El 14,1 % de las personas mayores de los 34 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) viven en situación de pobreza. Vivir en situación de pobreza causa más muertes que la hipertensión, la obesidad y el abuso de alcohol. En las personas mayores, vivir en situación de pobreza se asocia con discapacidad física, problemas de salud mental y aislamiento social.

Los profesionales de la salud deberían liderar la lucha contra la exclusión social y la promoción del bienestar de las personas mayores que viven en esta situación. Sin embargo, la invisibilidad de este colectivo hace que desconozcan cuáles son sus realidades.

Una reciente investigación profundiza en las experiencias cotidianas de las personas mayores que viven en situación de pobreza para comprender cómo la falta de ingresos condiciona la forma en la que cuidan de su propia salud.

La inflación y el contexto socioeconómico impiden que las personas mayores con pocos ingresos salgan de la pobreza. De hecho, algunas tienen que recurrir a la mendicidad para poder subsistir. No poder acceder a una alimentación saludable puede contribuir a un deterioro de su salud general.

Sabemos que las personas mayores son particularmente vulnerables a los efectos de las temperaturas extremas en términos de morbimortalidad. Para las que están en situación de pobreza, darse una ducha, encender la calefacción en invierno o poner el aire acondicionado se convierten en lujos inalcanzables. La situación económica de estos mayores les impide pagar las facturas y los obliga a residir en viviendas insalubres e inadaptadas a las limitaciones que impone el proceso natural de envejecimiento.

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Comprar un regalo para sus nietos es inasequible

España es un buen ejemplo de la cultura y el arraigo familiar mediterráneo. En este sentido, cabría pensar que las estructuras informales de apoyo social pueden suponer una fuente de alivio para los mayores que viven en situación de pobreza. Pero no es así. Las personas mayores con pocos ingresos experimentan serias dificultades para desempeñar un papel activo en la sociedad.

Algo tan cotidiano como comprar un regalo a sus nietos en Navidad es sencillamente inasequible para muchas. De hecho, las personas mayores que viven en situación de pobreza tienden incluso a evitar las interacciones sociales por la vergüenza que sienten, por ejemplo, al no poder permitirse tomar un café fuera de casa.

Muchas han trabajado muy duro durante su etapa profesional activa. Sin embargo, al alcanzar la edad de jubilación, el trabajo precario desarrollado durante décadas deja paso una pensión no contributiva que los condena a la exclusión social.

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Con frecuencia, el contexto familiar también supone un factor agravante de la situación de pobreza en la que viven algunas personas mayores. En ocasiones, las personas mayores son el sustento económico principal de varias familias completas. Aunque ayudar a los hijos y los nietos puede contribuir a mejorar la autopercepción de las personas mayores, también puede suponer una fuente de conflicto que mina su salud física y mental.

Si a todo estos sumamos que perciben que las redes de apoyo social formal son insuficientes y se sienten más vulnerables por la inconsistencia de las políticas sociales, la desafección con el sistema los hunde aún más en el pozo del aislamiento y la exclusión social.

La lucha contra la pobreza es un reto social devaluado. Esta falta de reconocimiento social provoca que estas personas experimenten dificultades para acceder a medicamentos, productos y servicios sanitarios que no están cubiertos por el Sistema Nacional de Salud.

Tener buena salud, una quimera

La búsqueda de la salud se convierte en un desafío continuo para ellas. Sienten que, por más que se esfuercen, nunca pueden alcanzar una buena salud. Las preocupaciones constantes, las penurias y la futilidad de sus esfuerzos por mantener una vida digna tienen un gran impacto en la salud mental de las personas mayores. El contexto social, económico y sanitario en el que están inmersas podría ser el desencadenante de crisis de ansiedad, trastornos depresivos y otros problemas relacionados con su salud mental.

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Reducir la invisibilidad de las personas mayores que viven bajo la alargada sombra de la pobreza es una tarea pendiente por parte de los gobiernos, de la sociedad y también de los profesionales de la salud. Conocer las experiencias cotidianas de las personas que viven en situación de pobreza podría ayudar a romper el estigma y diseñar intervenciones de promoción de la salud y el autocuidado adaptadas a sus necesidades y recursos reales.

José Manuel Hernández Padilla recibió fondos de la Universidad de Almería y Médicos del Mundo para llevar a cabo este proyecto de investigación y transferencia del conocimiento.

Cayetano Fernández Sola recibe fondos de Universidad de Almería y Médicos del Mundo en el marco del Programa UAL Transfiere, TRFE-SI-2021/004.

Wladimir Morante García es trabajador de Médicos del Mundo.

Anabel Chica Pérez, Iria Dobarrio-Sanz, Jose Manuel Martínez Linares y Olga María López Entrambasaguas no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

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