AFP
El calvario de un hombre negro encarcelado por más de una semana en Rio de Janeiro tras haber sido confundido con un sospechoso que era calvo como él y tenía "el mismo color de piel" generó polémica en Brasil.
"No cambia y no va cambiar nunca. La sociedad es racista y lo será siempre. La justicia es ciega y está llena de fallas", dijo Antonio Carlos Rodrigues a varios medios brasileños cuando salió de prisión el viernes por la noche.
La Policía Civil de Rio de Janeiro afirmó este domingo a la AFP que abrió una investigación "para establecer las responsabilidades" en este caso.
El trabajador de 43 años fue arrestado el 13 de julio, acusado de haber participado de un robo a mano armada en el consulado de Venezuela.
Para identificarlo, los policías se basaron únicamente en las fotos publicadas por el hombre en las redes sociales, comparadas a un video de cámaras de vigilancia del consulado. En esas imágenes el sospechoso llevaba puestas gafas de sol.
Según un informe público publicado por el sitio G1, el comisario encargado de la investigación vio un parecido en "el color de piel, la forma de la nariz y el rostro", y destacó ciertas características como la calvicie y "las orejas grandes, puntiagudas y sobresalidas".
"Es un error grotesco. Cualquiera puede reconocer las diferencias físicas entre los dos", comentó el hermano de Antonio Carlos Rodrigues en el sitio G1.
La familia del detenido fue quien llevó a cabo la investigación y obtuvo otras imágenes de cámaras de seguridad que muestran que el sospechoso que aparece en las del consulado ya estaba en prisión, ya que había sido detenido unos días después por otro asalto a mano armada.
Finalmente, la policía reconoció su error y dio la orden de liberar a Antonio Carlos Rodrigues. El hecho generó polémica en Brasil y muchos brasileños comenzaron una campaña en las redes sociales titulada #Somos todos Antonio Carlos.
Brasil fue el último país de América Latina en haber abolido la esclavitud en 1888. Actualmente siguen existiendo hechos de racismo institucional que profundizan las desigualdades sociales. Más de la mitad de los brasileños son negros o mestizos, pero solo el 5% ocupa puestos de directivos.