En Argentina, un país acostumbrado a las crisis económicas, hay una suerte de obsesión con el dólar. Y este jueves prácticamente todos hablaban del mismo.

Fue una jornada histórica: nunca antes el precio del dólar había estado tan alto.

La moneda estadounidense cerró la jornada en 23,30 pesos, 9% más que el miércoles y 12% más que hace una semana.

Es la pérdida de valor en un día más grande desde que el presidente, Mauricio Macri, eliminó en 2015 el control cambiario heredado de Cristina Kirchner.

Aunque casi todas las monedas de la región sufrieron devaluaciones durante los últimos días, la de Argentina no solo ha sido la mayor sino que prendió las alarmas sobre una economía que no termina de ordenarse tras las reformas que aplicó Macri en dos años y medio de mandato.

"Las situaciones de volatilidad no nos tienen que asustar", afirmó a la prensa el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

"Si no tuviéramos la flotación (de cambio, a diferencia del control del gobierno anterior) o si no hubiera correcciones, tendríamos atraso cambiario que afectaría al empleo y la producción", aseguró en referencia a los grandes beneficiarios de la suba: productores y exportadores.

"Muchas monedas de la región y del mundo han tenido movimientos en los últimos días", justificó.

La infructuosa intervención del Banco Central

El alto cargo de la Casa Rosada se refería a la subida en diciembre de las tasas de interés de los bonos en Estados Unidos, lo que ha atraído capitales de los mercados emergentes.

Esta semana, la Reserva Federal estadounidense anunció que va a mantener su tasa a corto plazo en entre 1,5% y 1,75%. El desplazamiento de capitales, entonces, profundizó su tendencia hacia el norte.

Ante esto, el Banco Central argentino subió el jueves las tasas de interés de los bonos locales en pesos hasta llegar a la cifra histórica de 33% de rentabilidad anual.

Asimismo vendió en el mercado de cambios US$4.800 millones de sus reservas.

Las medidas buscaban fortalecer el peso y abastecer el mercado de dólares.

Pero eso no impidió el record, que llegó a la primera plana de los medios y, como suele pasar en esta sociedad de extremos, dio para que algunos predijeran lo peor.

Tras décadas de traumáticas devaluaciones que se trasformaron en graves crisis económicas, sobre todo en 2001, el peso perdió credibilidad, muchos argentinos sacaron sus ahorros del país y las inversiones se espantaron.

Cada momento de volatilidad cambiaria acá revive memorias traumáticas, sobre todo si el gobierno de turno está llevando a cabo un proceso de ajuste con enfoque neoliberal.

En medio del ajuste

Macri, un empresario de centro-derecha, enfocó su política económica en recuperar la confianza, saldar cuentas con los mercados internacionales, financiar el déficit fiscal con emisión de deuda externa y promover las inversiones para fomentar el empleo y el consumo.

Pero esto último, que ha costado impulsar por la falta de confianza en una de las economías más inestables del continente, nunca llegó y las dudas sobre la capacidad de Macri de poner orden se han disparado en el exterior.

Y es que si bien el gobierno insiste en atribuir la suba del dólar al contexto internacional, sus críticos le achacan que su política de ajuste no solo es limitada, sino que ha afectado a la mayoría de los argentinos.

Para reducir el déficit fiscal y aumentar los ingresos del Estado, el gobierno ha realizado uno de los aumentos de tarifas de servicios públicos más grandes de la historia reciente del país.

Muchos argentinos están pagando un tercio de sus salarios en servicios, sumado a que la inflación sigue siendo la segunda más alta América Latina después de Venezuela.

En varios sectores los aumentos de sueldos no son tan altos como la inflación, que ahora algunos creen seguirá en aumento debido a la suba del dólar.

Peña, sin embargo, reiteró el jueves que el gobierno aspira a terminar el año con una inflación de 15% (menor al 25% de 2017), pese a que analistas privados la estiman en alrededor de 20 o 25%.

De hecho, el gobierno esperaba terminar el año con el dólar a 21 pesos y acabar su mandato en diciembre de 2019 con el mismo a 23,5.

Pocas veces se ha visto que el peso argentino baje frente al dólar. Los planes de quien promete devolver la normalidad a los argentinos y espera ser reelecto en 2019, probablemente tengan que ser reacomodados.

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