Por Phillip Durán
El próximo jueves 1 de septiembre, a las 10.00 horas de Roma -cinco horas más que en Chile- el embajador ante la Santa Sede, Mariano Fernández, tendrá una conversación a solas con el Papa Francisco. El encuentro se producirá en el marco de la entrega de las cartas credenciales, tradicional rito de la diplomacia, en que el encargado de la misión se presenta ante el Jefe de Estado -en este caso de El Vaticano- y queda oficialmente habilitado para representar a su país.
En la ocasión, Fernández -ex canciller del primer gobierno de Bachelet y ex subsecretario de RR.EE. en la administración de Frei Ruiz-Tagle- entregará al Santo Padre el documento original, con la firma de la Presidenta Michelle Bachelet, en que la Mandataria lo invita a visitar Chile.
Se trata, de todas maneras, de una reiteración: una copia de esa carta ya la había recibido en sus manos Jorge Mario Bergoglio hace un par de meses, cuando la entonces embajadora, la ex ministra Mónica Jiménez, fue a despedirse del Papa antes de partir a su nuevo cargo de jefa de la misión chilena ante Israel.
Como sea, la invitación al Sumo Pontífice sigue en pie. Al menos en lo formal, según dicen en círculos diplomáticos y políticos. Esto pues, al hablar de una eventual visita del Papa, en Santiago también hacen referencia a un “cambio de foco”.
Con esto se alude a las variadas dificultades sobre la mesa para que el Papa Francisco pueda concretar una eventual visita a Chile durante 2017. Pero también a una actitud “serena” por parte de las autoridades chilenas para asumir dicho escenario.
“No sucede lo mismo que en 2015”, explican fuentes que conocen el tema, aludiendo a que en ese momento Chile realizó intensas gestiones para lograr que el Papa incluyera una visita a territorio nacional en la misma gira que lo llevó -en julio de ese año- a Bolivia, donde hizo un fuerte guiño a la aspiración marítima de ese país: “estoy pensando en el mar, en el diálogo. El diálogo es indispensable”, indicó en dicha oportunidad, gatillando el festejo de la administración de Evo Morales y una intensa incomodidad en Santiago, que había pedido neutralidad a la Santa Sede.
Recargada agenda
Según fuentes que conocen la relación con El Vaticano, el Papa tiene una recargada agenda para 2017, en cuanto a América del Sur se refiere. Ya comprometió una visita a Colombia a raíz de los acuerdos de paz con las Farc, viaje que confirmó el Presidente de ese país, Juan Manuel Santos. También irá a Brasil por los 300 años de la aparición de la patrona de ese país, la Virgen de Aparecida, y el décimo aniversario de la V Asamblea General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en esa misma ciudad y donde el entonces cardenal Bergoglio jugó un rol clave en la redacción del documento final, texto guía de la iglesia latinoamericana.
Además, él mismo había mencionado la posibilidad de concretar su postergada primera visita a Argentina durante 2017. Sin embargo, lo que varios califican como una relación distante con el gobierno de Mauricio Macri y el hecho de que sea un año de elecciones -parlamentarias, con primarias incluidas- complica dichos planes.
“Si no va a Argentina, tampoco viene a Chile”, dicen quienes conocen el tema, quienes agregan que el calendario electoral en nuestro país -con comicios presidenciales y parlamentarios- también es un elemento que podría desincentivar una eventual llegada a Santiago. “Tendría que estar aquí entre abril y mayo, antes de que la campaña se instale con fuerza”, se sostiene.
“Hay temas de la Iglesia Católica chilena que son muy importantes para la Iglesia Católica chilena y a los que el Papa les concede importancia. Pero no estamos en la tragedia de la crisis que está viviendo el Medio Oriente, por ejemplo, y ahí están las prioridades y urgencias del Vaticano. Es ahí donde uno pide más equilibrio y más serenidad en la mirada y que trabajemos tranquilos en la preparación de la visita”, dijo el propio Fernández la primera semana de junio en entrevista con El Mercurio.
Un mensaje similar transmitió por esos días a los diputados de la comisión de Relaciones Exteriores, donde fue invitado a exponer ante su envío a El Vaticano en reemplazo de Mónica Jiménez.
El factor Bolivia
Más allá de la cargada agenda de Francisco, en círculos políticos y diplomáticos señalan que los gestos realizados por el Papa el año pasado en favor de la posición de Bolivia en la disputa marítima también han influido en este nuevo foco con que se toma la ausencia de una eventual visita durante 2017.
El año pasado, la Cancillería chilena realizó gestiones directas ante Bergoglio y ante la secretaría de Estado de El Vaticano, pidiendo explícitamente “neutralidad” en el tema. Sin embargo, los dichos del Sumo Pontífice en La Paz -y los que pronunció días después mientras volaba de vuelta a Roma, señalando que “no es injusto” que Bolivia tenga como anhelo una salida al mar- instalaron en Chile la sensación de que el Papa es “impredecible”.
“Obviamente que cuando el Papa confirmó su visita el año pasado a Bolivia, generó una urgencia política en Chile por el diferendo marítimo. Ahora, ya habiendo visitado y hecho declaraciones que no fueran tan bien recibidas, la fuerza y entusiasmo que se dedicó, esa energía, parece haber mermado en cierta medida. Sin embargo, Chile tiene mucho interés que venga de todas maneras”, dijo el diputado de la comisión de RR.EE., el RN José Manuel Edwards.
“Siempre será bienvenido, pero si la visita se realiza, me gustaría que diera una palabra de apoyo explícito ante el otro país católico que está en dicha controversia. Como líder religioso y como jefe de Estado, el Papa no debió haber tomado partido en el tema marítimo”, dijo a su turno el también integrante de comisión de RR.EE., el PPD Jorge Tarud.