Fue despreciada por su origen , humillada, prisionera, torturada..."abandonada hasta pudrirse".
Hoy conduce una línea de metro en la ciudad de Nueva York y un libro sobre su vida, Ants Among Elephants (Hormigas entre elefantes, en español), constituye, según la crítica, uno de los más desoladores retratos sobre la discriminación de las castas en India y sobre las mil penurias que atraviesan los "dalit", la clase más baja, a la que ella perteneció.
Su nombre es Sujatha Gidla, tiene 53 años y su testimonio ha vuelto a revelar la crudeza de una realidad muchas veces olvidada: la de los también llamados "intocables", los más de 300 millones de personas que viven al margen de la sociedad india.
Pero Gildha ha tenido más suerte que la mayoría de los dalits de su país, especialmente las mujeres, quienes sufren "una crueldad innombrable", según contó en entrevista con la periodista hindú Sudha G Tilak.
"Son segregadas por sus comunidades, en la mayoría de los casos, solo les quedan empleos de limpieza. Teníamos que limpiar excrementos con nuestras propias manos", explicó.
Los intocables
Los padres de Gidla eran cristianos de "clase media" y trabajaban como profesores universitarios.
Pero sus creencias religiosas eran también un motivo de discriminación.
"Cristianos e intocables en India eran una misma cosa. Todos los cristianos en India eran intocables. No conocía a un solo que no se volviera servil en presencia de un hindú", confesó.
Los dalits, cuenta, son vistos como una "plaga".
"Les obligan a comer en platos y vasos separados en los restaurantes; les prohíben el acceso a la principal fuente de agua potable de la comunidad; no tienen permitido montar en bicicleta o usar calzado salvo en zonas determinadas; les niegan el amor y las oportunidades", explicó.
Gidla recuerda su dolor cuando un compañero de clase de la escuela secundaria se negó a tocar un dulce que ella le ofreció.
Pero desde que era adolescente, fue alentada a rebelarse por su tío, un poeta de la lengua telugu llamado Shivasagar, quien le sirvió de ejemplo.
Fue él quien la llevó a seguir las ideas del comunismo y luego, a unirse al movimiento guerrillero de la región que exigía justicia social en la región.
"Cultura de protesta"
Gidla se confiesa una afortunada. Ella pudo estudiar física en una universidad en el sur de India y luego ingresó en la escuela más prestigiosa de ingeniería del país, el Instituto Indio de Tecnología (IIT, por su sigla en inglés), como investigadora en física aplicada.
Pero dice que esta no es la suerte de muchos dalit. La mayoría, cuenta, son "llevados al suicidio" pese a ser personas instruidas.
"A mí, lo que me atraía era la idea de Estados Unidos, especialmente la música de Bob Dylan, la cultura de protesta y el estímulo de unirse a una sociedad donde los debates sobre los derechos y la equidad podían darse", dijo en la entrevista con Tilak.
Se mudó a Estados Unidos cuando tenía 26 años.
Al llegar, recordó, se enfrentó nuevamente al racismo: nuevamente encontró una "pequeña discriminación de castas" entre la comunidad india en ese país.
Aun así, su vida comenzó a ser mucho mejor.
"Si tienes educación como yo, si no pareces la típica intocable, entonces tienes una opción", aseguró.
Sus hermanos, también dejaron atrás su vida de discriminación en India: una trabaja como médica en Estados Unidos y el otro es ingeniero en Canadá.
"Conductora hindú"
Luego de haber sido despedida de su trabajo en un banco en 2009, Gidla empezó a trabajar en el metro de Nueva York.
Fue la primera mujer hindú en ser contratada como conductora de uno de los sistemas de transporte masivo más importantes del mundo.
En su trabajo la identifican así precisamente: como la "conductora hindú".
Ella es también "una novedad" para sus compañeros de viaje indios. Cuenta que si escucha un idioma con el que está familiarizada, especialmente el lenguaje sureño telugu, envía un saludo y mira a sus compatriotas con alegría, mientras estos le devuelven el saludo, entusiasmados.
En Estados Unidos, escribe en su libro, "la gente solo sabe cuál es mi color de piel, no mi estatus de nacimiento".
"Una vez en un bar de Atlanta le dije a un hombre que yo era una intocable, y me respondió: 'Oh, pero eres tan tocable'".