De tanto en tanto, el país que emprendió una cruzada global contra el extremismo yihadista se ve forzado a mirar de puertas a dentro para evaluar la amenaza que supone el extremismo de cosecha propia.
Es un proceso que se repite cada vez que se produce un ataque como el tiroteo de la pasada semana en la iglesia metodista episcopal africana Emanuel de Charleston, Carolina del Sur, en el que murieron 9 personas.
¿Se exagera la amenaza de los islamistas radicales y se subestima el peligro del extremismo de derecha en Estados Unidos?, se preguntan los expertos.
Y no en vano, puesto que desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, el extremismo nacional ha provocado más muertes en suelo estadounidense que el extremismo islamista.
Casi el doble.
Un fanatismo más letal
Las nueve personas que murieron a manos de Dylann Roof, un joven inspirado en ideas supremacistas blancas, se unen a una lista recopilada por el centro de investigación New America, con sede en Washington DC.
Según los datos de esta organización, desde 2001, 48 personas murieron en ataques perpetrados por extremistas de derecha, frente a 26 personas que cayeron víctimas de ataques yihadistas.
Supremacistas blancos, fanáticos antigubernamentales y otros extremistas no islamistas cometieron 19 ataques en suelo estadounidense en esta franja de tiempo. En contraste, se produjeron siete ataques mortales a manos de militantes islamistas.
El Southern Poverty Law Center (Centro Legal de Pobreza Sureña), organización con sede en Alabama, suscribe la información y alerta sobre los peligros de no controlar al extremismo nacional.
Entre tanto, desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, las agencias de seguridad nacional se han centrado en la amenaza del terrorismo islamista, con lo que se han limitado los recursos públicos para combatir a los grupos de odio nacionales.
Antes de Charleston, el caso más reciente y dramático de un ataque con tintes extremistas de derecha ocurrió en agosto de 2012, cuando el neonazi Wade Michael Page entró en un templo sij en Wisconsin y mató a tiros a 6 personas e hirió a otras tres.
Page, que era miembro del grupo supremacista Northern Hammerskins, murió también en el ataque.
En junio de 2014, Jerad y Amanda Miller, un matrimonio con ideas neonazis y fuertes opositores del gobierno, entró en una pizzería en Las Vegas y mató a tiros a dos policías que almorzaban en el local.
La pareja dejó una esvástica sobre los cuerpos y una nota que rezaba: "Este es el comienzo de una revolución". Los Miller mataron a una tercera persona en una tienda cercana.
Sin olvidar otro caso que pudo haber terminado en drama en Austin, Texas, cuando Larry McQuilliams disparó más de 100 balas contra edificios oficiales incluida la sede de la policía y el Consulado de México.
Las balas no alcanzaron a nadie y McQuilliams murió a manos de un agente de policía, que evitó que el sospechoso detonara unas bombas de gas propano que portaba consigo.
En defensa del "ciudadano soberano"
Los extremistas nacionales, recogidos bajo el paraguas de organizaciones de supremacistas blancos o actuando en solitario, generalmente compartensentimientos de rechazo a las minorías, hostilidad hacia el gobierno y una defensa acérrima de la idea del "ciudadano soberano".
En sus manifiestos o intervenciones en las redes sociales, suele repetirse la denuncia del "genocidio blanco" del que supuestamente son víctimas.
¿Quiénes son el objetivo de sus ataques? Agentes de policía, miembros de minorías raciales o religiosas y civiles al azar.
Precisamente los agentes de policía han llamado la atención sobre esta amenaza doméstica y han demandado que se incrementen los recursos para hacerle frente.
Amenaza anunciada
En un informe de 2009, el Departamento de Seguridad Nacional advirtió que la combinación de una economía débil y la elección del primer presidente negro podían impulsar una reacción violenta de los supremacistas blancos.
Sin embargo, mientras hay cientos de expertos trabajando en diferentes instancias del gobierno para desentrañar amenazas islamistas, ya sean de al Qaeda, grupos afiliados u otras organizaciones radicales, sólo hay docenas de analistas federales monitoreando la amenaza nacional.
Ahora, tras el tiroteo de Carolina del Sur, han surgido voces que piden que se recupere la determinación que surgió tras el atentado de Oklahoma de 1995 paraabordar el peligro que supone tener al enemigo en casa.