Su rostro, sus ojos verdes claros, su mirada dieron la vuelta al mundo en una portada icónica de la revista estadounidense National Geographic.
Sharbat Gula era la niña de 10 años que en 1985 se hizo famosa sin buscarlo ni quererlo.
Y es que por casi 17 años, no tenía idea de que su rostro había sido famoso en muchas partes del mundo.
El fotógrafo estadounidense Steve McCurry tomó el retrato que se convirtió en una de las imágenes más emblemáticas de los miles de afganos que huyeron de la guerra tras la invasión soviética.
Gula vive con sus cuatro hijos, un varón y tres nenas, en Kabul, Afganistán, donde le dice a la BBC que quiere tener una vida normal tras años de tragedias.
La única vez que Gula habló con un medio de comunicación antes de esta entrevista fue, según su familia, para un documental que se produjo en 2002, en el que McCurry la buscó y la encontró en Pakistán, donde vivió por más de tres décadas.
Gula vive en Afganistán, pero no puede ir a su pueblo natal.
Su hogar estaba en el distrito de Kot, en el este del país. Una región que se ha convertido en un bastión de radicales vinculado con la organización extremista autodenominada Estado Islámico (EI).
Su hermano, Kashar Khan, y cientos de personas han tenido que abandonar el área por temor a la crueldad de EI.
"Nosotros no podemos ni siquiera visitar nuestro pueblo por la inseguridad y no tenemos un refugio en (la ciudad de) Jalalabad. Nuestra vida es una lucha que va de penuria en penuria", indicó su hermano.
Pero la prioridad de Gula es quedarse en su casa, recuperarse de sus problemas de salud y ver a sus hijos crecer, recibir educación y llevar adelante vidas felices.
"El peor incidente de mi vida"
Como muchos afganos, Gula buscó refugio en Pakistán y vivió en ese país por 35 años.
Pero en octubre fue detenida y deportada por haber obtenido "ilegalmente" documentos de identidad paquistaníes.
"Estábamos bien allá, teníamos buenos vecinos, vivimos con nuestros hermanos pastunes. Pero no me imaginé que al final el gobierno paquistaní me iba a tratar de esta manera", le dice Gula a la BBC en una casa temporal en la que vive en Kabul.
Su detención resaltó las denuncias de arrestos arbitrarios y deportaciones arbitrarias de refugiados afganos en Pakistán.
Dos días antes de un viaje planeado a Afganistán, su casa fue allanada en la noche y fue detenida.
El gobierno de Pakistán les ha ordenado a los casi dos millones de refugiados afganos en su territorio a salir.
"Le dije a la policía que había hecho esa tarjeta de identidad por dos razones: para educar a mis hijos y para vender mi casa, lo cual no era posible sin una tarjeta de identidad".
Cumplió una pena de 15 días en prisión, la primera semana en la cárcel y la segunda, en un hospital donde fue tratada por hepatitis C.
"Ese ha sido el peor incidente de mi vida, el más duro", cuenta.
"Suficiente"
Al darse cuenta de lo ocurrido, Pakistán le ofreció quedarse, pero Gula rechazó la oferta.
"Les dije que me iba a mi país. Dije: 'Me permitieron estar aquí por 35 años, pero al final me trataron así'. Suficiente".
Su esposo y su hija mayor murieron en Peshawar, Pakistán, donde están enterrados.
"Si quiera regresar, sería solo para rezar en las tumbas de mi esposo y de mi hija, quienes están enterrados en frente de la casa donde vivíamos".
"Que cumplan sus promesas"
Tras su regreso a Afganistán, Gula fue recibida por el presidente Ashraf Ghani en el palacio de gobierno y por el expresidente Hamid Karzai.
"Me mostraron respeto, me dieron una bienvenida cálida. Les agradecí. Dios los bendiga", cuenta.
El gobierno le ha prometido apoyo financiero y comprarle una casa en Kabul.
"Espero que el gobierno cumpla sus promesas", señala.
Aunque se encuentra enferma y frágil, los ojos de Gula siguen siendo penetrantes, están llenos tanto de miedo como de esperanza.
Asegura que ya vendió su casa en Pakistán porque temía que la arrestaran por "no tener los documentos exigidos para quedarse".
Pero tiene planes para su futuro.
"Quiero crear una organización de caridad o un hospital para ayudar a todos los pobres, huérfanos y viudas", indica Gula.
"Quisiera que hubiese paz en este país para que no hubiese gente sin hogar. Dios componga este país".
El retrato
La foto de la "niña afgana" fue tomada por McCurry en un campamento de refugiados en 1984, cerca de Peshawar, cuando Gula estaba estudiando en una escuela instalada en una carpa.
Cuando mi hermano me mostró la foto, me reconocí y le dije que sí, esa es mi foto
La foto se publicó en 1985 y se convirtió en una de las portadas impresas más reconocidas.
Pero ella por años no supo que era famosa.
"Cuando mi hermano me mostró la foto, me reconocí y le dije que sí, que esa era mi foto".
"Fue una sorpresa (porque) no me gustaban los medios de comunicación y no me gustaban las fotos de mi niñez. Al principio estaba preocupada por la publicidad de mi foto pero cuando supe que yo había sido la causa para que muchas personas y refugiados recibieran ayuda, me alegré".
Ninguno de los seis hijos de Gula sacaron sus ojos verdes. Pero su hermano y una de sus cuatro hermanas también los tienen claros.
Gula cuenta que su abuela materna tenía los ojos de un color similar.
La guerra a la que le dio rostro
Gula estaba viviendo con su familia en el distrito de Kot cuando las fuerzas soviéticas invadieron Afganistán en 1979.
"Había una guerra entre los rusos y los afganos. Esa fue la razón por la que nos fuimos. Había mucha destrucción".
Su madre murió de apendicitis en el pueblo, cuando ella tenía 8 años. Como cientos de miles de afganos, su familia (su padre, sus cuatro hermanas y un hermano) se fueron a Pakistán y empezaron a vivir en una carpa en un campamento de refugiados llamado Kacha Garahi, ubicado a las afueras de Peshawar.
Se casó a los 13 años. Pero su esposo, Rahmat Gul, fue diagnosticado con hepatitis C y murió hace cinco años.
Su hija mayor también murió de hepatitis hace tres años, cuando tenía 22. Dejó una bebé de dos meses.