Por Iván Valenzuela
Fueron cuatro horas, dice Juan Emilio Cheyre. Cuatro horas que la Caravana de la Muerte, al mando de Sergio Arellano Stark, estuvo en el Regimiento Arica de La Serena, en septiembre de 1973. "Muchas de las decisiones que tomé fueron marcadas por esas cuatro horas", afirma el general (R), evaluando las consecuencias que tuvo en su vida dicho episodio.
Como ayudante del jefe del regimiento en ese momento, Cheyre está procesado hoy como cómplice por los asesinatos de quince personas.
El ex comandante en jefe cuenta en esta entrevista su versión de cómo fue esa jornada, de cómo escuchó los balazos, de cómo se veía el rostro del coronel Lapostol -jefe del regimiento- cuando le dijo "¡hay muertos!". Y de lo "poco o nada" que durmió esa noche.
E insiste en que no participó en los hechos, que Lapostol les dijo a los oficiales que él se hacía responsable, que el episodio después lo "bloquearon sicológicamente". "Mi error, quizás, fue por qué permanecer en el Ejército", reflexiona, pero que la institución era su "amor".
Además, niega enérgicamente haber participado en cualquier acto de tortura y sostiene que las acusaciones en su contra vienen de un círculo vinculado al "Mamo" Contreras, sector que "desprecia" el "nunca más" que hizo estando en la comandancia en jefe.
A continuación, la entrevista completa que usted podrá ver este domingo en T13.
-¿Cómo está, general Cheyre?
Aquí, en una situación que nunca pensé que podía llegar. Tranquilo, dolido, afectado, pero buscándole darle sentido a lo que me está pasando, dispuesto y respetando, que no concuerdo con el fallo del ministro. Pero en ese sentido, creo que debe ser mi abogado y no por la prensa que se refiera al tema.
- ¿Qué sentido le ha encontrado a lo que ha pasado?
El sentido es que, créame, profundamente, pienso que es un momento para reiterar mi visión, mi aporte, mi profunda voluntad de aportar al tema de los derechos humanos en Chile. A mi ese tema, que llegó a mi vida en un momento determinado, que tuve que tomar las decisiones que Chile conoce, quiero que este momento -lejos de irme hacia atrás en el tema-, sea un momento para reformular, revalorar, dar más fuerza a ese mensaje que necesitamos en Chile, de reconciliación, de paz social. Y eso es lo que me duele, no en mi situación de haber estado preso, o de tener que enfrentar un proceso judicial, que creo lo debo enfrentar como cualquier ciudadano. No por haber hecho lo que hice y que fue valorado por la sociedad chilena, o por haber tenido los cargos que tuve, voy a tener privilegios para enfrentar a la justicia, por el contrario.
Pero lo que me duele es que se asesine una imagen, se afecte un quehacer por decir “mire, este señor que hizo esto, lo hizo o por una conveniencia personal”. O “este señor es tan débil en valores como otros porque antes actuó de esta manera y ahora nos engaña con un discurso falso”.
Primero, yo no he violado nunca los derechos humanos, no soy cómplice de ningún acto, no he planificado actos contra los derechos humanos, ni he ejecutado actos contra los derechos humanos, y mi actuar -que lo podemos conversar cuando usted lo estime- en las posiciones que tomé, por una parte se basaron en una convicción, formada a lo largo de los años, y tal vez en los actos. Pero la caricatura que se ha hecho de un Cheyre que se creía era de una manera y que ahora resulta ser de otra manera es una caricatura falsa, es una caricatura peligrosa, que afecta al proyecto por el cual yo jugué gran parte de mi vida y que ha tenido costos que también estimo que se conocen por la sociedad.
- Tratemos de dilucidarlo. Hablemos de ese día. ¿Qué recuerda de ese día? Cuando llega el general Arellano, ¿dónde estaba usted?
Ese día en primer lugar no es un día, son de tres a cuatro horas. Yo era ayudante del regimiento Arica de La Serena. El 10 de septiembre yo había asumido, había entregado mis cargos hasta esa fecha y había asumido como ayudante del regimiento, ayudante del jefe de plaza, y jefe -el 11 de septiembre- de gabinete de la Intendencia. Los ayudantes en la estructura militar son tenientes o capitanes, hoy día son suboficiales mayores que son como secretarios, asistentes, auxiliares. Son los encargados de llevar la agenda del comandante, dónde van las audiencias, lo llaman con un timbre para que entre y saque algún documento.
- Es como un jefe de gabinete del comandante del regimiento.
Ni siquiera jefe de gabinete, es un auxiliar, es un secretario. El ayudante -es un aspecto súper importante- no es un asesor del comandante. Por eso que no es un jefe de gabinete, no es un tipo que tome con él decisiones. Recibe instrucciones y cumple órdenes.
- Usted estaba subrogando las labores de inteligencia en el regimiento.
Yo no tuve labores de inteligencia y hay oficios clarísimos -pedidos al ministro de Defensa Nacional, al Ejército- ni tengo ninguna actividad en mi hoja de vida vinculada con inteligencia.
- Lo que dice la gente que ha investigado el tema de DD.HH. es que el encargado de inteligencia había viajado a Santiago para ponerse a órdenes del general que controló la ciudad ese día y que esas labores quedaron en sus manos.
No. La sección inteligencia depende del segundo comandante y jefe de la plana mayor. Yo jamás fui segundo comandante ni jefe de plana mayor.
- ¿Ni siquiera subrogante?
Ni siquiera subrogante, ni siquiera interino. Y ese día, y podemos seguir la cronología, llega en la comitiva el mayor Marcelo Moren Brito, que era el segundo comandante y jefe de plana mayor, y por tanto jefe también de inteligencia de operaciones. El segundo comandante del regimiento tiene el control de todo el regimiento en la parte de la acción del día. Los únicos que están excluidos de la línea de mando del segundo comandante es el comandante, que es su superior, y es el ayudante, que reporta directamente al comandante. Entonces el jefe de inteligencia en ese día, y el segundo comandante, y por lo tanto el jefe de todas las actividades del regimiento, que no necesita pedirle permiso a nadie, y además es un hombre que conocía el regimiento como la palma de la mano y que tenía un estilo de mando muy especial, es Marcelo Moren Brito. Que era parte de la comitiva.
Pero volviendo a lo que decía del ayudante. El ayudante, además -y tiene que ver con lo que usted me pregunta-, no tiene personal a cargo, no tiene vehículos a cargo, no tiene armamento a cargo, ni puede tener otros cargos. Ni siquiera hace guardia ni ronda. Vale decir, cómo va a tener otra actividad.
- Llega esta comitiva, llegan al regimiento. ¿Usted los ve en el regimiento por primera vez?
Yo los veo en el regimiento, pero se recibe en la comandancia un llamado telefónico bien entrada la mañana, yo creo que después de las 11 de la mañana, que en 20 minutos va a aterrizar un helicóptero y que viene un general y personal.
- ¿Sólo eso?
Sólo eso. Acordémonos de 45 años atrás. O sea, esa teoría de que uno podía saber lo que había pasado en Cauquenes, Linares, Talca. Hoy día que tenemos claro que ése fue el itinerario. Estábamos con censura, no había internet, no había diarios, no había cobertura, el Ejército no tenía boletines de prensa que se mandaban; nos comunicaban por telegrama, de esos que uno le pegaba la frase, y nada más: en 20 minutos.
- Sólo para despejar ese punto, ya que lo toca. ¿No es posible pensar que un compañero suyo en la Escuela Militar, un teniente igual que usted que estuviera en Cauquenes, en Valdivia, en los otros lugares por donde pasó la comitiva de Arellano antes del 16 de octubre, hubiera llamado por teléfono y hubiera dicho 'oye, pasó esto en mi regimiento', contándoselo al compañero, al amigo de la escuela militar? No al superior, a la organización jerárquica del Ejército. Yo sé que eran tiempos complicados, estábamos recién después del golpe de Estado, pero ¿no es posible pensar en eso, que haya habido algún tipo de advertencia o de comunicación de que estaban pasando esas cosas?
Yo le contesto en lo personal. Yo ni antes, ni durante, ni después, tuve ninguna noción e información oficial o extraoficial de las características que tenía este grupo, de lo que había hecho, de lo que venía a hacer o de cualquier antecedente de cómo obraba. Nunca. Ahora, yo no le puedo decir si a alguien en el regimiento, porque es lógica la pregunta suya, le pueden haber dicho, o el mismo Marcelo Moren pudo haber llamado a alguien de su confianza en el regimiento y “mira, voy para allá”.
- O sea, es posible, pero usted no recibió ningún llamado.
Yo, de corazón, no sabía absolutamente nada. Además, mi vida desde el 11 de septiembre fue eso: jefe de gabinete de la Intendencia. Vivía fuera del regimiento, por casualidad ese día estaba en el regimiento. El diario de ese día me pone en una foto con el comandante visitando una industria. Yo tenía la orden de cambiar la Intendencia, que seguía funcionando en el Regimiento, a la Intendencia Regional o Provincial de esa época. Mi trabajo se centraba en lo que el comandante me decía: “vaya a contactar al señor Roberto Vergara, al señor Alberto Cooper, al señor Raúl Aguirre, porque quiero que nos ayuden”. Yo vivía fuera del regimiento, no tenía nada a cargo. A cargo tenía la normalización del abastecimiento -recordemos que la ciudad estaba desabastecida-, hablar con los comerciantes y armar esta incipiente estructura de cómo iba a funcionar la Intendencia. Esa era mi tarea.
Balazos tras el almuerzo
- Volvamos al tema. Llaman por teléfono. En 20 minutos aterriza este helicóptero.
El comandante lo va a buscar.
- ¿Usted no va con él?
No, yo no voy con él. El comandante va a buscarlos al aeropuerto. Llega la comitiva. Y el regimiento está en un lugar, todo el personal -hasta los grados de cabo-, y el general Arellano con parte de la comitiva hace una arenga muy vinculada con el deber ser militar, que había que actuar bien, que había que tratar bien a la gente, que ya el momento tenso había pasado, que la gente no podía estar presa por toque de queda… Hubo una conferencia muy doctrinaria, y explica también por qué había sido el 11 de septiembre. Ya ahí la comitiva no estaba entera. Yo de la comitiva conocía al segundo comandante. De hecho, el segundo comandante se segregó del general Arellano como altiro.
- Que es Marcelo Moren.
Claro.
- ¿A los otros tenientes de la comitiva los conocía?
Yo conocía, eran bastante menos antiguos que yo, a Fernández Larios, lo había visto. Había visto alguna vez al coronel Arredondo, pero no tenía ningún vínculo con él.
Ahora, esa charla es contradictoria, porque -como le digo- es del deber ser militar y después, si uno lo compara con los acontecimientos del día, constituye una farsa o una gran provocación, una interrogante que uno dice…
Y ahí sale el general Arellano, con el coronel Lapostol, el mayor Casanga, algún medio de la comitiva, el ayudante va 10 metros, 15 metros atrás, y entran a la oficina del comandante. Yo me quedo en la oficina de al lado. Al ayudante -no sé si lo dije-, lo llaman con un timbre cuando tiene que entrar. Ahora, entraba y salía pero no por la puerta… Esta oficina tiene una puerta que da a un hall central y una puerta que da a la oficina del ayudante. Voy por la puerta del hall central, Casanga que iba y volvía, y como le digo, no estaba la comitiva entera. Pero estaba el comandante. A mí me llama el comandante dos veces para entregarle una orden del regimiento. Entro, entro con la orden, y salgo. Y súbitamente, no mucho tiempo después de que empezó la reunión sale el comandante, muy tenso, y yo me voy con él, nos vamos al frontis del regimiento y empieza una conversación, donde me dice que “hemos tenido una discusión muy grande con mi general Arellano”, me dice, pero no me da... El comandante, como le decía, con el ayudante, no es un confidente, no es una persona... Median cuatro grados jerárquicos, median casi 20 años de edad.
- Este es el episodio donde el comandante Lapostol sale del regimiento y se para como en el frontis a esperar que pase algo. En ese momento usted lo acompaña, que es lo que él ha relatado.
No sé lo que ha relatado él, pero -como le digo- sale de la oficina, nos vamos al frontis del regimiento, y me dice: “mire, vaya y ordene un almuerzo, porque se van a ir en la tarde”. Vuelvo y él está pasando revista con el general Arellano. Después está ese almuerzo. Cuando estamos fuera de ese almuerzo, en ese almuerzo prácticamente no asiste gente de la comitiva, o muy fugazmente. Y ese almuerzo termina, salen ellos a la antesala del casino de oficiales y yo nuevamente atrás del comandante, esperando alguna orden. El ayudante es el que le toma nota, el que le dice “no se olvide de tal cosa”... Y súbitamente se escuchan tiros.
- ¿En ese momento, en el almuerzo?
Terminado el almuerzo. Y se van los oficiales.
- ¿Pero era anormal que se escucharan balazos?
Por supuesto, absolutamente anormal. Y ahí yo veo al comandante que se tensiona, se sorprende. Como dice usted, es anormal y no eran pocos tiros. Yo no escuché todo, pero dice una cosa como “qué pasa mi general, qué pasa”. Y hay una voz como “debe ser una resolución del Consejo de Guerra”, le dice mi general Arellano. Ahí empiezan entre ellos… Ees curioso, pero lo que hace un ayudante en esos términos en lugar de acercarse, es alejarse, porque ve que un general está discutiendo con un coronel. Y cuando termina eso, que deben haber sido unos minutos, me llama Lapostol y me dice “váyase a la ayudantía, trate de averiguar algo”. Yo hasta ese momento, y después de ese momento, jamás escuché ni de que iba a haber fusilamiento, ni de que iba a haber Consejo de Guerra, ni de que había que hacer algo para ir a buscar presos. Nunca pasé la parte -como quedó en la visita, en la reconstrucción de la escena, como quedó probado-, nunca pasé... Mis lugares fueron tres: la oficina de la ayudantía, el frontis del regimiento, el frontis del casino de oficiales. Quedó absolutamente acreditado que no pasé esa línea. Lo que le afirmo es que jamás en ese día, hasta ese momento, yo pude saber, intuir, pensar, que iba a pasar una cosa así.
- ¿Y qué pasa después entonces?
Después cuando estoy yo en la ayudantía, y que nadie sabía nada tampoco. Yo soy creo uno de los, no sé, de los pocos que no ve tampoco a los detenidos o a los ejecutados, o ya muertos, nunca.
- No los vio.
No los vi. Ni siquiera conozco el lugar de los hechos, hasta hoy. Y lo que pasa en la ayudantía es que vuelve Lapostol. Y ya ahí venía muy destrozado.
- Después de dejar a la Caravana.
No, no, no. Vuelve... Parece que en ese intertanto fue al lugar y desencajado me dice “¡hay muertos!”. Ni siquiera sé el número y el nombre. Y esta gente se va. De ahí baja, yo bajo con él, y ahí ese es el primer momento en que yo sé que hay muertos, porque los tiros eran anormales, pero podrían ser un asalto al cuartel o quizás qué cosa, digamos. Y como le digo, no tenía un antecedente como para poder decir “oiga, con qué se vincula”. Y ahí, cuando se van los oficiales y Lapostol los va a dejar, veo que Lapostol insistía en pedir que se le entregue el acta del Consejo de Guerra que él no había ordenado y donde ningún oficial del regimiento debería haber participado. Porque los Consejos de Guerra en ese regimiento, yo creo que en todas partes, se convocaban formalmente, con una orden, etc.
- Lapostol insiste mucho en el documento que finamente no se le entrega.
Él incluso llama posteriormente a Copiapó para pedir el documento. Y Lapostol antes de irse le ordena a Casanga que redacte un bando, porque su momento no estaba en pérdida de control, pero estaba muy consternado. Lo que hace Lapostol es que le dice a Casanga que averigüe los nombres -no sé si Casanga los sabía o no los sabía, Casanga no va al almuerzo tampoco, y él era el fiscal- y redacta un bando que firma, me dice a mí, “el papel téngamelo a la vuelta, porque hay que comunicarlo de inmediato, para que los familiares de las víctimas sepan, yo me quiero reunir con ellos y para que la ciudad sepa”.
- El bando entonces es idea de Lapostol y redactado por Lapostol. ¿Usted no participó ni en la idea ni en la redacción?
Ni en la idea, ni en la redacción, ni en la firma, en absoluto.
- ¿Usted llamó por teléfono al diario para decirlo?
No, yo llevé...
- ¿Lo llevó personalmente?
En un sobrecito personalmente, porque Lapostol sabía que el diario se cerraba.
- ¿Pero usted sabía que ese bando era falso?
Yo no sabía que era falso. Además tan falso... A ver, tenía el nombre de las verdaderas víctimas, decía que había un Consejo de Guerra, que era lo que le habían dicho a él y por el documento por el cual peleaba. O sea, yo había escuchado la palabra Consejo de Guerra.
- Ahora, si hubo un Consejo de Guerra fue rapidito...
Es que yo creo que no lo hubo, digamos, porque sino no le entregaron...
- No lo hubo, por eso, en ese sentido era falso.
Pero espérese. En ese momento -tendríamos que preguntarle a Lapostol-, él creía que había habido Consejo de Guerra, yo había escuchado Consejo de Guerra, yo no soy quién para calificar si era falso, pero la palabra Consejo de Guerra la había pronunciado como la causal de lo que estaba sucediendo.
- El abogado Cristián Cruz, que es uno de los principales querellantes en esta causa, dice que la idea del bando es suya.
No, absolutamente falso. Y ya le digo, el ayudante no es para tener bandos. La idea del bando es de Lapostol y el propósito del bando, que tiene el coronel Lapostol, ya se lo dije. Dos propósitos: avisarle a las familias, que de hecho se convocan de forma inmediata y que tienen contacto con él en el día siguiente y le entrega personalmente sus objetos personales del anillo de cada uno de los ejecutados. Y el segundo... O sea, era transparentar una situación.
Esto no se compara cuando en otros episodios usted dice, como en el caso Copiapó, “mire íbamos con unos presos frente a la cuesta Cardones y se escaparon y hubo que aplicarle la Ley de Fuga y los mataron a todos”. Aquí será el juez el que dice si el bando es falso o no es falso. Yo no he participado ni en la firma, ni en la redacción, ni en la idea. Pero lo que le puedo decir es que lo que el bando decía era que había muerto gente dentro del regimiento, que había muerto por un Consejo de Guerra y la causal que le puso Casanga ahí, era por qué estaban detenidos... Y a mí lo que me corresponde es que cuando Lapostol firma yo llevo el bando al diario, porque Lapostol lo que quería era que no cerrara el diario antes de que pudiera ir el bando: O sea, se transparenta una situación, y de ahí lo que pasa es que Lapostol ordena reunirse con cada una de sus familias.
"Y este señor, por qué no denunció"
- Hay una cosa que no entiendo. Lapostol en el libro Los zarpazos del Puma le dice a Patricia Verdugo que él se equivocó también en el entierro de los cuerpos. ¿Por qué si él quería informar y transparentar y reunirse con las familias de las víctimas no entrega los cuerpos también?
Mire, es un tema que nunca he entendido.
- ¿Usted supo de la instrucción del entierro?
No.
- ¿Tampoco?
Tampoco, se la dio a otro oficial y tampoco supe, ya le he dicho yo, un ayudante no es un asesor del comandante, tampoco me dijo lo que iba a hacer. Me parece que a otro oficial le ordenó esa actividad. Y yo siempre me he preguntado lo mismo que usted, qué llevó a no entregar los cuerpos si su voluntad era reunirse con las familias y decirles la verdad de lo ocurrido. De hecho, el coronel Lapostol la otra orden que me da a mí ese día, cuando vuelvo del diario, él ya se reunió con los oficiales -yo no estuve en esa reunión- me ordena llamar a Copiapó -o sea, yo soy el que llama y le pasa el teléfono- y él habla con el coronel de Copiapó.
- Para avisar que iba...
Para avisar primero que iba... Pero sí “lo que le quería pedir...”, era el acta del Consejo de Guerra. Porque como a las 12 de la noche me dice “oiga Juan Emilio todavía no me llega el acta, se las pedí hasta el final y en el bando yo puse que había habido Consejo de Guerra y yo no convoqué ni un Consejo de Guerra. Entonces, ahí el tema de la mentira, serán otros los que tienen que calificar, yo le estoy contando los hechos.
Entonces me dice, reúne a los periodistas en la mañana porque yo les voy a decir que no hubo Consejo de Guerra. Se reúnen los periodistas en la mañana y Lapostol les dice, “del bando de ayer no hubo Consejo de Guerra que yo haya convocado y no he recibido un acta”. A Lapostol meses después lo remueven del mando, le quitan el mando del regimiento en una época que no era la normal, lo destinan a una repartición donde van los oficiales que están... y lo retiran del Ejército.
- Hasta ahí llega su carrera.
Hasta ahí llega su carrera. Bueno, resumiendo, yo en ese día no conocí ni antes, ni durante, ni después que iba a suceder la tragedia que sucedió y esos hechos me marcaron de por vida.
- Eso le iba a preguntar. ¿Cómo durmió esa noche?
Poco o nada.
- ¿Se angustió?
Por supuesto, por supuesto.
- ¿Compartió esa angustia con algunos de sus compañeros de armas, con su familia?
No. Bueno, con mi familia, mi mujer y una guagua, digamos. Lógicamente, compartí con mi mujer el momento trágico. Ahora, yo no estoy cargado con algo que debe ser peor que lo que me tocó a mí, yo no vi a esta gente antes, no vi sus cuerpos, no vi eso. Pero se lo digo muy de corazón, se puede preguntar uno, “bueno, y este señor por qué no denunció, por qué no hizo otra cosa”.
- Quiero ir a ese punto, pero quiero preguntarle una cosa antes. El otro día veíamos en Teletrece el testimonio de María Ruiz-Tagle, que es hermana de uno de los detenidos desaparecidos y ella cuenta que sus padres se juntaron en el hotel en Antofagasta con unos oficiales de la Fuerza Aérea que, muy hundidos en la angustia, se habían dedicado a emborracharse para salirse de la angustia y le escribieron en una servilleta los nombres de los culpables de esa muerte. ¿Nada de eso, nada similar le pasó a usted?
No, en La Serena yo creo que fue buena la reunión esa que hizo Lapostol con los oficiales, en la que yo no estuve, en que dijo “mire aquí yo soy responsable, aquí ustedes no han participado”. Quedó la sensación que como había pasado una tormenta que había tomado el actuar… Además que yo en ese tiempo, cuando hablan de un oficial delegado, yo no tenía idea lo que era un oficial delegado, yo lo aprendí en la Academia de Guerra... Pero sí tenía idea lo que era el mayor Moren Brito, era el segundo comandante del regimiento. Entonces esa sensación y esos episodios de curarse o morbosos yo no los vi en La Serena. Entre nosotros no hubo una… Como que el tema desapareció del...
- ¿Lo bloquearon?
Sicológicamente... Yo nunca hablé con otros de este tema. En mí quedó una carga que se lo digo con mucha sinceridad. Cuando, yo me pregunto, mi error quizás fue por qué permanecer en el Ejército. Se me puede pedir haber abandonado el Ejército ahí, un Ejército que era mi amor, que era mi vocación, que tenía la tradición de mi padre, en que yo veía que las cosas se hacían, en el ámbito que yo me movía, se hacían con rectitud. Pero me quedó esa carga y cuando tuve la posibilidad de llegar en los años '90 al alto mando, después de una trayectoria que si a usted le interesa la podemos ver, yo muchas de las decisiones que tomé fueron marcadas por esas cuatro horas. Mi mirada evolucionó lógicamente desde el '73 en adelante. Yo al siguiente me fui como capitán a la Escuela Militar, hice una carrera militar totalmente normal, entré a la Academia de Guerra, saqué el primer puesto, me mandaron a estudiar a Francia, Francia cerró las negociaciones la relación con Chile, me mandaron a hacer curso del Estado Mayor a Sudáfrica. De ahí volví, mandé dos regimientos, un año y tanto fui intendente, fui director de la Academia de Guerra, me mandaron a España, hice un doctorado en sociología, fui agregado militar. Y ese es otro momento de mi vida súper marcador: desde fuera usted ve a su país distinto, a su institución distinta, y yo empecé a sentir, a medir la profundidad de la fractura de una manera a la fractura que tenía Chile, el sufrimiento de la gente que había violado los derechos humanos.
- General, entrevisté a Nicolás Barrantes, que es hermano de una de las víctimas de los fusilados ese día, en Tele13 Radio, y él lo llama el torturador Juan Emilio Cheyre, porque el dice que usted lo torturó.
Yo no he torturado en mi vida a nadie. No le he pegado a nadie. Ni de niño he tenido una pelea con nadie.
- Él dice que se acuerda de su voz y de su cara.
Y por qué me pone el apellido que me pone y de mi voz y de mi cara. Nunca, nunca he tenido un acto de naturaleza, jamás. Repudio la violencia, ni siquiera ando con armas cuando me han amenazado de muerte. Es rarísimo que a 43 años una persona aparezca y diga que lo conoce por los labios, que lo conoce por los ojos. No hay un testigo que diga que conoce al señor Cheyre. Me he enfrentado a personas que... A mí me da un dolor tremendo el señor Barrantes y otras personas, no me cabe duda que los torturaron, no me cabe duda que sufrieron, pero apuntan mal, apuntan al flanco, tienen datos falsos, esos datos no sé quién se los provee. Pero aquí confluyen dos fuerzas gravísimas, que son la gente vinculada al quehacer de Manuel Contreras, que lo dijo en televisión y lo dijo en todas partes, que yo tenía actos de torturas de esa naturaleza. Un agente, Pedro Rodríguez, en los años '90, dijo que yo le había dado el tiro de gracia a los prisioneros. Y eso me ha acompañado veintitantos años, esa mentira, para vivir ahora con otras mentiras, que son tomadas con gente que tiene dolor, gente que yo conocí el dolor de ellos y por eso hice lo que hice. Pero se equivocan, ¡yo no he torturado a nadie, no he violado los derechos humanos, ni en ese día, ni nunca!
- Cuando dicen, general Cheyre, que en la cárcel de La Serena, donde estaban los presos, se hablaba de su nombre, se hablaba de su apellido...
Y se hablaba del apellido de un señor que durante dos años, durante un año y medio, a lo único que se dedicó fue a los temas que le decía, de la Intendencia, de la agricultura. Yo he llegado a pensar incluso que alguien me haya cambiado el nombre, que le digan miren, el que tortura es fulano. Habría que ser mago para dedicarse a tener las relaciones con los civiles, a tener las audiencias del Intendente, a salir a las industrias, etc. y en la noche, una persona que como ya le dije en su cargo, desde el 10 de septiembre no tiene un pinche soldado a cargo, no tiene un vehículo a cargo, no tiene un almacén de material de guerra a cargo.
Se acaba de cerrar una investigación y archivar en La Serena de una niña que decían que yo había entrado con una patrulla, en que describe que iba con muchos oficiales, incluso más antiguos que yo, y que yo (fui) el que pateé, el que tomé a la señora, que me la llevé. A ella la mantuvieron un mes presa, que la mantuve yo, un mes presa en esa casa, se archivó sin encontrar una culpa.
Con qué medios lo iba a hacer, en qué tiempo lo iba a hacer. El año pasado sale en el diario El Día, me manda un cuestionario en que un agente de Cutún, un pequeño pueblecito cerca de La Serena, dice que llegó Cheyre con un camión el año '75, pescó a 20 personas del pueblo, les pegó y se los llevó a torturar al regimiento. El año '75 yo llevaba un año en Santiago, dos sargentos dijeron que, también tuve que declarar ante la justicia... Llevo 20 años soportando mentiras, 20 años, desde que mi nombre empezó a sonar como un posible comandante en Jefe y desde que algunos lo vieron como un peligro para el Ejército.
Ese es un sector pequeño de militares que en ese tiempo lo veían como un peligro y ahora desprecian lo que yo hice. Y hay otro sector de la extrema izquierda que no sé qué los mueve para proveer este tipo de antecedentes o enganchar en este tipo de cosas. Yo estoy muy dolido porque, jugar... Sabe, en lo personal, sí me duele, por suerte tengo la familia que tengo, tengo los amigos que tengo y tengo el apoyo que tengo que me ha conmovido en estos días. Pero lo que más me duele es que matando a este personaje se mate no mi obra, porque no es obra mía, es obra de un alto mando del Ejército de un periodo en que nos jugamos por la libertad, por consolidar la libertad de Chile, la paz social, y la reconciliación. Eso es lo que yo no quiero que sea afectado en esta maniobra perf... malvada.
-Vamos a ese punto. Hay gente que considera increíble todo lo que pasó, que considera increíble su versión. Hay gente que se pregunta lo que hablábamos antes, cómo es que no fue a la justicia después de tantos años, habiendo pasado incluso el período de la dictadura. Y llega después al “nunca más”, que en esa perspectiva queda de alguna manera puesto en tela de juicio, manchado por la duda de la mentira. Usted me relató su carrera y me relató sus decisiones, quedarse en el Ejército y después mirar desde lejos el país. ¿Se fue convenciendo de a poco de que esto que había pasado habían sido crímenes que tenían que ser juzgados por la justicia o siempre tuvo esa convicción?
Me fui convenciendo de a poco, porque mi carrera como se la relaté fue una carrera militar. Además, mi quehacer fue bastante demandante. El Ejército es una institución bastante compartimentada. Yo no le puedo decir que no sabía cuando se colocó una bomba o que no sabía cuando murió Tucapel Jiménez. Pero la verdad es que la dimensión o la especulación nunca tuve... Hasta el año 2001, en que fui jefe del Estado Mayor del Ejército, tuve una carrera absolutamente dedicada a lo que ya le he relatado.
El año 2001, y un poco antes ya, en que el general Ricardo Izurieta empezó a entregarme ciertas responsabilidades... Y además mi cuestionamiento propio digamos. Hay dos momentos de mi vida que yo me empecé... Yo nunca fui un desafecto al gobierno militar, pero sí un crítico cada vez más creciente de estos órganos de inteligencia, a tal nivel que fui calificado por los sectores extremos como un hombre peligroso.
Cuando estuvimos en la Academia de Guerra, yo fui jefe del departamento de Estrategia, como profesor. Cuando volví el año 82' a Chile, en mi primer viaje al extranjero, nos juntamos un grupo de oficiales que fuimos los generales del año 2000 y ahí surgió un sentimiento no de desafección pero sí un fuerte sentimiento de crítica, de que necesitábamos un mando distinto, de que necesitábamos mirar a la sociedad distinto, de que no veíamos, no podíamos seguir siendo amigos de los amigos del gobierno militar y enemigos de los enemigos del gobierno militar. De que había un país que necesitaba condolerse con el dolor de las víctimas. Y ese grupo de oficiales, mi misma oficina digamos, teníamos oficinas chiquititas, de profesor, donde usted toma café, donde es una vida diferente a la del cuartel. Estaba Óscar Izurieta, que después fue comandante en Jefe, estaba Javier Urbina, que fue mi jefe de Estado Mayor, estaba Carlos Molina, que fue el comandante de Operaciones Terrestres durante mi mando, grandes colaboradores de una época. Y ahí ya diría yo que surgió este sentimiento fuertemente de cambio, de transformación, de transformación cultural, porque no es solamente una transformación de un Ejército que necesita nuevos medios, etcétera, sino que de un cambio de mentalidad.
Cuando fui director de la Academia de Guerra, curiosamente cuando me nombra el general Pinochet me dice “mire, usted, estamos en otra época, y usted haga lo que tiene que hacer”. No me dijo más y tenía un gran comandante de Instituto Militar, el superior que era el general Jaime Concha, que fue apoyando todas las iniciativas que tuvimos desde la Academia de Guerra, que fue el gran centro provocador del vínculo entre civiles y militares. Ahí digo llegó Edgardo Boeninger, ahí llegaron todos los ministros de la época, ahí llegaron el Poder Judicial, ahí se habló de las relaciones civiles-militares, ahí estuvo el general Ernesto Videla ya en retiro, sustentando un nuevo concepto de seguridad nacional, y de ahí me voy a España. Entonces, a su pregunta, fue un proceso gradual. Y dónde cae ya mi aterrizaje absoluto en el drama de los derechos humanos, cuando asumo como jefe de Estado Mayor, ya se ha producido la Mesa de Diálogo, y ya tenemos en frente la información ya no de mis cuatro horas de La Serena, o de lo que yo pudiera haber deducido de los casos más emblemáticos, donde no había que ser muy inteligente para darse cuenta que era de parte de sectores vinculados al Ejército.
"No apoyé a Pinochet"
- ¿Ahora, se arrepiente de haber apoyado a Pinochet?
Mire, yo no apoyé a Pinochet. Yo creí, primero, en la verticalidad del mando, y al mismo tenor, en el ejercicio de la verticalidad del mando para actuar con lo que yo estimé era constitucionalmente. Yo siempre... Yo creo que yo soy un oficial... Mi padre es el que rodeó el Regimiento Tacna, mi padre era el mejor, o uno de los mejores amigos de los generales Schneider y Prats, mi papá fue el que fue nombrado jefe de investigaciones para resolver el crimen de Schneider, esa era además la cultura que yo tenía en la formación militar clásica.
- Por eso mismo...
Pero déjeme decirle. Para mí el pronunciamiento, el golpe militar, fue un acto legítimo en que siempre entendí que los poderes del Estado habían llamado a las Fuerzas Armadas. Por lo tanto yo no puedo arrepentirme de algo que en mí tiempo, ahora puedo verlo de otro lado.
- Pero todo lo que pasó después, más allá del puritanismo, todo lo que pasó después, porque están las cuatro horas de La Serena pero después hubo muchos crímenes.
Bueno ¿y cuál es mi actitud?: rechazarlo. Cuando yo reconozco.
- Lo que pasa es que sus críticos dicen que estando en el Ejército, guardando silencio, no los estaba rechazando.
Bueno puede haber opiniones y son legítimas. Pero el punto, más que el “nunca más”, porque el “nunca más” es como el hito de mi actuar, yo encuentro que lo más duro, lo que a mí me dolió más, el acto que me mereció más reflexión fue el reconocimiento de la responsabilidad del Ejército en los crímenes del pasado. Hasta ahí la teoría era “mire, el culpable es el piloto del helicóptero que fue a esto, el mecánico que hizo tal, el teniente que...”
- Que se arrancó con los tarros.
Que se arrancó con los tarros. Convencido yo que a mí no me enseñaron una doctrina, no estudié para un Ejército de esta naturaleza: me enseñaron el deber ser. Cuando usted ve que la institución tiene una responsabilidad, y yo fui criticado por editoriales de diarios, por reconocer la responsabilidad institucional, por abogados, etcétera, yo creo que ese es mi respuesta. Mire, el pasado no se puede reconstruir. Yo le preguntaría, ¿se equivocaron los políticos cuando fueron actores del quiebre de la democracia en Chile? Yo tengo roles, profesionales, humanos, los tengo, pero no he cometido ningún horror Iván, no he estado mezclado en ningún acto de que me tenga que, que manche mi vida, mi honra o mi quehacer y lo que más me importa, más que lo personal, es lo que le dije antes.
- Volviendo al presente y terminando ya general. ¿Cómo siente ahora su presente, su vida, su reputación, su carrera profesional, su actividad profesional?
Como… Bueno, ahora, ya no tengo actividad profesional.
-¿Siente que está destruida?
No
- ¿Su reputación?
Afectada. Y como le digo, yo quiero darle sentido a este momento de mi vida, darle sentido en lo personal. Ha sido una vida... la gente cree que es una vida muy de oropel, ha sido... Usted tendría que hablar con mi señora para saber cuán dura ha sido. Yo he sacrificado todo por el amor que le tengo al Ejército, todo. Fueron 44 años de una vorágine. No tengo. Me fui a la vida civil con un compromiso de no ser un actor del poder sino que no ser un actor político, me fui con la posibilidad de serlo, me he jugado por lo que me he jugado, tengo los enemigos que tengo, tengo el apoyo que tengo y este momento quiero, como le decía al principio, transformarlo en un momento en que revitalice por lo que quiero luchar. Para mí el dolor de mucha gente creo que ayudé mitigarlo y este es un momento para revivir en la dimensión actual. No le digo en qué proyecto, no sé, pero pensaba iniciarlo a los 70 años, de verdad, se me adelantará, quiero hacer algo mucho menos intelectual, algo mucho más de cuerpo, de estar al lado de los débiles.
- Y por último general, ¿qué cree que piensan los chilenos de usted hoy?
De todo. Hay gente que pensará... Mire, las muestras que yo...
- ¿Siente que le creen o no?
Hay mucha gente... Mire, en estos días he salido a la calle como cualquier persona, he andado en taxi, he andado en Metro, nadie me ha cuestionado. Me ha dicho gente, “déle general, usted es inocente, defiéndase”. Lo único que he recibido son muestras de apoyo. Los estacionadores de autos. Pero habrá por supuesto gente que, más que creerme a mí, lo que yo aspiro es que tengan la certeza que las decisiones que yo tomé, son absolutamente limpias, correctas, verdaderas, basadas en lo que yo creo y en lo que yo era. El Cheyre de hoy es el mismo que han investigado hace 20 años y que no le habían encontrado ninguna tacha, el mismo que de niño entró a la Escuela Militar, no hay dos, dos momentos, y de eso tendré que probarlo donde corresponde y no es ser masoquista pero quizás el momento que vivo me haga estar más cerca de muchos otros que han sufrido igual que yo o mucho más que yo, digamos. Yo eso lo ofrezco, lo ofrezco, por lo que realmente creo.
Para más detalles, no te pierdas la entrevista completa esta noche en la Edición Central de Teletrece, a las 21:00 horas.