El sitio web oficial del ALCA, el Área de Libre Comercio de las Américas, todavía existe. Una búsqueda simple en Google lo revela.

Pero el más reciente comunicado que se encuentra ahí tiene fecha de hace 13 años; del 24 de febrero de 2005, para ser exactos.

Es un resto casi arqueológico de lo que alguna vez fue la iniciativa económica más ambiciosa del hemisferio.

Pero ahora, con la octava edición de la Cumbre de las Américas que se está celebrando desde el viernes en Lima, pocos se acuerdan de la idea que acaparó la atención de la primera de esas reuniones presidenciales: la ambición de crear una zona de libre comercio que fuera desde Alaska, en el extremo noroeste del continente, hasta la Tierra del Fuego, el archipiélago más meridional.

Iban por más

La primera Cumbre de las Américas tuvo lugar en Miami entre el 9 y el 11 de diciembre de 1994.

El mandatario estadounidense y anfitrión de la reunión era Bill Clinton, quien apenas meses antes había conseguido la ratificación por el congreso de su país delTratado de Libre Comercio de América del Norte, más conocido por sus siglas en inglés, NAFTA, y que integraba a las economías de Estados Unidos, Canadá y México.

Pero Clinton quería más, y en América Latina tenía una audiencia en ese momento receptiva a su mensaje de libre comercio.

Ola neoliberal

Estaba en pleno furor lo que se dio por llamar en su momento el Consenso de Washington, al que sus detractores llamaban entonces la "fiebre neoliberal".

Mandatarios como Alberto Fujimori en Perú, Carlos Menem en Argentina y muchos otros desmantelaban sistemas de protección estatal a la economía que llevaban décadas funcionando. Prometían que el libre comercio sería lo que sacaría de la pobreza a América Latina, que apenas salía del desastre económico causado por la crisis de la deuda externa en la década de 1980.

Y el ALCA iba a ser la joya de la corona de esta nueva estrategia económica.

Los mandatarios de 34 naciones se reunieron en Miami. Y con la notoria excepción de Cuba, todo el continente se embarcó en la idea de un área de libre comercio continental que debería hacerse realidad "a más tardar en el año 2005", según aseguraba la consabida declaración colectiva al final de la cumbre.

Un gigante económico

De haberse concretado, el ALCA se habría convertido en un gigante económico, la mayor zona de libre comercio del mundo.

Habría abarcado una población de 800 millones, cerca de 300 millones más que la Unión Europea y 200 millones más que la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés).

Según las proyecciones, para 2005, cuando debía entrar en vigor el ALCA, el producto interno bruto de la región latinoamericana integrada a ese bloque iba a ser de alrededor de los US$2.500 billones.

Sus proponentes aseguraban que el libre comercio continental aumentaría de manera sustancial el crecimiento de todas esas economías.

El ALCA abarcaría hoy, con el mercado de Estados Unidos, Canadá y Brasil, a la primera, la octava y la décima mayores economías del mundo.

El bloque económico habría tenido las mayores reservas petroleras del mundo, al juntar las de Venezuela con las de México, Estados Unidos y Canadá.

También agruparía a los países que hoy ocupan el segundo, séptimo, noveno y décimo puesto en la producción mundial de automóviles.

A los niveles de producción actuales, Estados Unidos, México, Canadá y Brasil en su conjunto producen más de 20 millones de automotores al año.

El ALCA habría tenido un enorme poderío comercial. Pero muchos dudan que el acuerdo hubiese resultado en un aumento generalizado de bienestar para todos los latinoamericanos.

O incluso, que hubiese sido alguna vez una perspectiva realista para los países de la región.

"Las intenciones de Estados Unidos en la década de 1990 eran protegerse de las amenazas económicas de sus rivales como Europa Occidental y Japón", le dice a BBC Mundo Hiroyuki Tani, investigador de la Universidad de Sofia en Tokio, quien ha estudiado los procesos de integración económica de la región.

Tani asegura que el gobierno en Washington nunca habría abierto completamente sus mercados agrícolas a países latinoamericanos como Brasil y Argentina.

Además, algunas naciones sudamericanas miraban su propia opción de integración en Mercosur.

México era un caso especial, "por su proximidad con la superpotencia", asegura Tani.

Limitaciones

La experiencia más modesta de México con NAFTA, que arrancó al tiempo que se proponía el ALCA, y que ya cumple casi un cuarto de siglo en operación, mostró muchas limitaciones del libre comercio en América Latina.

Este acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá no erradicó la pobreza en México, ni resolvió las enormes diferencias sociales que caracterizan a esa nación, aunque algunos dirían que ayudó a varios grupos, como los obreros automotrices, a alcanzar niveles de comodidad material que no se conocían antes entre los trabajadores manuales mexicanos.

Pero al mismo tiempo, el libre comercio devastó a sectores de la agricultura mexicana al exponerlos a la competencia con Estados Unidos.

Una experiencia que podría haberse repetido a lo largo del continente si el ALCA también se hubiese materializado.

El "momento neoliberal" latinoamericano no duró demasiado. Para el final de la década de 1990 el péndulo empezó a oscilar en dirección contraria.

Al llegar a la presidencia venezolana en 1998, Hugo Chávez escogió la oposición al ALCA como una de sus causas, proponiendo, en cambio, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, o ALBA.

De la mano con el entonces líder cubano Fidel Castro, propuso un bloque económico alternativo y opuesto a lo que veían como la hegemonía estadounidense, al que se unió el mandatario boliviano Evo Morales en 2006, el nicaragüense Daniel Ortega en 2007 y Ecuador bajo Rafael Correa en 2009.

A lo largo de la primera década del siglo XXI, numerosos gobiernos de la región se fueron desprendiendo de la idea del libre comercio como la fuente de salvación económica para los latinoamericanos.

Para 2005, el año en que el ALCA debía convertirse en realidad, la idea estaba políticamente muerta.

La cuarta Cumbre de las Américas, celebrada aquel año en Mar del Plata, Argentina, es recordada por haber sido el escenario de fuertes protestas antiestadounidenses y, en últimas, como el momento en el que se enterró la idea del libre comercio continental.

Hoy la integración económica está de capa caída en el hemisferio. El NAFTA enfrenta más incertidumbre que nunca y, con el nacionalismo económico del actual gobierno estadounidense de Donald Trump, muchos dudan que ese acuerdo de libre comercio sobreviva, mucho menos que se extienda a otros países de la región.

Sin el liderazgo de Washington, la idea de un bloque comercial que cubriera de extremo a extremo el continente parece tan rezagada y obsoleta como la página web del ALCA, detenida en el tiempo en 2005, sin que nadie tenga planes de actualizarla.


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