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Estos son sólo algunos de las historias que muchos ignoramos, día a día, cada vez que pasamos por la calle. Indigentes y mendigos que alguna vez ejercieron en trabajos: profesores y personas con título profesional; hoy, abandonados a su suerte, deambulando por la ciudad.

Wilson Tapia

Es junior y vive con Andrea Sotomayor, su señora, hace 22 años. De ellos, hace 11 viven juntos en la calle.

En su “ruco”, junto al Cementerio, también vive su hijo José Manuel de 16 años. Y hasta hace dos semanas también  Alfonso, el mayor.

Wilson se levanta todos los días a las 08.30 y parte a la biblioteca de Independencia. Ahí pasa el día, intentando no pensar en drogas.

Aunque Wilson no tiene teléfono, si Facebook. Y desde la biblioteca chatea con sus 47 amigos.

Wilson, para su foto, pidió un retrato con traje y corbata. Quería que la gente lo viera aunque fuera por un momento.

Arturo Lizana

Tiene 90 años y fue profesor de matemáticas y de física.

Hoy tiene una avanzada demencia senil.

Carabineros lo encontró vagando en Ñuñoa y, en el albergue Víctor Jara, reconstruyeron su identidad con sus huellas digitales.

Para su retrato, Arturo pidió una foto comiendo porotos. Fue su forma de volver a sentirse en casa.

Ernesto Godoy

Ernesto ha pasado los últimos 4 años de su vida viviendo en las calles de Santiago e Iquique.

Estudió topografía en la USACH, pero se dedicó a la cocina; oficio que ha abandonado.

Nadie en su familia sabe de su actual situación.

Para su foto, Ernesto pidió volver a cocinar, cosa que no hacía hace tiempo.

Ernesto asegura que saldrá de su condición de calle. 

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