El volcán Popocatépetl hace en la actualidad honor a su nombre en náhuatl: "el cerro que humea". En los últimos días, ha emitido repetidamente ceniza, vapor y gas. Situado en el centro de México, entre Ciudad de México y Puebla, el Popocatépetl está considerado uno de los volcanes más peligrosos del mundo, ya que se calcula que 25 millones de personas viven en un radio de 100 kilómetros en torno a este. La agencia de protección civil de México declaró el domingo una alerta "amarilla fase tres".
El sistema mexicano de alerta temprana por actividad volcánica funciona básicamente como un semáforo, con los colores verde, amarillo y rojo, explicó en entrevista con DW Hugo Delgado, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, antes de que se elevara el nivel de alerta actual.
El nivel amarillo consta de tres fases. En la segunda, la actual, comienzan, por ejemplo, las actividades de mantenimiento de refugios temporales, así como la revisión de salidas de emergencia y caminos de evacuación. En la tercera fase amarilla, se alista el personal de protección civil con el apoyo del Ejército, y se comienza a preparar a la población para una posible evacuación. Además, se provee de alimentos, cobijas y camas a los diferentes refugios. En el nivel rojo, comenzarían las evacuaciones.
¿Hay peligro inmediato?
Tras un largo periodo de inactividad, el Popocatépetl ha vuelto a estar activo desde 1994, y desde entonces ha mostrado fases de mayor actividad, explica Thomas Walter, geólogo y vulcanólogo del GeoForschungszentrum Potsdam. Pero en su opinión, el mayor peligro para la población no procede del Popocatépetl, sino del campo volcánico monogenético sobre el que se asienta la capital, Ciudad de México. Un campo monogenético suele contener entre diez y cien volcanes. "Eso no quiere decir que mañana vaya a haber una erupción volcánica. No lo sabemos. El problema de este campo monogenético es que no se sabe dónde y cuándo entrará en erupción", dice el vulcanólogo.
Thomas Walter ha viajado varias veces a México y ha participado en proyectos de investigación sobre varios volcanes mexicanos, entre ellos, también el segundo mayor de México, el Popocatépetl, de 5.452 metros de altura.
Aumento de la actividad desde los años 90
El 21 de diciembre de 1994, el Popocatépetl produjo sus primeras emisiones de ceniza en 70 años, tras un año de creciente actividad sísmica y emisiones de dióxido de azufre. Varias poblaciones (unos 50.000 habitantes) del flanco noreste del volcán fueron evacuadas inmediatamente, pero la mayoría de los habitantes pudieron regresar al cabo de una semana. Las erupciones episódicas de ceniza continuaron a baja altura hasta 1995. En marzo de 1996, comenzó una nueva ronda de actividad, con el aumento de las emisiones de ceniza y el crecimiento de un domo de lava en el cráter de la cumbre. El 30 de abril de 1996, una erupción mató a cinco alpinistas que habían ignorado las advertencias de mantenerse alejados de la montaña.
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Bajo observación por satélite
El aumento actual de la actividad del Popocatépetl no es del todo sorprendente, según el investigador alemán Thomas Walter: "Es uno de los volcanes con actividad más permanente que conocemos y, en consecuencia, se vigila muy de cerca". Esta minuciosa observación incluye no solo las cámaras y sismógrafos habituales, sino también dos satélites alemanes de observación terrestre: TerraSAR-X y TanDEM-X.
"Pudimos ver el cráter desde arriba con estos satélites y nos dimos cuenta de que el suelo había estado subiendo y bajando regularmente durante unos dos a tres años", dice Walter. Visto de perfil, el volcán siempre tendría el mismo aspecto, pero visto desde arriba se podían observar muy bien los múltiples cráteres anidados y su movimiento.
Lo que se puede observar especialmente bien en México en este momento, dice el vulcanólogo, son las llamadas "bombas volcánicas". Se trata de partículas de más de 64 mm de diámetro que son expulsadas por el volcán. Especialmente por la noche, esos proyectiles incandescentes constituyen un impresionante espectáculo natural. Sin embargo, debido a su peso relativamente elevado, esas partículas caen al suelo en las inmediaciones del Popocatépetl y, por tanto, causan daños relativamente menores.
"Estos procesos ya muestran que el Popocatépetl es significativamente más explosivo en este momento, y que tenemos que estar muy atentos. No hay que restar importancia a la actividad, pero tampoco hay que sembrar el pánico", afirma el vulcanólogo de Potsdam.