Es el "primo cercano" de la Tierra y se llama Ross 128 b.
Las características de este planeta recién descubierto lo convierten en un objetivo primordial en la búsqueda de vida en otros lugares del cosmos.
Ubicado a solo 11 años luz de distancia, es el segundo exoplaneta (es decir, que se encuentra fuera del Sistema Solar) más cercano a la Tierra.
El más cercano, conocido como Proxima b, tiene condiciones menos hospitalarias para la vida.
Eso es debido orbita la estrella Proxima Centauri, que es conocida por ser una "enana roja" la cual lanza poderosas erupciones de partículas de radiación que golpean a Proxima b.
En cambio, Ross 128 b orbita alrededor de una estrella que no es muy diferente a Próxima Centauri (que también es una enana roja), pero es significativamente menos activa.
"Dado que Próxima Centauri golpea a su planeta con fuertes llamaradas y radiación de alta energía, sí, Ross 128 es mucho más amigable para el desarrollo de la vida", dice Nicola Astudillo-Defru, uno de los astrónomos que lo descubrió.
"Pero todavía tenemos que saber cómo es la atmósfera de Ross 128 b. Dependiendo de su composición y la reflectividad en sus nubes, el exoplaneta puede ser habitable, con agua líquida como en la Tierra, o estéril como Venus", explica a la BBC.
El autor principal del estudio que describe el hallazgo, Xavier Bonfils, del Instituto de Planetología y Astrofísica de Grenoble (Francia), dijo a la BBC: "Ross 128 es una de las estrellas más tranquilas de nuestra muestra y, aunque está un poco más lejos de nosotros, es un excelente objetivo alternativo".
Este nuevo mundo fue descubierto con el Buscador de Planetas por Velocidad Radial de Alta Precisión (HARPS, por sus siglas en inglés) en el Observatorio La Silla, en Chile.
El estudio se publicó en la revista Astronomy & Astrophysics.
Astudillo-Defru dice que este hallazgo es resultado de más de una década de "seguimiento intensivo" con el uso del HARPS.
Ross 128 b orbita 20 veces más cerca de su estrella que la Tierra del Sol.
Pero debido a que su estrella madre es mucho más pequeña y menos brillante que la nuestra, recibe solo un poco más radiación que la que recibe nuestro planeta.
Es por eso que los científicos creen que puede tener una temperatura superficial más cercana a la de la Tierra.
En la búsqueda de mundos habitables fuera de nuestro sistema solar, los astrónomos buscan generalmente planetas de masa baja, rocosos y templados similares al nuestro.
Pero este tipo es difícil de detectar.
¿Por qué es especial?
La mayor parte de los 3.500 exoplanetas conocidos son los llamados "Júpiter calientes": gigantes de gas que orbitan muy cerca de su estrella madre y que no tienen las condiciones adecuadas para la vida que conocemos.
Del grupo más pequeño de planetas del tamaño de la Tierra, la mayoría orbita a enanas rojas, el tipo más común en la Vía Láctea.
Ya que esta categoría de estrella es tenue, es más fácil para los astrónomos detectar planetas de baja masa cuando pasan por la estrella (como en un eclipse) y bloquean la luz.
Las enanas rojas son generalmente más activas que las estrellas tipo G como lo es el Sol, pero hay variación subyacente.
A tan solo 4,2 años luz de distancia, poco en términos de distancias astronómicas, Proxima b es el exoplaneta más cercano con una temperatura templada.
Pero recibe cerca de 30 veces más radiación ultravioleta extrema que la Tierra.
Ross 128 B, por el contrario, es la estrella "más tranquila" similar a un exoplaneta templado.
Los astrónomos suelen hablar de la "zona habitable" alrededor de una estrella al rango de distancias en las que las temperaturas permiten que el agua (esencial para la vida tal como la conocemos) permanezca líquida en la superficie de un planeta.
Dónde está esa zona habitable depende de la propia estrella: las enanas rojas son más débiles y por lo tanto más frías que el Sol, por lo que sus zonas habitables son más cercanas a la estrella.
La atmósfera es clave
Todavía hay incertidumbre acerca de si Ross 128 b está dentro de la zona habitable de su estrella, pero los científicos dicen que con temperaturas de entre -60° y 20° se puede considerar templado.
Pero, como explica Astudillo-Defru, mucho depende de la presencia de una atmósfera.
Una capa de gases de efecto invernadero puede calentar la superficie y ofrecer una presión suficiente para mantener el agua en estado líquido.
Ahora los astrónomos quieren estudiar la composición de la atmósfera y la química de mundos cercanos y adecuados como Ross 128 b.
La detección de gases como el oxígeno podría dar indicios de procesos biológicos en planetas que orbitan otras estrellas.
Pero Nicola Astudillo-Defru apunta: "Todavía está en el debate cuáles son los mejores marcadores biológicos".
"Por ahora tenemos dióxido (O2) y ozono como buenos marcadores biológicos, otros como el dióxido de carbono o metano pueden ser generados por eventos geológicos o vida. Desde luego vamos a empezar a buscar esto y vapor de agua".
Varios gases ya han sido detectados en las atmósferas de exoplanetas, pero se espera que esta línea de investigación se amplíen enormemente cuando observatorios como Telescopio Extremadamente Grande (ELT, por sus siglas en inglés) el Telescopio espacial James Webb comiencen a funcionar.
"Cuando el ELT se ponga en marcha (en la primera mitad de la próxima década) proporcionará tanto el poder de recolección (de luz) y la resolución angular para observar Ross 128 B directamente", dice Bonfils.
"Vamos a ser capaces de ver si tiene una atmósfera y, finalmente, determinar si hay O2, agua y CH4 (metano)", explica.
Para el científico, esto es "muy emocionante" y un paso importante en la búsqueda de vida fuera del Sistema Solar.
Pero advierte que encontrar estos indicios en un solo caso no es una prueba definitiva: "Hay maneras de producir O2 o CH4 abióticamente. Sin embargo, hoy no conozco ningún falso positivo".
Aunque en la actualidad está a 11 años luz de la Tierra, la estrella Ross 128 de este exoplaneta se está moviendo hacia nosotros.
Es por eso que se espera que en un momento esté incluso más cerca que la estrella Próxima Centauri y sea el vecino estelar más cercano, a 79.000 años.
Un latido del corazón si hablamos de escalas de tiempo cósmicas.