El vaginismo es una disfunción sexual en la que se produce una contracción involuntaria de los músculos del tercio externo de la vagina, así como también los músculos, los glúteos y el abdomen frente al intento de penetración vaginal, ya sea de un dedo, espéculo, tampón, examen ginecológico o pene.
Odette Freundlich, kinesióloga especialista en sexualidad, quien ha tratado a más de tres mil mujeres con vaginismo, afirma que lo preocupante es que esta disfunción sexual -desde que se conoce- ha sido invisibilizada, incluso en personas que lo sufren.
Asimismo, revela que muchas veces esta problemática es subdiagnosticada por algunos profesionales de la salud, los cuales -en ocasiones- sugieren indicaciones, o manifiestan opiniones desafortunadas que no colaboran con la solución, causando en las pacientes frustración y desorientación en la búsqueda para resolverla.
Producto de estos factores, el tiempo promedio que tardan estas mujeres en consultar acerca de sus síntomas es de 5 años.
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“El secreto peor guardado”
Con el objetivo de visibilizar las dificultades que sufren las pacientes en este difícil camino de búsqueda hacia una solución, así como también educar sobre esta disfunción sexual femenina, Odette Freundlich revela en su libro “El secreto peor guardado” testimonios reales de mujeres que durante años no pudieron ser penetradas:
“Nunca exploré mi cuerpo y mucho menos mi zona vaginal, pues eso habría sido un pecado mortal. De haberlo hecho, le habría dado la espalda a Dios y habría perdido su amistad. No te mires, no te toques, no te explores. Todo es malo, pues puede llevar al pecado, fueron mandatos que recibí desde pequeña”, señala uno de los relatos.
“Himen fibroso, fue el diagnóstico de la ginecóloga que me operó hace casi once años, asegurándome que así terminaría mi problema. Pero después del trauma de la cirugía, de los puntos quirúrgicos y del miedo, tratamos de hacer el amor y tampoco pudimos”, menciona otro testimonio.
“Nunca relacioné ese recuerdo oscuro y borroso con la sexualidad en mi vida adulta. Siempre pensé que ese temor de besar a los hombres y de intimar era producto de mi timidez. Pero la primera vez que di un beso apasionado, a mis 30 años, él deslizó violentamente su mano por mi pubis, sobre mis pantalones y comenzó a acariciarme, fue en ese momento que vino a mi mente el recuerdo devastador de mi niñez. Todo se fue a negro, no soporté que me tocara”, relata otra historia.
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Los efectos del vaginismo:
Diversos estudios han demostrado que el vaginismo puede influir en la calidad de vida, el bienestar, la salud física o mental, emocional, relacional y sexual de las mujeres que lo padecen, debido a que la imposibilidad de lograr el coito produce el deterioro de muchos aspectos, afectando todas las áreas de la persona y produciendo una sensación de fracaso.
En el libro, la autora enfatiza que “todos estos sentimientos traen consigo una disminución del deseo sexual y de la excitación, a su vez una desconexión del área genital y de la pelvis, generando insatisfacción y problemas de autoestima, al exponerse en forma repetitiva a una experiencia frustrante”.
Más de un motivo:
Diversas investigaciones afirman que las causas de esta disfunción pueden ser multifactoriales. Desde contextos sociales, culturales y religiosos, hasta causas anatómicas y orgánicas.
Freundlich es enfática en señalar que la educación restrictiva en el hogar o en el colegio es uno de los motivos más importantes asociadas al vaginismo. Esta suele manifestarse, entre otras cosas, mediante la expresión de gran cantidad de mensajes que generan miedo, culpa, incertidumbre y desconocimiento sobre la sexualidad.
“Me atrevo a afirmar que en nuestro país la educación restrictiva, culposa y conservadora, además de la influencia religiosa con foco en el pecado, son causantes de muchos de los casos”, expresa.
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A su vez, la kinesióloga agrega que un estudio realizado por el Centro Miintimidad, en 2021, para la cual se consideró una muestra de 1.117 mujeres con vaginismo, el 69.8% de ellas había tenido una educación restrictiva en la casa y un 71.8% lo tuvo en el colegio”.
Por su parte, el grupo de Investigación en Salud Sexual y Reproductiva de Cataluña reveló que las mujeres que han sufrido abuso sexual en la infancia y adolescencia pueden presentar actitudes negativas hacia la sexualidad. "El vaginismo corresponde a una respuesta fóbica condicionada a una contingencia negativa asociada al coito o a la fantasía que rodea el acto sexual”, afirmó Helen Singer Kaplan, psicóloga especialista en sexología y terapia sexual.
Otra posible causa que fue demostrada en un estudio de Charles Silverstein, psicoterapeuta estadounidense y escritor, es la influencia de los padres extremadamente críticos, dominantes, moralistas y amenazantes. En esta investigación, más del 90% de las mujeres revelaron sentir miedo de sus padres. Mientras que las relaciones de sus progenitores eran malas, existía violencia o abuso entre ellos.
El vaginismo sí tiene solución:
La educación empodera a las mujeres con el conocimiento y la confianza para buscar ayuda frente a los problemas sexuales que la aquejan.
Por esta razón, la psicoeducación en sexualidad es un pilar fundamental en el tratamiento contra el vaginismo, así como también, se hace primordial que un equipo multidisciplinario evalúe a cada paciente a través de un proceso minucioso y holístico para generar un clima de apoyo, cercanía y esperanza para quienes padecen de esta disfunción. Mientras que las mujeres deben ser constantes en su tratamiento, para que puedan aprender nuevamente a cómo vivir su sexualidad desde un lugar placentero.