Grace Beverly Jones nació en 1948 en Jamaica. La isla le quedó chica a su familia y cuándo Grace tenía 17 se trasladaron a Syracuse. Su imponente y atlético físico le valieron un contrato con la agencia Wihelmina, donde su carrera de modelo no prosperó pues su imagen estaba bastante alejada de los cánones de belleza de la época. Fue en Europa que su look hizo furor y pronto se convirtió en una de las modelos más cotizadas por diseñadores como Kenzo, Ives Saint Laurent, Armani y Lagerfeld; y comenzó a tomarse las portadas de Elle y Vogue. En una de sus andanzas fiestera de la noche parisina, cantando sobre una mesa, alguien le sugirió que debía hacerlo de forma profesional. Jones, consciente de lo efímero del mundo del modelaje decidió lanzarse a una carrera musical que la tendría como la heredera de Donna Summer a fines de los 70 y principios de los 80.
En Nueva York comenzó a frecuentar el mítico Studio 54, se hizo amiga de Andy Warhol y se convirtió en la reina de la noche. Grace Jones impuso una imagen llamativa, con su corte de pelo cuadrado y angular, desafiando los estereotipos raciales y de género, con un look rimbombante y andrógino.
Comenzó a ser un hit de la música disco, emblema de la comunidad gay (con su himno “I need a man”) y con un look, que asesorada por su pareja -el fotógrafo Jean Paul Goude quien la fotografió en la mítica carátula de su disco Island Life-, hicieron de la diva un espectáculo elaborado, sin igual para la época.
Su estilo poco hizo surgir rumores de que era transexual por su vestimenta y su tono grave al cantar. Jones abrazó la ambigüedad como parte del ícono que es hoy, desafiando lo establecido como parámetro.
Expandió su carrera y se convirtió en actriz. Fue la contraparte de Arnold Schwarzenegger en Conan; una de las chicas Bond junto a Roger Moore enPanorama para matar; y estuvo junto a Eddie Murphy en Boomerang.
Su carácter fuerte e impulsivo hizo de Grace Jones un desafío a la hora de entrevistarla: nunca se sabía cómo iba a reaccionar ante las preguntas; una vez manoteó a un conductor por darle la espalda para conversar con otro invitado, pues ella encontraba que era una falta de educación.
A sus 67 años sigue siendo una pionera y enigma, por su poco conocida vida privada, rompiendo siempre el molde con determinación y elegancia que en algún minuto vociferó: “Soy la perra reina de esta selva llamada Nueva York”.