Una masacre sucedida en Angola no mucho después de la independencia del país, hace poco más de cuatro décadas, ha permanecido bajo un manto de secretismo y miedo. Pero varios de los afectados se están uniendo para exigir respuestas y hablaron, algunos por primera vez en público, con Mary Harper de la BBC.
"Mis padres fueron vistos por última vez entrando en el Ministerio de Defensa, tomados de la mano".
Eso fue hace más de 40 años, cuando João Ernesto Van Dunem era un bebé de 3 meses. Nunca volvió a ver a su madre y a su padre.
No sabe dónde ni cómo los mataron. No sabe dónde fueron enterrados.
Junto con otros jóvenes angoleños, sus padres, José Van Dunem (27) y Sita Valles(26), habían acusado a la élite gobernante de priorizar la riqueza personal y el poder sobre el bien del país.
José Van Dunem, que era un alto funcionario militar, y Nito Alves, un miembro del comité central del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), que había sido ministro del gobierno, encabezaron las críticas desde dentro. Esto llevó a su expulsión.
Hay muchas versiones de lo que sucedió después.
Las autoridades acusaron a los que calificaron de "separatistas" de realizar un intento de golpe de Estado el 27 de mayo de 1977.
Los miembros del grupo dijeron que no hicieron tal cosa. Habían organizado una manifestación masiva y una toma de control de la estación de radio para llamar a la gente a las calles de la capital, Luanda, con el fin de presionar al presidente António Agostinho Neto para que saneara su gobierno.
El resultado fue un baño de sangre.
Neto convocó a secciones leales del ejército, apoyado por tropas cubanas, y comenzó la masacre.
Miles, incluidos muchos de los jóvenes intelectuales y activistas, fueron encarcelados, torturados y asesinados.
Los que tenían autoridad en ese momento, incluido el ministro de Defensa, general Henrique Teles Carreira, conocido como Iko Carreira, dijeron que fueron 300.
Amnistía Internacional calcula que 30.000 murieron en la purga. Otros aseguran fueron hasta 90.000.
"El 27 de mayo, se decapitó el pensamiento progresista en el país", dice João Ernesto Van Dunem, ahora economista de la Universidad Católica de Angola.
"Soy escéptico de que las autoridades de Angola digan la verdad o velen por que se haga justicia", analiza.
Cacería de brujas
En mayo de 2017, cuatro décadas después de la desaparición de sus padres, 24 de los hijos ahora adultos, incluido Van Dunem, escribieron una carta abierta al entonces presidente José Eduardo dos Santos, exigiendo respuestas. No la obtuvieron.
En enero de 2018, crearon una asociación de huérfanos, llamada M27.
La "M" es por "mayo", el mes del incidente que provocó los asesinatos, y también es por "memoria".
Los miembros del M27 tienen una serie de demandas clave, que dicen que restaurará la dignidad de los muertos y los verán como víctimas, no como villanos.
- Quieren recuperar los restos de sus padres y emitir certificados de defunción
- Demandan una lista de todas las personas que fueron asesinadas
- Piden que se construya un monumento para honrarlos. Y quieren que se diga la verdad.
"Imagina lo que 40 años de silencio pueden hacer en tu mente. El asesinato de mi padre creó este enorme abismo entre mi patria y yo", dice Henda Vieira Lopes, también miembro del M27, que trabaja como psicólogo en Lisboa, la capital de Portugal, exgobernante colonial de Angola.
"Durante mucho tiempo no quise volver a Angola porque temía sentirme como un huérfano en una tierra extraña", afirma.
El padre de Vieira Lopes, Elisiário dos Passos Vieira Lopes, trabajaba en un hospital en la provincia oriental de Moxico. Dice que todo el personal fue ejecutado.
"Fue una cacería de brujas, como un incendio en la sabana, descontrolado", describe.
Silencio, dolor y misterio
Algunos miembros del M27 dicen que una de las razones por las que han decidido romper el silencio después de todos estos años es porque ahora ellos tienen sus propios hijos.
"Mi hijo de 7 años ha comenzado a hacer preguntas sobre sus abuelos", cuenta Van Dunem.
"¿Dónde están? ¿Por qué murieron? Nuestro objetivo es evitar que esta pesada carga de preguntas sin resolver se pase a la siguiente generación", asegura.
Muchos familiares adultos mayores de los asesinados y que sobrevivieron a la purga no quieren hablar de lo sucedido.
"Nací el 15 de mayo de 1977, 12 días antes de que comenzaran las masacres", detalla Vania Mendes, gerente de proyectos en Suecia.
"Las fuerzas de seguridad llegaron a nuestra casa en la ciudad oriental de Luena y se llevaron a mi padre a rastras y nunca más lo volvimos a ver con vida", cuenta.
"Crecí sin saber nada de lo que pasó. La familia nunca me habló de eso. Fue muy difícil crecer en un ambiente de silencio, dolor y misterio", describe Vania Mendes.
"Mi madre todavía tiene mucho miedo y rabia hacia Angola. Estuvo de luto durante años, vistiendo de negro hasta que tuve 7 u 8 años", añade.
"No se trata de venganza"
En 1977, Afonso Carlos António fue encarcelado durante 16 meses.
Ahora trabaja para el Ministerio de Cultura de Angola.
Después de 43 años, finalmente decidió romper el silencio.
"No estoy contento con la forma en que los creadores de opinión dicen que los sobrevivientes del 27 de mayo están traumatizados y quiere venganza", dice.
"No se trata de eso en absoluto. Se trata de honor y verdad, y de una Angola mejor. Para lograr la reconciliación, la verdad tiene que salir a la luz. Sólo entonces podremos sanar", opina.
António no quiere entrar en detalles sobre lo que le pasó en la cárcel.
"A diferencia de otros presos políticos, no fui torturado físicamente. Fui torturado psicológica y emocionalmente", describe.
En septiembre de 2017, Angola tuvo un nuevo presidente, João Lourenço, que puso fin a los 38 años en el poder de Dos Santos. Con él vino cierto grado de cambio.
En abril de 2019, Lourenço estableció una comisión para investigar todos los actos de violencia política desde la independencia en 1975, incluida la guerra civil de 27 años con los rebeldes de Unita, que terminó en 2002, y los eventos de 1977.
"Queremos creer que el gobierno está actuando de buena fe, pero somos escépticos", asegura António.
"No hubo discusiones con los sobrevivientes antes de que se creara la comisión, su marco de tiempo es demasiado corto y los diferentes períodos de violencia se han diluido al agruparlos todos", enumera.
La comisión, que funcionará hasta finales de julio de 2021, insiste en que está prestando "especial atención" a los hechos del 27 de mayo y que ha establecido un mecanismo para la emisión de certificados de defunción.
"Lo que está haciendo M27 es crucial en términos de buscar justicia para la prometedora generación joven que fue tan cruelmente quebrada", dice Ricardo Soares de Oliveira, un experto en Angola de la Universidad de Oxford.
"No soy del todo desconfiado con la comisión de Lourenço. No cambiará todo, pero al menos abre una puerta a un debate que antes era imposible", asegura.
Pero el miedo permanece. "Finalmente, descubrí que comparto una historia similar con otros", dice Mendes.
"No podemos llorar sin la verdad"
"Ya no estoy sola. Pero el 27 de mayo sigue siendo un tema tabú. Cuando intento hablar de ello con mi familia en Angola me dicen que pare. Dicen que es demasiado peligroso", detalla.
Vieira Lopes dice que esos sentimientos se comparten: "Mi madre no quería que yo firmara la carta abierta a Dos Santos".
"Otros huérfanos no querían firmarla porque temían que pudiera traer represalias. Algunos dijeron que firmar la carta era como poner un blanco en mi espalda", describe.
La madre de Vieira Lopes tiene motivos para tener miedo. Durante el mandato de dos Santos, se arrestó a personas por participar en manifestaciones en memoria de los fallecidos en 1977.
Un niño de 17 años, que comparte el nombre con Nito Alves, fue detenido en régimen de aislamiento en 2013 después de participar en una pequeña protesta contra el gobierno.
El propósito de M27 es político, pero también muy personal.
"Si no sabes dónde están enterrados sus padres y no tienes sus certificados de defunción, no puede llorarlos", explica Vieira Lopes.
"Nuestros antepasados no han descansado, y si no se les permite descansar, Angola tampoco", concluye.