El martes 27 de junio el gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) darán un paso crucial en la implementación del acuerdo de paz firmado entre el gobierno y las FARC en noviembre de 2016.
Ese día, celebrarán una ceremonia para marcar el fin de la dejación de armas por parte de los más de 7.000 guerrilleros que se encuentran en 26 zonas transitorias, donde comienzan a transitar su camino a la vida civil.
Un paso fundamental de cara al fin de 52 años de un intenso y sangriento conflicto interno que dejó más de 220.000 muertos, decenas de miles de desaparecidos y millones de víctimas.
El hombre que el gobierno puso a cargo de la tarea de construir la arquitectura necesaria para conseguir la paz con las FARC es Sergio Jaramillo.
Intelectual (filósofo y filólogo) formado en el extranjero, Jaramillo fue viceministro de Juan Manuel Santos, cuando el actual presidente de Colombia estaba a cargo de la cartera de Defensa durante el gobierno de Álvaro Uribe, quien en la actualidad es opositor al acuerdo con la guerrilla.
Ahora, tras más de un lustro de trabajar directamente en alcanzar un acuerdo con las FARC, Jaramillo está siendo testigo de la entrega de las armas por parte de esa guerrilla.
BBC Mundo conversó con él el 20 de junio, en el marco de una visita a una de las zonas transitorias, la de Pondores, en La Guajira, departamento del extremo nororiental del país.
Ese día, todos los miembros de las FARC basados allí, 232 hombres y mujeres, ya habían dejado las armas (excepto una muy pequeña porción, que se encargará de tareas de seguridad hasta el 1 de agosto).
Era un momento oportuno para hacer un balance del proceso de paz y sus desafíos con Jaramillo, alto comisionado para la paz del gobierno colombiano.
¿Cuál es el mayor éxito, lo que mejor les salió de este proceso de paz y lo que peor les salió?
Muchas cosas salieron bien y algunas salieron mal.
Salió muy bien la negociación secreta que terminó con un acuerdo marco que realmente le dio estructura y rumbo a la negociación. Salió muy bien la presencia de las víctimas en La Habana dando sus testimonios, expresando sus opiniones; 60 víctimas fueron en cinco grupos de 12, durante unos tres o cuatro meses. Salió muy bien la presencia de oficiales activos de las fuerzas militares en La Habana, trabajando con nosotros en la negociación del cese el fuego. En general el equipo de La Habana fue un equipo muy fuerte, todo eso salió muy bien.
¿Qué no ha salido bien? La comunicación, yo creo. No logramos llenar los espacios, no logramos explicar con suficiente claridad.
Y ahora yo no quiero decir que no estén saliendo bien ciertos aspectos de la implementación porque hay que esperar. Pero si en un año no están en marcha los programas de desarrollo territorial, con recursos, con avances visibles, si no ha mejorado la situación de seguridad como debe ser, si no hemos logrado reducir sustancialmente el número de cultivos de coca, habrá que decir que eso no salió bien.
Pero creo que hasta ahora estamos iniciando, y esperemos.
Además de esos, ¿cuáles son los otros elementos clave que más necesitan tenerlo a usted vigilante?
En este momento estamos muy concentrados en el proceso justamente de dejación de armas y acreditación, paso a la vida civil, que es un esfuerzo enorme, porque construir los listados es muy dispendioso, revisamos nombre a nombre, identificamos plenamente a cada uno. Cuando tenemos información de que alguien probablemente no es de las FARC decimos: "Mire, este señor no es de las FARC".
En este momento tenemos toda nuestra energía concentrada en que eso salga bien, porque eso también el da seguridad a las FARC, le da seguridad jurídica hacia el futuro que haya sido un proceso riguroso, transparente. Y sobre la base de esas acreditaciones que da el gobierno, pues tienen acceso a paquete de reincorporación, amnistía, etc.
Estamos en el inicio de la dejación del último 40% de las armas, pero en el acuerdo que habían hecho este día (el 20) iba a haberse completado el 100%. Y se dio mucho esto, se casaban con una fecha, llegaba y luego debían postergarla. ¿Cuánto daño hace a nivel opinión pública este tipo de retrasos?
Hay que distinguir entre dos cosas. Una es el almacenamiento de las armas, que yo creo que ha procedido de las zonas, que corresponde a Naciones Unidas anunciarlo, y que no toma mucho tiempo, se puede hacer entre el día de hoy y mañana.
Y otra cosa es este proceso mucho más complejo de identificar plenamente, con su identidad civil a cada uno de los hombres y mujeres, entregarles su documento de identidad civil, la cédula de ciudadanía, que reciban un certificado de Naciones Unidas, firmar el acta, la acreditación nuestra, ahí siempre hay problemas, porque alguna cosa quedó mal escrita o un nombre no corresponde, entonces eso toma varios días.
Yo entiendo, pero yo creo que esto se completa como esperamos en los próximos días, estamos dentro de lo que dijimos que íbamos a hacer y de verdad es un momento que nadie se imaginó que iba a vivir en sus vidas.
Yo estoy tratando de ir hacia atrás, en un proceso muy largo, en el que se tuvo una rigidez con fechas que no se necesitaba, por ejemplo el D+180 (que era como se denominaba originalmente al día que que terminaría la entrega de armas y debía ser el 29 de mayo), sobre la que Naciones Unidas sugirieron en torno a febrero modificarlo y no, se insistió en que tenía que ser así (y luego no fue).
Así la cosa tome un par de días más es mejor siempre tener unas metas fijas a las cuales apuntarles, que estar permanentemente cambiando todo. Yo creo que si uno mira lo que ocurrió, que debía haber terminado en 180 días y tomó 20 o 25 días más, es francamente casi que un tiempo récord. En Centroamérica no se hizo el proceso tan rápidamente. En Nepal mucho menos. En general toma mucho más tiempo este proceso de desarme.
Todo el proceso fue relativamente rápido en Colombia (comparado con otros procesos de paz), pero mi pregunta es otra: ¿qué impacto pueden tener a nivel de la percepción social del proceso cosas como esta?
Entiendo lo que está diciendo, pero otra vez, aquí sí tenemos que dejar que la realidad hable por sí misma y que las imágenes hablen. Yo creo que las imágenes que salieron de La Elvira (una de las 26 zonas transitoria en la que se encuentran las FARC, donde se vieron imágenes de un observador de la ONU revisando y almacenando en un contenedor armas entregadas por las FARC), las imágenes de hoy de los guerrilleros firmando las actas, esos son los recuerdos que le deben quedar al país.
Y mucha gente vio esa imagen y dijo que le pareció que era una imagen suficiente para quedarse tranquila, mucha otra gente dijo que incluso le parecía suficiente que Naciones Unidas certificara la entrega para quedarse tranquila y mucha otra gente dijo "a mí no me alcanza". ¿Hay gente que nunca va a estar convencida con el proceso y no hay nada que hacer?
Y nunca los vamos a convencer, no.
¿Qué más puede uno pedir? Cuando yo vi esas imágenes de La Elvira, dije: "Hombre, en eso es que llevamos pensando cinco años". Yo fui a Nueva York por primera vez a hablar con Naciones Unidas en diciembre de 2012, con los miembros del Consejo de Seguridad. Fue todo un recorrido para ir armando esto con Naciones Unidas, con los países, al interior del gobierno, montar la misión, para llegar a este punto, que es una misión seria, profesional, a cargo del proceso de desarme en Colombia.
Eso es lo que habíamos esperado que ocurriera y así ocurrió.
Hay sectores en el país que no le creen al proceso de paz. ¿Qué riesgos podría tener en el mediano y largo plazo?
Yo creo que no le van a creer a nada. Si uno no le cree al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a una misión que tiene un mandato y una supervisión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a quién le va a creer.
¿Y en términos de riesgos en el mediano y largo plazo? Porque no son dos colombianos, hay muchos colombianos...
Ah, claro, eso es porque todo esto se nos cruzó con la temporada electoral (hay comicios legislativos y presidenciales en 2018 en el país), entonces todo quedó coloreado tanto por el plebiscito del año pasado (que por un pequeño margen rechazó una primera versión del acuerdo de paz, que luego se modificó y refrendó a través del Congreso) como por la temporada electoral de ahora, sobre todo.
Y ya entran ahí unas emociones que francamente impiden, opacan, hacen ciegos a una apreciación objetiva de lo que está pasando.
Desde el punto de vista del gobierno, ¿sienten que hay alguna cosa que podrían haber hecho mejor para tratar de evitar una situación de este tipo? ¿En los tiempos, en la comunicación?
Siempre uno puede hacer las cosas mejor en comunicación, siempre se podría haber explicado mejor.
Yo creo que en todos estos años hay muchas cosas que no se entendieron muy bien. Por ejemplo, tomemos un tema duro y difícil como el de la justicia. Si usted toma como su referente el funcionamiento de la justicia ordinaria, pues evidentemente lo que está en el acuerdo le tiene que parecer que es mucho menos que lo que exige la justicia ordinaria en términos de penas privativas, tiempos.
Resulta que esto es un proceso de paz, es el resultado de una negociación, que produce un acuerdo. Entonces, si lo ve desde esa perspectiva, yo no conozco ningún otro proceso de paz donde una guerrilla haya acordado que no se van amnistiar toda una serie de delitos y crímenes llamados crímenes internacionales, crímenes de guerra y de lesa humanidad. Que haya aceptado ir ante un tribunal y confesar todos sus crímenes y contar toda la verdad, plenamente. Que haya aceptado luego pagar una sanción por eso y que haya aceptado reparar a sus víctimas con sus propios bienes. Digo, ¿en qué proceso de paz se ha dado eso? En ninguno.
Entonces, ¿cuál es el trabajo que hay que hacer? Explicarles que en el marco de referencia de una negociación de paz se logró muchísimo más que lo que se ha logrado en cualquier proceso anterior, pero que no es un proceso de justicia ordinaria, es un proceso de justicia transicional hacia la paz.
A veces parece que lo entendieron más afuera del país que dentro del país.
Lamentablemente es así, pero es que afuera del país no están contaminados por la discusión política.
Bueno, también es que no están empañados o tocados por la historia del país. Recorriendo el país antes del plebiscito conocí muchas víctimas que me dijeron que iban a votar que no o que no iban a votar.
Ah, claro, están en todo su derecho las víctimas. Digamos, nosotros encontramos en general un gran apoyo de las víctimas al proceso, que fueron a La Habana (donde se desarrollaron las negociaciones de paz), pero uno tampoco puede pretender que las víctimas tengan una voz homogénea. Si una víctima dice: "No, yo exijo una pena ordinaria, en condiciones de cárcel, de 60 años", está en todo su derecho.
El asunto es que tiene que ir y capturar a esa persona. Y eso no es un proceso de paz. Un proceso de paz es una negociación.
Hace poco en el sur del Pacífico colombiano, me dijo mucha gente: "Sabe que estábamos mejor cuando estaban las FARC, ahora estamos muy preocupados". Están teniendo muchos problemas respecto a su seguridad, sobre todo con grupos que desconocen. ¿Qué pasó ahí, se les fue de las manos la situación?
No, ahí lo que está ocurriendo es una transición en el terreno, que supone unos retos muy grandes, de llegar a ocupar unos espacios, en unos lugares de retaguardia profunda de las FARC, donde las FARC estuvieron durante muchos años, y eso no se resuelve de la noche a la mañana, y es normal y comprensible que haya incertidumbre, que haya un cierto nivel de miedo, pero hay planes en marcha y la obligación del gobierno es llenar esos espacios, proteger a esas personas.
No es sólo miedo: hay desplazamientos concretos, asesinatos, extorsión.
A eso tiene que añadirle el hecho de que lo que nos trae el acuerdo es la posibilidad de construcción de la paz, no es la paz. Lo que nos abre es una ventana de oportunidad, y no es un lugar común simplemente. Es el hecho de que hay una oportunidad para hacer ciertas cosas, que hay que aprovechar.
Pero la situación en terreno de las economías ilícitas, de la economía de la coca, de la minería ilegal, no han desaparecido. Esas economías, que son grandísimas fuentes de violencia, se mantienen. Tenemos que aprovechar esta ventana de oportunidad para afirmar la autoridad del Estado en el territorio, trabajar con la gente, y buscar unas soluciones integrales que radiquen de una vez por todas esas economías.
Ahora, ¿qué le dice a una muchacha en el municipio de Iscuandé, en el Pacífico Sur, que se tuvo que desplazar porque había un enfrentamiento entre grupos, otra gente que dice "acá nos dejaron solos"? En concreto, ¿qué se les puede decir y qué se puede hacer en zonas como esas?
Por ejemplo, en julio se van a lanzar los programas de desarrollo con enfoque territorial, que son un concepto clave del acuerdo. ¿Por qué se lo menciono? Porque la seguridad no solamente se logra con presencia de la fuerza pública, de las fuerzas militares y la policía, sino que la logra también involucrando a las comunidades, creando fuentes de empleo, haciendo inversiones. Eso es lo que debe suceder con los programas de desarrollo con enfoque territorial.
En ese contexto, ¿usted cree que de aquí a un año esas situaciones en las regiones van a estar mejor, igual o peor?
Tienen que estar mejor. No habría disculpa para que no estén. Pero va a ser un reto hacer eso en un año electoral, porque los años electorales demandan muchos recursos de seguridad. Pero no hay otra opción.
Como alguien con experiencia en guerra y en paz, ¿qué es más fácil de hacer?
Pues todo el mundo sabe que la paz es más difícil que la guerra porque siempre hay menos consensos en la sociedad alrededor de la paz.
Sobre todo en una democracia. Es es el problema de las democracias, que tienen conflictos o conflictividades internas y que esas conflictividades casi en todas partes son parte central de la agenda política.
Entonces en una democracia, como puede ser la colombiana, como puede ser la británica o como puede ser la israelí, el debate es mucho más fuerte y más duro, porque la posición frente a la paz con frecuencia define el perfil político, y eso hace mucho más difícil construir el consenso.
Con eso en mente: ¿el proceso de paz con el ELN (Ejército de Liberación Nacional, segunda guerrilla del país, con la que el gobierno comenzó un tumultuoso proceso de paz en febrero de 2017) tiene sentido o todo indica que tiene más sentido volver a (continuar, realmente) la guerra?
Nunca tiene sentido volver a la guerra. El ELN es una organización muy distinta a las FARC, es un proceso muy distinto, pero ahí sí hay que citar a John Lennon: "Give peace a chance" ("Dale -o démosle- una oportunidad a la paz").
El Clan del Golfo, una organización que para el Estado es una banda criminal sin más fondo, en algún momento hizo acercamientos para iniciar negociaciones de paz, ¿se justificaría algo así con ellos, teniendo en cuenta el impacto sobre la población civil que esta organización tiene en diferentes regiones del país?
No, porque el gobierno no considera que el Clan del Golfo es una organización alzada en armas con la que tenga que tener una negociación política.
Lo que sí puede tener es un proceso ordenado de sometimiento a la justicia, en unas condiciones particulares, con apoyo del Ejecutivo. Pero esa es una discusión entre la justicia y el Clan del Golfo, una discusión entre la Fiscalía General de la Nación y el Clan del Golfo.
¿Cómo funcionaría algo así?
Básicamente un sometimiento a la justicia ante unas condiciones claras de cómo sería su sometimiento, sus penas. Probablemente aplicando un principio de oportunidad a la gran mayoría que está abajo (en el escalafón del grupo armado).
Y luego, en donde sí pueden coincidir es en las oportunidades que hay en terreno para absorber a esa población. Porque si hacemos las inversiones que vamos a hacer por cuenta del acuerdo de paz, si vamos a construir las vías, los distritos de riego, si vamos a poner en marcha toda esta renovación de la pequeña agricultura en Colombia, pues ahí debe haber oportunidades de empleo de interés para personas que estaban en esas organizaciones y que pueden haber sido de bajo rango y poder recibir el principio de oportunidad.
Pero hay una Muralla China entre lo que es un proceso de paz que se construye con una fórmula de justicia transicional y lo que es una organización criminal que se debe someter a la justicia.
Lo que pasa es que hay fórmulas también para someterlas a la justicia.
Si la Fiscalía arma un camino de sometimiento, el gobierno la va a apoyar. Pero es una iniciativa de la Fiscalía y de la Rama Judicial.
Yo estoy completamente a favor de que esos grupos se sometan a la justicia, porque eso reduce la violencia en las regiones.
Y yo creo que bien implementados los acuerdos (de paz con las FARC), deben ayudarnos no solamente a transformar la vida de una gente de unas comunidades, sino mandar un mensaje en general que en un país con una historia tan violenta en las regiones de periferia, que ya no es la hora de la violencia y las armas, que es la hora de la paz.
Algunos dicen que Colombia tiene un ADN violento, ¿cuánta justicia le hace esa lectura a la sociedad colombiana?
Hay un sentido en que es completamente falso y hay un sentido en que no se puede descartar.
Es falso en el sentido de que en paralelo con muchos episodios de violencia, Colombia ha tenido una tradición sorprendentemente civilista, de gobiernos civiles, desde la independencia, más que cualquier otro país de América Latina de unas dimensiones comparables. Siempre ha habido un control civil sobre el estatuto militar.
Y yo no creo que uno pueda decir de ninguna sociedad que es naturalmente violenta. Yo creo que eso no es cierto de nadie.
Ahora, ¿en qué sentido no se puede descartar? No se puede descartar en la medida en que si uno tiene una historia de violencia, como la que tuvo Colombia en los años 50 y luego una historia de guerrillas que se forman en el ambiente de crispación de los años 60 y luego unas organizaciones narcotraficantes fuertes que surgen en los años 80 y luego un conflicto muy muy intenso en los años 90, combinando a todos los anteriores: guerrillas, narcotraficantes, paramilitares, lo que ocurre en el terreno con frecuencia es que hay una tradición, pero sobre todo hay un reciclaje, de lo que podríamos llamar tecnologías de violencia. Ya la gente sabe cómo armar un grupo armado, cómo organizarse, buscar armas, y eso va pasando de década en década.
Eso es lo que hay que eliminar. Pero eso lo tenemos en nuestro sistema hasta el día de hoy.
Y por eso la lógica de este acuerdo siempre fue no la de simplemente llegar al desarme de las FARC, como lo vimos el día de hoy, sino desencadenar lógicas de no repetición, de cierre del conflicto histórico. No solamente el desarme de las FARC. Y por eso acordamos hablar de temas de desarrollo rural, por eso acordamos hablar de temas de participación política, para vigorizar la participación y ampliar la democracia a sectores que no se sienten adecuadamente representados, por eso acordamos naturalmente hablar del tema de las drogas, que todo el mundo sabe que han sido el llamado combustible del conflicto.
Y por eso, sobre todo, acordamos hablar de víctimas, porque una sociedad no puede dar el paso adelante si no se saca todo el resentimiento y el odio que carga, y eso hay que sacarlo poniendo a las víctimas en el centro.
Y eso es lo que hemos tratado de hacer.