Por René Slama (France Presse)
La inestabilidad en Medio Oriente aumentará, pero el riesgo de una confrontación militar entre Arabia Saudita e Irán es limitado, según expertos y diplomáticos en el Golfo.
"Irán no va entrar en guerra con el reino saudita", estimó un diplomático occidental. Si bien descartan un conflicto directo, varios funcionarios y expertos plantean que es posible que haya más incidentes y algunos ataques de Irán contra intereses sauditas y árabes en Medio Oriente.
También creen que esta crisis atizará la violencia y que se producirán más atentados contra mezquitas chiitas, especialmente en Irak.
Según Mustafa Alani, especialista en seguridad y director de Gulf Research Center, los sauditas no tienen ninguna intención de incrementar la confrontación, pero si Irán si lo hace, "están listos para aceptar el desafío a cualquier precio".
Otra fuente advirtió que en este contexto podría aumentar la violencia contra mezquitas en Irak y Líbano.
"Esto puede ponerse aún peor", con acciones "por procuración", advirtió un diplomático, que considera que todas formas no habrá una guerra frontal entre ambos rivales.
Sin embargo, el analista cree que para Irán este no es el momento para la confrontación, ya que la república islámica está esperando volver a los mercados de petróleo tras el levantamiento de las sanciones después del acuerdo nuclear de julio pasado.
La crisis entre la monarquía sunita y la República islámica chiita estalló este fin de semana tras la ejecución en Arabia Saudita de Nimr el Nimr, un clérigo chiita, crítico del régimen saudita.
Su ejecución, junto con la de otras 46 personas, en su mayoría condenadas por "terrorismo", provocó una guerra verbal entre Riad y Teherán, así como violentas manifestaciones entre la comunidad chiita de varios países.
El domingo Arabia Saudita rompió relaciones con Irán después de que manifestantes iraníes incendiaran dos de sus sedes diplomáticas en protesta contra la ejecución del clérigo, pese a la condena de Teherán a estos actos.
Las relaciones entre Riad y Teherán han sido tensas desde la Revolución Iraní. Ambos países ya rompieron sus relaciones entre 1987 y 1991 después de los sangrientos enfrentamientos entre peregrinos iraníes y fuerzas sauditas durante una peregrinación a La Meca ese año. El conflicto interno en Siria, que comenzó en 2011, fue un factor mayor de deterioro de las relaciones entre Teherán y Riad.
Consecuencias en Siria
Los expertos interrogados concuerdan en que la escalada actual va a tener consecuencias en los conflictos en Siria, pero también en Yemen, donde ambas potencias regionales tienen intereses contrapuestos.
Para intentar asegurar el proceso, el mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, llegó el lunes a Riad para viajar después a Teherán y a Damasco, mientras que el delegado para Yemen, Ismail Uld Cheij Ahmed, se desplazará a la capital saudita el miércoles.
El embajador saudita ante la ONU Abdalá al Muallimi afirmó que la ruptura de las relaciones con Irán no va a impedir que Arabia "siga trabajando para sostener los esfuerzos de paz en Siria y en Yemen" y participará en el diálogo entre el gobierno y sectores de la oposición programado para el 25 de enero en Ginebra.
Según Alani, los sauditas no tienen "ninguna intención de alimentar" el conflicto con los iraníes. Pero no va a haber "ningún acuerdo" y al final van a terminar endureciendo su posición con respecto a Siria, Irak, Líbano y Yemen, frente a lo que consideran que es "una política agresiva" por parte de Teherán.
Los precedentes dirigentes sauditas "retrasaron durante mucho tiempo" la resistencia al "desafío iraní", al cerrar los ojos frente a las acciones de Teherán, mientras que ahora los dirigentes actuales consideran que es el momento de hacer frente al desafío, estimó Alani.
Al ejecutar al clérigo chiita saudí Nimr al Nimr, Riad se arriesgó a provocar a la minoría chiita que siempre se ha quejado de estar marginada.
"El apoyo de Irán al clérico Nimr va a ser celebrado por muchos chiitas, incluso por quienes no aprueban el sistema iraní, ya que nunca ven a nadie hablar en su favor", señaló Jane Kinninmont, del instituto Chatham House, con sede en Londres.