A las 00.50 del miércoles, Behailu Kebed golpeó con desesperación la puerta de Maryann Adam, su vecina en el cuarto piso de la Torre Grenfell, en Londres.
“Fuego, fuego”, le gritó y siguió avisando al resto, aunque las llamas aún no alcanzaban gran magnitud.
Las alarmas del edificio no funcionaban. Ni lo harían.
Cuatro minutos después, alguien llamó a bomberos. A la 1.00, los primeros carros llegaron al lugar. Un cuarto de hora más tarde, la construcción de 24 pisos ardía completamente.
Hasta ahora, se sabe que el siniestro ha cobrado, al menos, 30 vidas, aunque se cree que es posible que la cifra total se acerque a la centena.
Kebede, un taxista de origen etíope de 44 años, está en shock. “Estoy desesperado: conocía a muchos de los muertos”, dijo en palabras que cita The Sun.
Tras el incendio, se encuentra recluido en casa de un amigo.
Sus conocidos hablan por él.
“Se repite constantemente: ‘Las personas han perdido sus vidas. No puedo soportarlo’”, le comentó uno al mismo periódico.
Y añade: “Se culpa a sí mismo, pese a que no había nada que hacer. No había forma que supiera que el edificio fuera una trampa mortal”.
The Guardian publica hoy la información de que en el revestimiento de la Torre Grenfell era el “más barato y más inflamable” que había disponible.
“Behailu dio la alarma, eso es lo que he escuchado. Él está bien, pero no se encuentra en posición para hablar de nada todavía”, contó Eshete Meried, al Daily Mail.
Otro le dijo al Mirror que Kebede “agradecía haber podido alertar a los vecinos”.
El mismo individuo agregó que le contó todo a la policía y que se encuentra muy conmocionado por lo ocurrido.
Behailu Kebed, el taxista etíope de 44 años y padre de un hijo, no puede creer que un pequeño incendio en su cocina causara tanto daño. Está devastado, aseguran sus amigos, quienes por ahora creen que “nunca lo superará”.