Los rumores sobre la muerte de Raúl Castro despiertan las expectativas sobre cambios posibles en Cuba, pero el poderoso entramado de control del poder político en la isla obliga a no hacerse demasiadas ilusiones.
Raúl Castro ha muerto en las redes sociales tres veces en los dos últimos años.
Y, al igual que sucedió con su hermano mayor, Fidel Castro, para muchos cubanos, tanto en Cuba como en el exilio, su desaparición física podría significar el fin de una era.
Así es como permanecen esperanzados todos en que llegue el punto de giro que la isla necesita para avanzar realmente hacia ese país mejor y más próspero que el castrismo prometió en 1959, sin que haya podido cumplir esa promesa en más de seis décadas.
Los hechos de la cruda realidad que vive hoy el pueblo cubano no apuntan a la esperanza: Fidel Castro murió en 2016 a los 90 años y el castrismo se atrincheró aún más en su clásico discurso de trinchera encabezado.
Todo, por la llamada "Generación Histórica del Centenario”, al frente de la cual quedaba Raúl Castro, alguien considerado más pragmático, con lo cual muchos sectores de la opinión pública internacional consideraron que vendrían cambios.
Capitalismo militar de Estado
Y ciertamente, llegaron los únicos cambios: por un lado, los herederos de Raúl y su entorno de militares fieles implementaron un capitalismo militar de Estado que les permitió monopolizar finalmente todo el poder económico y financiero.
Por el otro, se creó la infraestructura para permitir grandes y medianas inversiones a una casta militar y política, cuyo peligroso poder había sido limitado hasta el momento por Fidel Castro.
Así fue cómo los obligó a ser simples marionetas de su concepción de "ordeno y mando” en la economía y las finanzas.
En el aspecto político más amplio se instauró el concepto dentro de la nomenclatura de la idea de lo que se ha llamado "supervivencia desde el mito histórico”, es decir, resistencia en la crisis apelando a la mítica ideológica de Fidel Castro y su proyecto de país.
El resultado de estos "cambios" en la vida económica y social de la isla ha sido desesperanzador: la profundización de las clases sociales.
Lo anterior, con más del 90 por ciento de la población viviendo en el límite de la pobreza extrema, según un estudio reciente del Observatorio Cubano de los Derechos Humanos.
El descenso de la población en la isla a menos de 10 millones de habitantes a causa del mayor y más sostenido éxodo de las últimas seis décadas, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información.
A lo anterior se suma una contracción económica junto a una inflación tan descomunales, que han obligado al propio Gobierno a declararse en "estado de economía de guerra”.
Esto se materializa, según fuentes de la oposición en la isla, en un claro mensaje del Gobierno al pueblo: "No podemos resolver ningún problema, pero hay que seguir resistiendo".
Muerto Raúl Castro, ¿qué cambia?
En términos históricos, moriría el último líder de la generación que llevó al triunfo revolucionario de 1959 contra el dictador Fulgencio Batista.
Pero esa desaparición no significaría ningún cambio real en el actual panorama del poder en la isla. Ese poder ya ha sido distribuido previsoramente para soportar el fin del castrismo.
Raúl Castro dejó de ser una presencia política habitual para, igual que sucedió antes con Fidel Castro, convertirse en un elemento mítico de referencia en la sombra del poder.
Y son evidentes los movimientos políticos que apuntan al neocastrismo, tendencia que nada tiene de ideología, aunque sí manipula el mito histórico de la Revolución Cubana y su significado para la izquierda internacional.
A muy largo plazo, una esperanza de cambio sería la inutilidad creciente del uso de ese mito histórico ante el pueblo y ante el mundo para justificar y avalar la gestión política del Gobierno en Cuba.
Por lo que la única esperanza real de cambios estaría en si esa estructura política dominante pierde el control ante la inevitable redistribución del poder que se produce siempre ante la muerte de un líder autócrata.