para el entorno ver a un ser querido sufrir tanto es difícil también.

Hay personas que me preguntan, incluso padres que me dicen: tengo un hijo que está sufriendo, ¿qué puedo hacer? Y no sé qué contestar porque todo lo que se refiere a la depresión suena impositivo.

Cuando le dices sal a dar un paseo, a lo mejor te sienta bien el sol, a la persona que está en la cama, y que quiere salir al sol pero no puede, todo le suena obligatorio, como una orden.

Se aprende poco a poco a ser una compañía fluida, sin imposiciones. Estar al lado de la persona, intentar que esté bien, si te quiere contar algo te lo cuenta, porque las órdenes no sirven para nada.

Yo espero que este libro sirva como amigo, como compañero durante la depresión, lo coges, lees, luego lo dejas. Lo escribí porque a mí me hubiera gustado leerlo.

Hablas de un diálogo permanente con la muerte,"tu cabeza rumorea cómo acabar contigo, intentas no pensar", ¿cómo se cuela este deseo de morir?

Básicamente te despiertas queriendo morir y te acuestas queriendo morir, y todo el tiempo que pasas es queriendo morir, buscando estrategias para ver cómo y sintiéndote culpable, y echándote atrás, y atreviéndote en un momento dado, pero luego viendo los ojos de tu tía y diciendo no, ya no lo voy a hacer, y llorando.

Así pasa el día, eso es la depresión. Un día tras otro.

Yo estuve tres años así y es una desesperación. En algún momento tenía destellos de luz, veía una imagen de los pájaros en una nube plateada y decía, bueno, creo que hay belleza en el mundo y merecería la pena quedarse. Vas comprendiendo que el mundo merece la pena.

Al principio no podía salir y luego empecé a tomar una caña con unos amigos, aguantaba diez minutos y me iba corriendo. Luego aguantaba 20, después ya podía comer con ellos. Es un proceso lento, progresivo. Poco a poco fui disfrutando de pequeñas cosas y te vas curando, viendo la belleza del mundo otra vez.

"Para suicidarse, es necesario ser egoísta. Olvidar quién y qué te quiere, encerrar el cariño, el amor...y adiós. Me tiré a un coche negro. Tarde y mal porque frenó". Lo intentaste...

Contar el intento de suicidio me parecía importante, no sabía si ponerlo por mis padres, pues les iba a afectar, pero creo que si estás hablando con honestidad, la depresión lleva al suicidio, por eso es una enfermedad grave, porque te llegas a matar.

De hecho, la tasa de suicidios ahora mismo está altísima y esto viene de una depresión anterior, seguro.

No la quise dulcificar sino contarla con toda su crudeza; también con momentos esperanzadores. Estoy aquí, estoy viva, estoy hablando, pero puede desembocar en eso y podría no estar aquí.

También comentas que las notas de suicidio deberían ser analizadas como textos literarios, ¿por qué?

Creo que ahí estás vulnerable, escribiendo con el corazón. Yo leí bastantes y lloré, porque hablas con la muerte tan cerca, que es un estado para analizar. Están escritas en el punto final de alguien con la conciencia casi ida.

Tuve muchas dificultades para buscar cartas de suicidio, están bastante censuradas.

¿Cómo llegaste a escribir la tuya?

En el libro hay una especie de carta que escribí en el bloc de notas del móvil. (Me he convertido en una señal de stop, en una mujer que ya apenas se siente mujer, ni ser viviente, ni nada, pues nada me hace vivaz, ni apasionada, ni soñadora, ni tampoco febril... He estado esperando a que las crisis pasaran. He tenido paciencia).

La llegué a escribir, porque tenía tan pocas esperanzas de vivir, que dije bueno, por lo menos está escrita. Y pedir perdón a todo el mundo, justificar por qué había hecho esto. La culpa es uno de los ejes de la depresión, te sientes culpable por lo que te pasa.

Quieres desvanecerte para no cometer más errores y no ser una carga para nadie, porque emocionalmente eres inestable. Es una amalgama de todas esas cosas.

Y cuando estabas tan cerca de la muerte, ¿le tenías miedo o se pierde ese temor?

Miedo a morir no tenía. Tenía miedo cuando pensaba en cómo iba a dejar a los demás. No lo hacía por los otros. Si no hubiera tenido a nadie más queriéndome, quizá lo hubiera hecho. Lo que más me frenaba era eso, cuando me entraba la cara de una persona que quería.

Querer es un antídoto contra la muerte, que te quieran o que haya alguien detrás queriendo.

Pero aún habiendo esa persona, a veces tampoco funciona...

La enfermedad es más fuerte que todo.

Una chica que conozco, una amiga que tiene depresión, me dijo que el otro día estuvo una tarde entera en un centro comercial mirando cuchillos. Esa fue su tarde entera.

Me parece brutal, de una desesperación y una tristeza que me conmueve. Eso no puede ser vivir. No es un estado de ánimo. Es una enfermedad.

También usas el humor y declaras: "no quiero morir con el pelo sucio, las piernas peludas, los ojos amoratados, el labio partido, un insecto rondando por el cuerpo... Morir bien es un acto poético. Morir con la piel suave y un perfume a rosa recién cortada. No pido más". ¿Lo pensaste de verdad?

Al final también hay un poco de patetismo dentro del libro, humor hacia uno mismo.

Un día intenté hacer la compra del supermercado y hacía mucho sol, era un sol como que me acuchillaba. Y entonces volví corriendo y decía, ¿quién le ha dado un cuchillo al sol? Es una visión distorsionada de la realidad. Estás tan frágil que te rompes con cualquier cosa, con que haga un poco más de sol.

¿Pero se trataba de morir digna, perfumada?

También está esa presión hacia las mujeres, que es siempre estar bien. Esa dictadura de la belleza y en el momento de morir, yo me lo planteé.

Tenemos tantos mandatos que cumplir las mujeres que hasta cuando estás fatal y te quieres matar, piensas en morir más o menos limpia, peinada y no hecha un desastre. A mí me impresionó. Llevas tanto dentro, tanta presión, que te lo planteas.

¿Qué diferencia hay entre una gran tristeza y la depresión que sufriste, para la que podría haber una predisposición biológica?

Mi miedo más terrorífico no es la muerte siquiera, es volver a tener depresión, me aterroriza cada mañana.

Creo que hay una predisposición genética, tengo una abuela que la tuvo y una prima. Pero también hay factores sociales y se puede incubar en la infancia si te falta amor, si te falta atención.

Para mí es una búsqueda, porque soy una persona muy vital a la que no le pega tener depresión. De repente estalló y para mí es una amenaza invisible, que nos puede pasar a todos y que hay que aceptar, como cuando tienes un bulto cancerígeno y vas al médico.

Si notas que estás triste, vas a un psicólogo y si te deriva al psiquiatra, a lo mejor lo necesitabas.

¿Qué descubriste de tu relación con los fármacos?

Creía que me darían un fármaco para estar un poquito grogui, medio dormida durante el día.

En cambio me dieron uno que me estimulaba muchísimo, me daba energía. Sentía como un empuje, como si alguien me llevara del brazo con los antidepresivos y para todo aquel que esté asustado o asustada, yo aconsejaría que se dejase ayudar por ellos.

Es una medicación difícil, con efectos secundarios como todas, pero al final es lo que te salva. Y a mí, me salvó. Este libro es un elogio hacia la ciencia también.

Dices: "yo beso mis cosas, las beso día y noche, es lo que soy. Tengo que besarme y besarme para curarme en condiciones. No esperes que nadie te bese, besarte a ti misma". ¿Al final hay que rascarse con las propias uñas?

Al final todo se basa en el amor propio, suena un poquito a autoayuda, pero creo que vamos a estar solos en muchos momentos de la vida y que la depresión también surge por una autoestima muy baja, por la dependencia y por muchas cosas.

Una de las lecciones que saqué es que tengo que aprender a estar sola y a quererme tal y como soy, a quererme sola o acompañada, pero sola también. Y ya está. Si es que se puede sacar algo bueno de la depresión es un grado más de madurez, no lo sé.

Este artículo es parte del Hay Festival Arequipa digital, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 1 al 7 de noviembre de 2021.

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