-¿Hay una disputa estratégica entre el PC, que apoya a Maduro, y la dupla de Mario Marcel y Carolina Tohá, que reivindica los 30 años?
-Efectivamente hay una disputa entre el PC y el Socialismo Democrático, no sólo por el apoyo al socialismo bolivariano y la lectura de la experiencia concertacionista, sino también debido a las prioridades programáticas del gobierno, a la aproximación a las cuestiones de orden público, a la lectura del estallido social y la reivindicación o superación del octubrismo, y a muchas otras cuestiones centrales. En realidad, es una disputa sobre el carácter del gobierno.
-El nuevo punto de enfrentamiento parece ser el sistema político. La comisión política del PC decidió oponerse, mientras el PPD y el PS quieren insistir, con o sin los comunistas. El Presidente cambió su postura y en ENADE se mostró a favor de la reforma. ¿Estas dos almas pueden convivir?
-La disputa es, primero, sobre el diagnóstico. Mientras para el Socialismo Democrático la exagerada fragmentación del sistema político actual es un problema, porque dificulta la gobernabilidad, para el PC esta fragmentación es una oportunidad para gravitar en la escena política mucho más allá de sus votos y de su representación parlamentaria.
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En el cuadro de las fuerzas de gobierno, el PC se ve más grande e influyente frente a numerosos partidos, la mayoría más pequeños, salvo el PS, y eso le permite disputar la hegemonía y ser un factor mucho más incidente que lo que su adhesión electoral le permitiría. Súmase a eso su mayor disciplina interna y cohesión, aunque estos rasgos característicos de su historia se han ido debilitando.
-¿Cuál sería el objetivo del PC?
-Lo que ocurre, a mi juicio, es que para el PC, más que la construcción de mayorías para gobernar, propósito fundamental para el Socialismo Democrático, su prioridad es la hegemonía en el 30% de apoyo al gobierno.
El Frente Amplio está haciendo su propia evolución y su conversión en un solo partido será muy importante para su proyección futura. Tanto el FA como el SD tendrán que decidir si concurren a un acuerdo con los principales partidos opositores en mecanismos que contribuyan a reducir la fragmentación política, fortalecer a los partidos y desincentivar la independencia y la proliferación de díscolos.
-¿Hay una solución clave para mejorar el sistema?
-Para esto hay una bala de plata: la prohibición de pactos electorales en las elecciones parlamentarias. Si cada partido debe concurrir con sus propios liderazgos, identidad y programa para elegir diputados y senadores, los partidos se verán forzados a converger en grandes formaciones políticas que representen a las grandes corrientes de opinión de la sociedad chilena.
Estas son: una izquierda radical en el Frente Amplio, una centroizquierda reformista a la que debieran concurrir desde el PS a la DC, los partidos de Chile Vamos en el espacio de la centroderecha y la derecha republicana. Antes, con un sistema proporcional de distritos que elegían muchos más escaños (hasta 18 en el distrito 1 de Santiago) había 5 partidos representados en el Congreso: comunistas, socialistas, radicales, democratacristianos y nacionales.
-¿Sigue siendo el PC un partido leninista?
-El PC ya no es el partido de masas populares y de la cultura que fue en el pasado y el Frente Amplio ocupa parte de su espacio político, por lo que abomina de un escenario donde los demás actores convergen en grandes partidos.
-El Presidente del PC, Lautaro Carmona, ironizó sobre el grupo de líderes que están moviendo la reforma política. Dijo que eran “transversales”, que no representaban a los partidos. ¿Es cierto el mito de la disciplina del comunismo chileno?
-El PC sigue siendo el partido más ordenado de la política chilena, pero ya no es el partido monolítico que fue en el pasado. La ley de partidos que los obligó a tener una elección interna de su Comité Central con participación directa de la militancia impidió que siguiera operando el centralismo democrático leninista. Hoy pueden observarse corrientes en su interior, trascienden disputas de liderazgo y de posiciones políticas, y no siempre sus parlamentarios votan del mismo modo, como solían hacerlo.
-¿Los comunistas apuntan al 30% o 25% de apoyo a Boric?
-El problema es que la prioridad del PC es representar y responder al 25% que apoyó el programa del candidato Boric en primera vuelta, mientras el presidente y su gobierno intentan naturalmente hablarle y sintonizar con la mayoría del país.
Esa es una tensión que no desaparecerá hasta que termine este período presidencial. Es, por lo demás, una tensión de todo gobierno, que debe responder al mismo tiempo a su tribu y buscar sintonizar con el sentido común popular, pero hoy es más agudo el problema porque nunca había sido tan distante la prioridad valórica y programática del núcleo original de un gobierno y las prioridades de la gente, como quedó demostrado de manera palmaria en el plebiscito del 4 de septiembre de 2022.
-¿Seguirá siendo un partido oficialista, pese a las diferencias?
-De todas maneras, apostaría triple contra sencillo que el Partido Comunista permanece en el gobierno hasta el final, porque ha hecho de su identidad la definición de estar simultáneamente del lado de la protesta y del ejercicio del poder.
-Boric, por otra parte, ha empoderado al minisitro de Hacienda, pese a venir de mundos distantes. ¿Esta alianza es clave para el éxito del Gobierno?
-Éste no es, sin duda, el gobierno que sus adversarios temían ni el que sus partidarios originarios querían. Ese gobierno duró sólo un semestre, porque a partir del rechazo a la propuesta refundacional de la Convención, comienza un proceso de mutación.
Si yo le hubiera planteado a mis colegas y amigos del FA que la columna vertebral del gobierno sería Marcel-Tohá-Elizalde-Monsalve, me habrían dicho que estaba loco. O si les hubiera anticipado que renovarían más de 40 veces el estado de excepción en La Araucanía, que impulsarían la participación de militares en tareas de seguridad interior y control migratorio, o que ampliarían el plazo y las cuotas de producción de litio para SQM, francamente habría perdido la amistad cívica que me une a varios de ellos.
-El gobierno apostó a la idea de normalización. ¿Tiene sentido?
-El eje discursivo del gobierno hace poco asumió la mutación, señalando que su logro de estos dos años era la estabilización del país, quedando muy lejos en el pasado el mantra de los cambios estructurales que definió sus propósitos iniciales.
La paradoja es que muy probablemente este gobierno será apreciado a la distancia por su responsable manejo económico y por haber incrementado considerablemente la capacidad del Estado chileno para enfrentar a la delincuencia organizada y la inseguridad ciudadana, y no por los “cambios estructurales” anunciados.
-Pero, ¿hay contradicciones?
-El problema es que, mientras el presidente Boric ha evolucionado vertiginosamente para sintonizar con el sentido común popular, parte importante de los suyos, no sólo el PC, siguen anclados al octubrismo que, por lo demás, es la ola que los llevó al poder.