A la sombra del fantasma del pasado, la Alternativa por Alemania (AfD) se abrió paso decisivo en una elección general en Alemania que, sin sorpresas, dio por ganadora a la actual canciller Angela Merkel para un cuarto mandato consecutivo.
Con esto se confirmó una de las mayores pesadillas del momento: el partido ultraderechista se transformó en el “otro gran ganador” de la jornada electoral del pasado 24 de septiembre.
Desde hace semanas, buena parte de los políticos alemanes seguían atentos al avance de la AfD que, a la sobra de mensajes radicales, permitieron, finalmente, que la ultraderechista entrara en el Bundestag (Cámara Baja), algo que no ocurría desde 1945, al superar el umbral legal del 5 %.
Además, la Alternativa para Alemania consiguió situarse en la tercera fuerza más votada, con un 12,6%, según las primeras proyecciones.
Con un discurso duro e intolerante, la AfD ha atraído a los desencantados alemanes de la creciente desigualdad económica –o de la Alemania a “dos velocidades”– y que ven en los refugiados un mal mayor. Sus líderes se muestran como una “alternativa” a las formaciones políticas existentes y a la coalición socialista y democratacristiana que ha liderado a ese país durante tres mandatos consecutivos.
La AfD surgió en 2013 como un partido euroescéptico, pero en la actualidad es una coalición antiinmigración y totalmente contraria al islam. El “Islam es una amenaza real para la paz”, dijeron los dirigentes de este partido en plena campaña.
En su programa este partido reclamó el cierre de las fronteras, “un crecimiento negativo” en el flujo migratorio y una comisión investigadora en el Parlamento que llevara al "banquillo de los acusados" a los responsables de la “inmigración masiva”. En la diana del AfD está Merkel y su política de refugiados que tantas críticas han levantado.
La prohibición del velo en espacios públicos, la eliminación de las cátedras de Teología Islámica en universidades alemanas y de las clases de religión musulmana en las escuelas públicas, fueron otras propuestas. El cerco también está en torno a una UE golpeada por el Brexit y la crisis financiera.
Así, con la llegada del partido ultraderechista al hemiciclo alemán se ampliará o fortalecerá el debate antiinmigración, islamofóbico, con toques xenófobos, erradicados de allí durante más de tres generaciones, por el miedo, el pudor y la vergüenza.
El líder más duro de la AfD, Alexander Gauland –ha calificado la existencia del monumento del Holocausto de Berlín como “una vergüenza”– y la economista Alice Weidel, de 38 años, más moderada, ya han celebrado los resultados de los comicios del domingo pasado, prometiendo avanzar en el marco de sus declaraciones.
Habrá que ver qué línea será la que predomine, porque aunque el divorciado Gauland y Alice Weidel coinciden en defender la familia tradicional, católica, apostólica y romana, existen divisiones internas sobre la propia definición del partido, tras el impulso ganado en las elecciones de 2015 donde Merkel y su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), perdieron su dominio en el parlamento regional en manos de este partido.
Y esa es la gran duda: su unidad. El País en marzo de este año tituló: "Lágrimas, amenazas y guerras internas desgarran a los ultras alemanes" y ahora, a pocas horas del éxito electoral de este domingo, los ultraderechistas sufren su primera fractura decisiva. El rostro más visible de la victoria y copresidenta del partido, Frauke Petry, se desmarcará de esta formación y será miembro independiente en el Parlamento alemán, por las diferencias que mantiene con la actual dirección.
De todas formas, la AfD llegó al Bundestag, después de haber fallado en las elecciones de 2013 por solo tres décimas, y se estima que conseguirán entre 86 y 90 diputados.
Angela Merkel seguirá a la cabeza del poder de Alemania y tendrá que ir a la reconquista de los descontentos. El dique de contención a la ultraderecha pactado desde la experiencia del pasado cedió ante quienes buscan un cambio radical. "Alemania se ha convertido en refugio seguro para criminales y terroristas de todo el mundo", ha dicho Weidel. Son palabras que resuenan ante el ascenso de la extra derecha en ese país.