Mañalich y el 18-O de Piñera: “Nunca logró, con satisfacción, entender qué realmente pasó”
“En los últimos meses, por no decir años, como que había rejuvenecido”. Jaime Mañalich, médico nefrólogo, ministro de Salud en los 2 gobiernos del expresidente Sebastián Piñera y amigo suyo, enumera los elementos que —a su juicio—, definían el carácter del exmandatario muerto este martes al caer al lago Ranco el helicóptero que pilotaba.
Usted tenía una larga historia con el expresidente. ¿Cómo empezó?
Yo lo conocí a él antes de ser ministro en el rol de médico, y ahí empezamos a trabar una amistad profunda (…). Fue en la década de los 90, él era senador. Fue a un chequeo médico y después a algunos controles, por aquí, por allá. Él era un hombre muy sano, por lo demás. De hecho, tenía sus exámenes de salud ahora para la licencia de pilotos tomados todos, yo los revisé en noviembre recién pasado y estaban todos bien.
¿Cómo definiría su carácter?
La impresión que siempre tuve es que era un hombre al que le gustaba hablar de frente, claro. Al que le gustaba entender para tomar decisiones, autónomamente. Primero generaba una conversación muy acabada, seria, para informarse. Él era, en ese sentido, una persona muy exigente. Era un gran tomador de decisiones en todo el sentido de la palabra, pero esas decisiones eran siempre basadas en información. Y en sentido, yo creo que una característica suya, era siempre estar exigiendo la mejor información y más completa. Una política, por así decir, basada en datos, en información, y no en intuiciones u opiniones de terceros.
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Eso era con sus colaboradores. ¿Y con sus adversarios?
Yo creo que hay dos virtudes muy destacadas en él, que son su estabilidad anímica, la resiliencia, la capacidad de superar dificultades, de decir vamos a salir adelante, y de entusiasmar a todos como equipo para no decaer en momentos muy complejos. Y, por otra parte, yo creo que una cosa muy meritoria de él es esta cosa de no mantener odios, de si había dificultades con una persona, tratar de resolverla, de dialogar, con ningún espíritu de revanchismo, de venganza. No cobraba cuentas por nada y esa virtud es muy rara.
Usted también conoció al Piñera más íntimo. ¿Cómo era en el ámbito personal?
Le encantaba pasarlo bien en grupo, en patota, ya sea en su casa o en Tantauco (en Chiloé). Cantar, reírse. Los momentos de pasarlo bien, eran para pasarlo bien y no para ponerse serio y tomar una actitud distante. Y en ese sentido creo que la lealtad que los amigos y colaboradores tenemos con él era muy nítida.
¿Cómo eran esas reuniones?
Cantaba típica música de los años 60s, 70s, le gustaban mucho The Beatles; coreaba las canciones del grupo británico. También música chilena, incluso música muy confesional de izquierda, la cantaba, la coreaba; El cigarrito de Víctor Jara; Arriba en la cordillera, de Patricio Manns, se la escuché varias veces (…). Tocaba (guitarra), más o menos.
Uno de los hitos de su primer período fue el rescate de los 33 mineros de la mina San José. ¿Qué tan presente estuvo en las decisiones?
Recuerdo dos episodios. Primero, cuando ocurrió el accidente y varios ministros viajamos a Copiapó y nos entrevistamos con los familiares que ya estaban empezando a montar lo que se conoció como ‘El campamento esperanza’. El presidente llegó, venía de un cambio presidencial, y desvió el avión, aterrizó en Copiapó, nos juntamos con él en privado (…) y nos preguntó qué opinábamos de la situación.
Los ministros fuimos muy cautos en decirle que, de acuerdo a lo que habíamos escuchado, hablando con expertos en la mina, la posibilidad de que los mineros estuvieran vivos era imposible, y que nos parecía prudente que siguiera a Santiago.
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¿Qué respondió?
Y él me dice: ‘Sabe Jaime, vaya, hable con las familias y dígales que se preparen y que yo voy para allá’. Y ante nuestra sorpresa, a pesar del consejo, después de un rato llegó allá, se juntó con las familias, en un momento muy duro, en que lo trataron al principio muy mal, y tomó un compromiso con ellos, que era una cosa muy típica de él, hacer una suerte de compromiso en el aire, por pura intuición, que fue decirles: mira, yo me comprometo con ustedes a hacer todo lo que esté en mis manos para buscarlos, para encontrarlos, si han fallecido devolverles los cuerpos como corresponde, y si algunos de ellos están vivos, rescatarlos (…). Él tomaba decisiones y lideraba mucho más allá de lo que uno diría razonable.
¿Entonces, además de tomar decisiones basadas en evidencia, también confiaba en sus intuiciones?
No, la conversación con las familias fue nosotros vamos a buscarlos y los vamos a encontrar estén vivos o estén muertos, no podía hacer una promesa de que estaban vivos, porque toda la evidencia en ese momento era que no era así.
En el segundo período llegó la pandemia. ¿Cómo fue la toma de decisiones entonces?
Esa situación de nuevo tiene que ver con su personalidad. El día 31 de diciembre de 2019, China le dice al mundo que tienen un problema de salud, no bien claro; una neumonía grave que estaba matando gente, no se sabía que era este virus nuevo, o por lo menos ellos no lo habían dicho hasta esa fecha; se supo después, la segunda semana de enero.
Y la primera semana de enero lo fui a ver y le dije: mire, presidente, por la velocidad de contagio, la mortalidad, lo que están describiendo, hace pensar que esto se va a transformar en una epidemia mundial muy grave, mucho peor que la influenza de 2009 y, por lo tanto, yo quiero proponerle un plan.
¿Qué contestó?
Y él me dice: ‘ya ministro, prepare un plan, me lo presenta’. Se lo presenté la tercera semana de enero y fue extraordinariamente incisivo. Me preguntó en qué se basa esto, cuál es la fórmula epidemiológica, cómo se calcula la mortalidad, cómo se calcula la tasa de ataque, todo conceptos epidemiológicos, científicos; en esta forma tan típica de él de decir, ‘cuáles son los datos’, y cuando se convenció de que los datos estaban realmente bien fundados, en una reunión larguísima, dice: ‘ya, está claro, esto parece que es cierto’.
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¿La decisión de traer rápidamente vacunas, de quién fue?
Entonces llamó al ministro de Hacienda, al ministro del Interior, y les dice: ‘mire, aquí el ministro Mañalich tiene tal preocupación, cree que esto puede pasar, yo creo que es así y por lo tanto vamos a aprobar su plan, que tiene como elementos la compra de respiradores, la apertura de camas públicas, la alerta sanitaria’, que se dicta los primeros días de febrero, y el apostar en verde por las vacunas, que fue una decisión mucho más de él que de nosotros como Ministerio de Salud.
Su segundo gobierno quedó marcado por el 18-O, que ocurrió luego de que dijera al Financial Times que Chile era un oasis.
Lo que me consta es que tanto él como a todos nosotros, ese momento populista, como se debería llamar correctamente, nos sorprendió completamente. Y él buscaba, trataba de preguntar evidencia de qué es lo que estaba pasando y evidentemente eso cambió muy violentamente el giro de la agenda del gobierno.
¿La masividad inicial de las protestas, fue algo que lo desconcertó?
Yo diría que más que la masividad, fue la violencia. La comprensión de la magnitud de la violencia es algo que no lograba encajar bien. ¿Por qué? ¿Por qué esto? ¿Es proporcional a una situación que no hemos valorado, que no hemos entendido? ¿O hay aquí algo atrás? ¿Alguien que lo está organizando? Porque circulaban diferentes hipótesis y no lograba, yo diría, encajar una respuesta satisfactoria para decir, ya, entiendo. Eso quedó siempre en una gran pregunta para él.
¿Cómo expresaba el no encajar lo que ocurría?
Lo angustiaba no tener las herramientas adecuadas para manejar la situación; una situación que se le escapaba de las manos, una cosa que en la personalidad de él era algo raro. Tener algo en lo cual no tenía un entendimiento cabal, que no controlaba bien, es algo que para él era muy difícil y a mí me tocó verlo muy raras veces.
A mi parece que, en relación con este momento populista, nunca logró, con satisfacción, entender qué realmente pasó. Y se han vertido litros de tinta tratando de explicarlo o a qué se debe, y hay opiniones de todo tipo.