Un hombre de Texas recibió este martes la inyección letal, condenado por asesinar a dos hermanas gemelas, y se convirtió en el decimoctavo preso sentenciado a pena de muerte ejecutado en Estados Unidos en lo que va del 2024.

García White, de 61 años, había sido condenado a la pena capital en 1996 por apuñalar a muerte a las adolescentes Annette y Bernette Edwards. Los hechos ocurrieron en diciembre de 1989.

"Me gustaría disculparme por todo el mal que he hecho y por el dolor que he causado a la familia Edwards. Lo lamento, me disculpo y rezo para que puedan encontrar paz y consuelo por el mal que he hecho y el dolor que les causé", dijo White antes de ser ejecutado.

Según los registros judiciales, White también mató a la madre de las chicas de 16 años, Bonita Edwards, tras una discusión en su casa de Houston, y luego asesinó a las dos hermanas. Sin embargo, no fue juzgado por la muerte de la madre ni por otros dos asesinatos que confesó haber cometido, uno en 1989 y otro en 1995.

Los abogados de White presentaron sin éxito una solicitud de última hora ante la Corte Suprema de Estados Unidos para que se suspenda la ejecución, argumentando que tiene una discapacidad intelectual que lo hacía inelegible para la pena de muerte.

Texas ha llevado a cabo cuatro ejecuciones por pena de muerte este año en la penitenciaría estatal de Huntsville y un quinto recluso, Robert Roberson, de 57 años, tiene programada su ejecución para el 17 de octubre, a pesar de las dudas sobre su culpabilidad. 

Legisladores de Texas, expertos médicos y hasta el novelista John Grisham, activista contra los errores judiciales, buscan detener la ejecución de Roberson, quien fue condenado por la muerte en 2002 de su hija de dos años, Nikki.

La defensa asegura que la hija de Roberson murió por una neumonía no diagnosticada y falta de atención médica oportuna en un hospital de un pueblo rural de Texas. 

El día del incidente, Roberson llevó a su hija en grave estado al hospital. Médicos reactivaron su corazón, pero ella ya presentaba señales de muerte cerebral. 

Sin oxígeno, el cerebro de la niña se hinchó y desplazó y la sangre bombeada por el corazón se acumuló en la cabeza. Según los abogados, esas señales en el cráneo fueron diagnosticadas por los médicos como síndrome del bebé sacudido -que se presenta cuando el menor es zarandeado- y Roberson fue responsabilizado.

Médicos y policías basaron también sus apreciaciones en que Roberson no mostraba emociones, lo que pudo deberse a su espectro autista, diagnosticado posteriormente a la condena, dijo la defensa.

La pena de muerte ha sido abolida en 23 de los 50 estados de Estados Unidos, mientras que otros seis tienen moratorias vigentes.

Publicidad