Qué es la "tragedia de los comunes" y cuál es su relación con Elinor Ostrom, la ganadora del Nobel
Imagina que un grupo de campesinos compra un terreno donde cada uno puede llevar su ganado y dejarlo ahí pastando.
Un día uno de ellos decide llevar una vaca extra. Necesita el dinero y, aunque sabe que no es bueno para el suelo, piensa que ni se va a sentir en un terreno tan grande.
La ganancia es buena, así que lleva una vaca más. Y luego otra y otra y otra.
Él gana el dinero, pero son todos los que pagan el desgaste de la tierra. "No es mi problema", se repite el campesino.
Pero él no es el único pensando así: todos y cada uno de los campesinos están llevando ganado extra al terreno para beneficio personal y detrimento colectivo.
He ahí la tragedia.
"Cada hombre está encerrado en un sistema que le incita a aumentar su rebaño sin límite, en un mundo que es limitado", escribió el biólogo y ecologista Garrett Hardin en un influyente ensayo publicado hace 50 años en la revista Science.
Y agregó: "La ruina es el destino hacia el cual todos los hombres se apresuran, cada uno persiguiendo su propio interés en una sociedad que cree en la libertad de los bienes comunes. La libertad en un bien de uso común trae ruina a todos".
Fue a eso a lo que llamó la "tragedia de los comunes".
Naturaleza humana
La metáfora de los campesinos no pertenece a Hardin, sino que había sido propuesta en 1833 por el escritor británico William Forster Lloyd.
En ambos casos buscaban ilustrar cómo la sobrepoblación es producto del egoísmo personal de procrear sin pensar en la presión social, económica, política y ecológica que se imprime en el colectivo.
El ensayo de Hardin, publicado el 13 de diciembre de 1969, tuvo un enorme impacto en múltiples disciplinas pero en las ciencias económicas en particular.
De hecho, durante mucho tiempo existió entre los economistas un consenso de que los recursos naturales de uso colectivo inevitablemente derivan en una sobrexplotación y que, a largo plazo, son destruidos o agotados.
Lo único en lo que diferían era en la solución: unos decían que se debía entregar el control al gobierno central, mientras que otros afirmaban que lo mejor era privatizar.
"No estoy en desacuerdo con el argumento de que dividir un bien común y asignar derechos de propiedad individuales mejora la eficiencia en muchas situaciones", escribió la politóloga estadounidense Elinor Ostrom en 1986.
"De manera similar -continuó-, no estoy en desacuerdo con el argumento de que, en otras situaciones, administrar algunos recursos a través del gobierno central puede evitar el uso excesivo".
"Estoy en desacuerdo con la presunción de que la administración del gobierno central o los derechos de propiedad privada son la única manera de evitar la tragedia de los bienes comunes", afirmó.
La entonces docente de la Universidad de Indiana (EE.UU.) se sumerge en cuatro casos de éxito, basados en sus investigaciones en pequeñas comunidades locales.
Con los años, Ostrom seguiría ampliando esta línea de investigación hasta desbancar esta popular teoría y, en consecuencia, convertirse en la única mujer ganadora del premio Nobel de Economía de la historia.
Sin tragedia
Ostrom nació el 7 de agosto de 1933 en Los Ángeles (EE.UU.), durante la Gran Depresión.
"Afortunadamente, nuestra casa tenía un gran patio que llenamos con un huerto y árboles frutales", contó luego en su autobiografía para la Fundación Nobel.
Antes de que Hardin publicara su ensayo, Ostrom ya había obtenido un título universitario (fue la primera de su familia en lograrlo), un máster y un PhD en ciencia política.
Sin embargo, sin saberlo, en ese entonces ya estaba investigando los problemas que enfrentan los usuarios al administrar un bien de uso común.
Con los años, empezó a recorrer el mundo en busca de casos empíricos de buen manejo comunitario de recursos pesqueros y acuáticos, pastizales y bosques, entre otros.
Y los encontró. Algunos incluso llevaban cientos de años de éxito.
Uno de estos ejemplos es de España, más en concreto de los valles de ríos que tienen canales de riego mantenidos de manera comunitaria y regidos por complejas normas que regulan localmente la extracción de agua desde hace 500 años.
Según explica Ostrom en su libro "El gobierno de los bienes comunes", en tiempos normales, los agricultores se organizan por turnos. Cuando les llega el propio, pueden abrir las puertas del canal y hacer uso de toda el agua que deseen, pero sin desperdiciarla.
Una vez satisfecha su demanda, cierran las puertas y esperan a que vuelva a ser su turno.
Pero, en épocas de sequía, las reglas cambian: quienes pasan a tener prioridad son los agricultores cuyos cultivos están más necesitados de agua.
Tal como indicó la Fundación Nobel al darle el premio de Economía en 2009, Ostrom "demostró que cuando los usuarios utilizan los recursos naturales en forma conjunta, con el tiempo se establecen reglas sobre cómo deben ser cuidados y utilizados de una manera que sea económica y ecológicamente sostenible".
La estadounidense terminó así con una sabiduría económica popular.
Ostrom falleció en 2012 pero su trabajo sigue inspirando a comunidades enteras para desarrollar proyectos autorregulados donde se cuide lo individual tanto como lo colectivo.