Por Jason Caffrey
Cuando a Heather Lende le pidieron que escribiera un obituario para su periódico local en Alaska, no tenía ni idea de que en los próximos 20 años llegaría a producir cientos de ellos, todos de personas a las que conocía personalmente.
"Una amiga de mi madre, que era muy mayor, se estaba muriendo en su casa. Se llamaba Nedra Waterman y era una señora bastante testaruda", dice Lende.
Nedra había dejado en claro que no quería que un reportero del periódico local escribiera su obituario. Pero tan sólo había uno, así que el editor le pidió a Lende que interviniera.
"Escribes sobre vivos, así que seguramente podrás hacerlo sobre muertos también", le dijo.
"Desde entonces, he escrito prácticamente todos los obituarios", asegura Lence.
Todas las personas sobre las que escribe Lende son oriundas de Haines, una pequeña localidad de Alaska en la que viven 2.400 personas. Un lugar aislado cuya capital estatal, Juneau, se encuentra a cuatro horas y media en ferry.
En los últimos 20 años, ha escrito unos 400 o 500 obituarios, la mayoría para el periódico semanal Chilkat Valley News.
Cara a cara con la muerte
Nedra Waterman murió en 1997.
Su obituario fue el primero que escribió Heather.
"En una ocasión, una persona que estaba viva me pidió que le escribiera uno", cuenta Lende.
Se llamaba Rene Pisel Walker y vivió en Haines cuando era joven, antes de casarse y mudarse a Juneau.
Su familia tenía una casa en Haines, y Walker solía utilizar el servicio de ferry para ir a su segundo hogar con bastante frecuencia.
Una tarde, Lende se encontró con ella en el barco.
"Sabía que tenía cáncer de mama y me dijo: 'Mi fecha de muerte pasó hace un mes, y todavía estoy aquí. ¿Escribirías mi obituario?'".
"¿Qué puedes responder a eso excepto 'por supuesto'?", afirma la periodista.
Rene Pisel padecía cáncer y le encargó un obituario cuando estaba a punto de morir.
"Era muy valiente y muy organizada. Me dijo todo lo que quería que contara, diferentes momentos en su vida, nombres y fechas, y cosas que su marido probablemente desconocía".
"Me facilitó los nombres de personas a las que podría contactar con las que había trabajado, amigos y detalles sobre cómo quería que escribiera el nombre de sus hijos", relata Lende.
"Fue muy triste y admirable al mismo tiempo ver a alguien tan preparado para su propio final. No diría necesariamente en paz, pero sí reconociendo la realidad de su situación".
"Fue el único obituario que hice de esa forma y no lo escribí con mucho tiempo de antelación por que no quería traerle mala suerte. De hecho, vivió un año y medio más".
Cuando Walker alcanzó el final de su vida, estaba postrada en una cama en su casa y le pidió a Lende que fuera a visitarla.
"Sabía que estaba a punto de morir y lo había aceptado, pero me dijo que lo más duro es que la gente de su alrededor no lo había hecho", recuerda Lende.
"Eres la única que comprende que no me estoy rindiendo, es sólo que así es como tiene que ser. Nadie vive para siempre y este es mi momento", le confesó Walker a la escritora.
El más difícil
Olen Nash murió a los 20 años por un accidente de pesca.
Pero el obituario que Lende encontró más dificil de escribir fue el de Olden Nash,un joven de 20 años que murió en un accidente de pesca.
"Estaba con dos de sus hermanos y un amigo en el barco de la familia. El papá no estaba pescando esa semana y les dejó el barco. Hubo una tormenta y se hundió", dice Lende.
Olen, el más joven de los hermanos, se ahogó mentras intentaba alcanzar una lancha salvavidas que, pensó, podría salvarlos a todos.
Los demás fueron rescatados por el guardacostas.
"Sus padres son los padrinos de mi hijo y pienso todo el tiempo en que mi hijo creció y se hizo pescador", dice Lende.
Lende conocía a la familia del joven: son los padrinos de su hijo, que también es pescador.
"Tiene 26 años y pesca desde que era adolescente. Se convirtió en el marinero de cubierta del papá de Olen, Don, con quien pescó durante muchos años, y ahora tiene su propio barco".
La madre de Olen habló con Lende sobre su hijo. "Quería compartir la historia sobre la vida de su hijo", dice la autora.
"Pienso en eso cuando escribo cualquier obituario: la tendencia inmediata de la familia es hablar sobre cómo murieron".
"Pero tuvieron una gran vida antes de alcanzar el final y mi trabajo consiste en hablar sobre ello".
"En unas 500 o 600 palabras, la muerte ocupa tan sólo una frase. El resto de la historia es sobre cómo vivieron".
El duelo
Este es lugar desde donde Lende escribe los obituarios.
Lende se dio cuenta de que el tiempo que pasaba con las familias en duelo -los cafés, los paseos y las tardes revisando los álbumes de fotos- era más importante que el propio obituario.
"Puedo obtener todos los detalles que necesito para escribir la pieza en los primeros 20 minutos, pero la gente está triste y quiere conversar sobre todo tipo de cosas".
"Pueden hablar durante dos horas sobre cómo fue el final de su vida, o sobre la prima que nunca lo visitaba o el niño que se peleaba con los papás".
Esos son los detalles que nunca llegan a formar parte del obituario, "pero son importantes para ellos y quieren contarlos".
"En realidad se trata de ellos y de cómo se sienten, y yo actúo como su consejera de duelo", admite Lende.
También llegó a la conclusión de que darse cuenta de los errores de la personasobre quien escribe puede ser algo bueno; un recordatorio de que los vivos todavía tienen la oportunidad de hacer las cosas bien", afirma.
Lecciones de vida
Y también ha aprendido a valorar el contacto diario con las personas de su comunidad.
Cuando tiene que escribir sobre alguien con quien no se lleva tan bien, Lende dice que "suelen ser aquellos que no eran particularmente generosos o amables" y que sus obituarios "tienden a ser más cortos".
"Pero trato de encontrar a alguien que me diga algo bueno sobre ellos y, si no lo encuentro, me centro en los detalles biográficos. Puede que fueran muy buenos en su trabajo o que hicieran algo que todo el mundo reconoce".
Después de haber escrito tantos obituarios, a Lende le suelen preguntar qué hace que una vida sea plena.
Y ella sostiene que todo se reduce a una sola cosa: las relaciones con otras personas.
"¿Nos echará alguien de menos cuando nos hayamos ido? Si quieres tener muchos amigos, necesitas ser un buen amigo. Eso es algo que me tomo muy en serio y que aprendí escribiendo obituarios".
De cierto modo, siente que su escritura le ha desensibilizado de la muerte, a pesar de que todavía puede ser un duro golpe "darse cuenta de que esa fuerza en tu vida se ha ido para siempre".
"La muerte debe ser una pequeña maravilla; debe ayudarnos a darnos cuenta de cómo queremos vivir realmente".