Para entender la visión de China de áreas como el comercio, las relaciones exteriores o la censura en Internet, es necesario recurrir a su pasado.
La sociedad china es quizá la que más conoce su historia.
Un recuerdo que ciertamente es parcial: todavía cuesta debatir acontecimientos como la Revolución Cultural de Mao dentro de sus propias fronteras.
Pero la cantidad de ecos del pasado que se pueden encontrar en su presente es sorprendente.
1. Comercio
China se acuerda de la época en la que estaba obligada a hace negocios en contra de su voluntad. En la actualidad, ve un recordatorio de este período poco grato en los esfuerzos que hace Occidente por abrir su mercado.
Estados Unidos y China se encuentran enfrentados porque, según el primero, el gigante asiático le vende productos, pero no le deja hacer lo mismo en su territorio. Sin embargo, la balanza comercial no siempre estuvo a favor de China.
En Pekín, todavía se recuerda una etapa, hace casi un siglo y medio, en la que China tenía poco control sobre su propio mercado.
Reino Unido atacó el país en una serie de Guerras del Opio que comenzaron en 1839. Durante las décadas siguientes, los británicos fundaron una institución llamada Servicio de Aduanas Marítimas Imperiales que fijaba las tasas sobre las importaciones chinas.
Pertenecía al gobierno chino, pero era una entidad muy británica. No estaba dirigida por alguien de Pekín sino por un hombre traído desde Irlanda del Norte.
Robert Hart fue el inspector general de este organismo, que se convirtió en un feudo para los británicos durante un siglo. Hart era honesto y ayudó a China a generar muchos ingresos.
Pero los recuerdos de esos tiempos aún afligen.
Durante la dinastía Ming todo había sido muy diferente, en el siglo XV, cuando el almirante Zheng He llevó siete grandes flotas al Sudeste Asiático, a Ceilán (la actual Sri Lanka) e incluso a la costa oriental de África para mostrar con orgullo el poderío chino.
Los viajes de Zheng He, en parte, buscaban impresionar. Pocos imperios podían jactarse de contar con flotas como las que China enviaba a cruzar océanos. Pero también eran una oportunidad para traer a Pekín artículos extraños y maravillosos, como la primera jirafa que pisó China.
Sin embargo, el comercio también tenía relevancia en estas expediciones, sobre todo, el que se daba con otras partes de Asia. Y Zhen podía entrar en batalla si quería. En Ceilán, derrotó a al menos un gobernante.
Aún así, sus viajes constituían un raro ejemplo de proyecto marítimo estatal. La mayor parte del comercio chino con el exterior que se dio durante los siglos siguientes tuvo carácter no oficial.
2. Problemas con los vecinos
China siempre se ha preocupado de que haya paz en los países fronterizos. Eso explica en parte por qué hoy en día trata con cautela a la impredecible Corea del Norte.
No es la primera vez que China ha tenido problemas con naciones con las que limita.
De hecho, en el pasado tuvo vecinos peores que el líder Kim Jong-un, que hace poco realizó una visita sorpresa a Pekín en lo que fue su primer viaje al extranjero conocido desde que ascendiera al poder en 2011.
Durante la dinastía Song, en 1127, una mujer llamada Li Qingzhao huyó de su casa, ubicada en la ciudad de Kaifeng. Su historia llegó hasta nuestros días porque estaba entre los mejores poetas de China y su obra aún se lee bastante. Se dio a la fuga porque su Estado estaba siendo atacado.
Un pueblo del norte, los yurchen, habían invadido China rompiendo un largo período de alianza intranquila con los Song. La élite china tuvo que dispersarse por todo el país ante la quema de ciudades.
Li Qingzhao vio cómo su amada colección de arte quedaba desperdigada por diferentes localidades. El destino de su dinastía fue una lección de que apaciguar a los vecinos puede funcionar pero solo por un tiempo.
Durante una temporada, la dinastía Jin gobernó el norte de China y los Song fundaron un nuevo reino en el sur. Pero al final, ambos cayeron ante un nuevo conquistador: los mongoles.
La definición de China cambió con el tiempo a medida que las líneas en el mapa se iban moviendo. La cultura china se asocia con ciertos conceptos como la lengua, la historia y sistemas éticos como el confucionismo.
Sin embargo, pueblos como los manchúes y los mongoles del norte le han arrebatado el trono al gigante asiático varias veces y gobernaron el país bajo los mismos principios e ideas en los que habían confiado sus contrincantes chinos.
Estos vecinos no siempre se quedaban quietos, pero a veces abrazaban y practicaban valores chinos con tanta eficacia como sus antecesores derrotados.
3. Flujo de información
China censura material con determinado contenido político y quienes expresan verdades políticas que las autoridades consideran problemáticas pueden acabar arrestados o con un destino incluso peor.
Decirle la verdad a los poderosos siempre ha sido un problema en China. Con frecuencia, sus historiadores han sentido que deben escribir lo que el Estado quería en vez de aquello que ellos creían importante.
Pero Sima Oian, a quien se suele calificar de "gran historiador", eligió un camino diferente.
Autor de una de las obras más relevantes sobre el pasado de China, en el siglo I a.C., se atrevió a defender a un general que había perdido una batalla. Fue acusado de despreciar al emperador y sentenciado a la castración.
Pero dejó un material que sirvió de base al registro de la historia china y que continúa vigente.
En "Memorias históricas" mezcla diferentes tipos de fuentes, critica a personajes históricos del pasado y usa las técnicas de la historia oral para averiguar lo que realmente pasó de la boca de quienes participaron en los eventos.
Esta era una forma muy nueva de registrar la historia y sentó un precedente para los futuros escritores: si estás dispuesto a arriesgar tu seguridad, podrás escribir la historia con todos sus defectos en vez de autocensurarte.
4. Libertad religiosa
La China moderna es mucho más tolerante a las prácticas religiosas que durante la época de la Revolución Cultural de Mao, aunque con límites. Además, experiencias del pasado hacen que mire con cautela a los movimientos basados en la fe, ya que pueden salirse de control y suponer un riesgo para el régimen.
Los registros muestran que la apertura religiosa fue durante mucho tiempo parte de la historia china.
Durante el apogeo de la dinastía Tang, en el siglo VII, la emperatriz Wu Zetian se convirtió al budismo con el objetivo de hacer retroceder las normas de las tradiciones de Confucio, que al parecer a ella le resultaban represivas.
En la dinastía Ming, el jesuita Matteo Ricci llegó a la corte, donde fue tratado como un interlocutor respetado. Aunque quizá lo que más interesaba de él era más su conocimiento de la ciencia occidental que sus débiles intentos de convertir a sus oyentes.
Pero la fe siempre ha sido un negocio peligroso.
A finales del siglo XIX, China se encontró sacudida por una rebelión iniciada por Hong Xiuquan, un hombre que aseguraba ser el hermano menor de Jesucristo.
La rebelión Taiping prometió hacer de China un reino de paz celestial pero, en realidad, llevó al país a una de las guerras civiles más sangrientas de la historia, en la que murieron unos 20 millones de personas, según algunos recuentos.
Al principio, las tropas del gobierno no consiguieron dominar a los rebeldes y tuvieron que permitir a soldados locales unirse a su bando antes de poder derrotar con gran crueldad a los Taiping en 1864.
La cristiandad volvería a estar en el epicentro de otro levantamiento décadas después. En 1900, campesinos rebeldes autodenominados bóxers aparecieron en el norte de China exigiendo la muerte de misioneros cristianos y conversos. A estos últimos los acusaban de haber traicionado a China.
En un inicio, la corte imperial los apoyó, lo que dejó varios muertos entre la población china cristiana. Con el tiempo, la sublevación fue derrotada.
Aunque durante gran parte del siglo siguiente y hasta la actualidad, el Estado chino ha oscilado entre la tolerancia a las religiones y el miedo de que puedan derrocar al régimen.
5. Tecnología
La China de hoy quiere erigirse como un foco tecnológico. Hace un siglo llevó a cabo otra revolución industrial. En ambas ocasiones, las mujeres están en el epicentro.
China es un líder mundial en el campo de la inteligencia artificial, el reconocimiento automático de voz y el big data.
Un gran número de los celulares que se usan en todo el mundo contienen chips hechos en China. En muchas de las fábricas donde se producen, trabajan mujeres jóvenes que a menudo soportan condiciones laborales horrorosas. pero que, a la vez, se están haciendo un lugar en la economía de mercado industrial por primera vez.
Han heredado la experiencia de aquellos hombres jóvenes que llegaron hace 100 años a los centros de producción que proliferaron en Shanghái y el delta del Yangtsé.
Aunque no hacían chips informáticos, sino hilos de seda y algodón.
El trabajo era duro y podía causar cáncer al pulmón o daños físicos y las condiciones de sus residencias eras espartanas.
Aun así, las mujeres también evocaron el placer de percibir sus propios salarios, aunque limitados, y la posibilidad de ir a una feria o teatro en un día festivo.
Algunas viajaban para echar vistazos, seguramente no para comprar, a los nuevos grandes almacenes comerciales que abrieron en Shanghái, uno de los mayores símbolos de modernidad.
Hoy, en la calle de Nanjing Road de dicha ciudad, todavía se puede ver a la nueva clase obrera china disfrutar de una gran variedad de productos. Algo que forma parte de la economía de la China contemporánea, protagonizada por la tecnología.
¿Qué piensan los futuros historiadores?
China vive en la actualidad otra era de importante transformación.
Los futuros historiadores notarán que un país que en 1978 era pobre y centrado en sí mismo se convirtió, en apenas un cuarto de siglo, en la segunda economía mundial.
También se darán cuenta de que China era la nación de mayor relevancia que hizo retroceder lo que parecía una inevitable ola de democratización.
Tal vez otros factores como la política del hijo único (ya finalizada) y el uso de vigilancia con inteligencia artificial pueden llamar la atención de los futuros historiadores. O tal vez lo haga algún tema relacionado con el medioambiente, la exploración espacial o el crecimiento económico, que aún ni siquiera es obvio para nosotros.
Hay algo que sí es casi seguro: dentro de un siglo, China todavía será un lugar fascinante para quienes la habitan y quienes conviven con ella y su rica historia continuará condicionando su dirección presente y futura.
Este artículo fue encargado por la BBC a un experto externo a la organización.
Rana Mitter es catedrático de Historia y Política de la China Moderna en la Universidad de Oxford y director del Centro China de esa institución.