Un estudio llevado a cabo por el MIT Election Data and Science Lab aseguró que “no hay ninguna evidencia estadística de fraude” en las últimas elecciones presidenciales de Bolivia, en las que resultó reelecto Evo Morales, sin embargo, renunció a su cargo luego de días de protestas y presiones de las Fuerzas Armadas, que le quitaron su respaldo.
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La investigación encabezada por Jack Williams y John Curiel y publicada este jueves en The Washington Post, contradice lo dicho por la Organización de Estados Americanos (OEA), que luego que Morales resultara ganador en primera vuelta, dijera que los comicios fueron “profundamente defectuosos”.
La OEA aseguró que hubo actas quemadas y nombres duplicados en las elecciones, además de una suspensión prolongada del Sistema de Transmisión de Resultados Preliminares (TREP), que a la hora de la reposición del servicio mostraba una tendencia “altamente improbable” en favor del candidato del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Sin embargo, el estudio del MIT dice que no parece haber grandes diferencias en el margen de los resultados antes y después del corte del servicio. “En cambio, es muy probable que Morales haya superado el margen de 10 puntos porcentuales en la primera vuelta”, agrega.
La Constitución boliviana dice que un candidato presidencial puede ganar en la primera vuelta si supera el 40 por ciento de las preferencias y si vence por al menos diez puntos porcentuales a su más cercano perseguidor, lo que logró Evo Morales.
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“Lo que sí es posible afirmar es que ha habido una serie de operaciones dolosas encaminadas a alterar la voluntad expresada en las urnas”, concluye el informe, haciendo referencia a la salida de Morales del poder a instancia de las FFAA y la reprogramación de unas nuevas elecciones sin el ex Presidente para el 3 de mayo.
“¿Hubo una discontinuidad entre los votos contados antes y después del recuento no oficial? Por supuesto, y las discontinuidades pueden ser evidencia de manipulación”, aclaran Williams y Curiel, pero no se han encontrado “anomalías” con base solo en la “evidencia de las estadísticas” que acusa la OEA.