Una vez más la retórica y la realidad en el gobierno de Donald Trump parecen estar en desacuerdo.
Lasemana pasada, funcionarios gubernamentales certificaron ante el Congreso de EE.UU. -como deben hacer cada 90 días- que Irán cumplía con los términos del Plan Integral Conjunto de Acción (JCPOA, por sus siglas en inglés), el nombre formal dado al acuerdo nuclear de 2015 con Irán.
Pero el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, subrayó más tarde que la política de su país hacia Irán estaba bajo revisión exhaustiva.
Y en un mensaje que resonará en Teherán, Tillerson condenó las "provocaciones alarmantes y continuas" de Irán y describió al país como "el principal patrocinador estatal del terrorismo".
También hubo una advertencia más amplia. "Un Irán sin supervisión -dijo- tiene el potencial de viajar por el mismo camino que Corea del Norte".
Consistencia
Y entonces ¿se comporta el gobierno Trump de manera inconsistente? Bueno, probablemente no.
La certificación de que Irán está manteniendo sus compromisos en el acuerdo -que fue ratificada este martes por el resto de países que firmaron el pacto- no excluye una revisión fundamental de la política estadounidense, que sería normal al comienzo de cualquier gobierno.
Dado el personal que rodea al presidente estadounidense Donald Trump, es probable que esa revisión esté lejos de simpatizar con Teherán.
Por supuesto, el acuerdo con Irán fue caracterizado por el entonces candidato Trump como uno de los peores acuerdos negociados en la historia. Pero el acuerdo subsiste.
La falta de claridad de Trump puede resultar catastrófica.
El problema para la política de Estados Unidos es lidiar con tres aspectos de Irán y su comportamiento.
En primer lugar, está la cuestión nuclear, y cualquiera que sea la controversia que rodea el acuerdo alcanzado con Irán por Estados Unidos y otras potencias.
Este pacto sí impone restricciones al programa nuclear de Teherán a cambio de beneficios económicos tangibles. Irán en este momento no está "sin supervisión", para utilizar el término mencionado por Tillerson.
Muchos expertos occidentales respaldan el acuerdo aunque sientan poco entusiasmo por él. Incluso altas figuras de seguridad en Israel -que se opusieron a la negociación del acuerdo por parte del gobierno de Obama- han aceptado tácitamente que éste sí proporciona un marco para manejar el problema.
Hay informes que sugieren que incluso los sauditas -también antiguos opositores al acuerdo- han aconsejado a Trump no abandonarlo. Por supuesto que no durará para siempre. Y uno de los argumentos más fuertes de los críticos del acuerdo ha sido siempre: ¿qué pasará 15 años después de la implementación del acuerdo, cuando caduquen algunas de las disposiciones claves que restringen las actividades nucleares de Irán?
Una esperanza era que proporcionaría una plataforma para mejorar las relaciones entre Washington y Teherán.
Bueno, eso no ha resultado ser así. Las tensiones están aumentando en el Golfo, como resultado del caos más amplio en la región que ha hecho que Washington y Teherán terminen casi siempre en orillas opuestas.
De hecho, la dura retórica de Tillerson puede influir inevitablemente en la campaña presidencial en curso en Irán, y no de una manera positiva, al menos en lo que respecta a los intereses occidentales. La esperanza de que al final del mandato de la JCPOA, Washington se enfrente a un Teherán diferente, parece tan ilusoria como siempre.
Poder regional
Más allá del tema nuclear y las relaciones bilaterales, está el problema más espinoso de todos, el papel regional de Irán.
Irán es ahora un poder regional crucial, desde Siria hasta el Líbano; a Yemen y al Golfo en su conjunto. Es un protagonista activo en la lucha más amplia contra Israel. Tillerson hizo mención de cómo Teherán estaba prestando apoyo a Hezbolá en Líbano y a algunas facciones palestinas en la Franja de Gaza.
Incluso en Irak, Teherán es un problema para Washington, donde ambos respaldan al gobierno electo, pero donde Teherán y sus milicias y asesores en el terreno son vistos como alentadores (o al menos no enemigos) del sectarismo chiíta en la política iraquí.
La ironía suprema, por supuesto, es que fueron las acciones de Estados Unidos -la remoción del régimen de Saddam Hussein en Irak- las que ayudaron a llevar a Irán a esta posición de influencia regional.
Política peligrosa
Dadas las preocupaciones de los aliados de Washington en el Golfo, existe un claro peligro de que las primeras ideas políticas de Trump sean, por ejemplo, aumentar el apoyo militar a la campaña dirigida por Arabia Saudita en Yemen.
La negociación con Teherán parece estar tan lejos del pensamiento de la administración como hablar con Pyongyang.
Eso no quiere decir que no haya mucho a lo que Washington pueda legítimamente oponerse en cuanto a las acciones de Irán. Pero Irán vive en la región. Tiene sus propias preocupaciones y problemas de seguridad. A menudo se ha sentido marginada y sus opiniones ignoradas.
La moderación de la conducta iraní es seguramente una meta razonable para la revisión de políticas de Trump, así como lo puede ser también asegurar algo de disuasión.
Plan B
Pero es difícil ver cómo la revocación del acuerdo nuclear mejorará estos asuntos de manera alguna. Éste no era un acuerdo bilateral entre Estados Unidos e Irán, sino un acuerdo internacional involucrando a Rusia y a los principales países de la Unión Europea (UE).
De hecho, el comercio de la UE con Irán está creciendo de manera significativa y la directora de política exterior del bloque, Federica Mogherini, ha subrayado recientemente la opinión de la UE de que el acuerdo está funcionando.
Si Estados Unidos trata de revocarlo, podría haber tensiones serias en su relación con algunos de sus aliados clave.
Más significativamente, sería muy difícil restablecer la amplitud y la profundidad de las sanciones que existían antes - sanciones que, vale la pena añadir, le complicaron la vida a Irán, pero hicieron poco por detener su programa nuclear.
El problema para el equipo Trump es llegar a un plan B viable; uno que le brinde un enfoque integral al problema de Irán en toda su complejidad.
Los días de la campaña presidencial de Estados Unidos han terminado.
La política exterior es complicada, muy complicada. Los intereses, los aliados y los principios tienen que ser pesados y equilibrados entre sí.
La revisión de la política de Trump debe hacer frente a esta realidad.