Esta semana el Instituto de Salud Pública (ISP) entregó una alarmante cifra: Chile se encuentra entre los 10 países del mundo con mayor aumento de VIH, mientras que solo entre 2010 y 2017, se registró un aumento de un 96% en nuevos casos de contagio de VIH/Sida.

Además, solo entre enero y septiembre de este año se identificaron 5.206 nuevos casos, un aumento del 21% en relación al mismo período del 2017, cuando la cifra era de 4.304.

Esta información permite proyectar que para fin de año habría entre 6.500 y 7.000 contagios en total, lo que significaría un aumento de más del 100% en los últimos ocho años.

La información no solo causó impacto en la ciudadanía, sino también en las instituciones públicas, tanto así que Ana María San Martín, jefa del Departamento VIH/SIDA del Ministerio de Salud presentó su renuncia al cargo en medio del fuerte aumento de contagios registrado en el último tiempo.

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Los entendidos en la materia coinciden en que la mejor forma de prevención es estar informado, por lo que en T13 te contamos todo lo que debes saber sobre el virus y la mejor forma de cuidarte.

¿Qué es el VIH/Sida y en qué se diferencian?

La Organización Mundial de la Salud explica que el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ataca el sistema inmunitario y debilita los sistemas de defensa contra las infecciones y contra determinados tipos de cáncer.

A medida que el virus destruye las células inmunitarias e impide el normal funcionamiento de la inmunidad, la persona infectada va cayendo gradualmente en una situación de inmunodeficiencia. La función inmunitaria se suele medir mediante el recuento de linfocitos CD4.

La inmunodeficiencia aumenta el riesgo de contraer numerosas infecciones, cánceres y enfermedades que las personas con un sistema inmunitario saludable pueden combatir.

La fase más avanzada de la infección por el VIH es el Síndrome de inmunodeficiencia adquirida o Sida que, en función de la persona, puede tardar de 2 a 15 años en manifestarse. Las personas que padecen sida pueden contraer ciertos tipos de cáncer e infecciones o presentar otras manifestaciones clínicas de gravedad.

Signos y síntomas

Los síntomas de la infección por el VIH difieren según la etapa de que se trate. Aunque el máximo de infectividad se tiende a alcanzar en los primeros meses, muchos infectados ignoran que son portadores hasta fases más avanzadas.

A veces, en las primeras semanas que siguen al contagio la persona no manifiesta ningún síntoma, mientras que en otras ocasiones presenta un cuadro seudogripal con fiebre, cefalea, erupciones o dolor de garganta.

A medida que la infección va debilitando el sistema inmunitario, la persona puede presentar otros signos y síntomas, como inflamación de los ganglios linfáticos, pérdida de peso, fiebre, diarrea y tos.

En ausencia de tratamiento pueden aparecer enfermedades graves como tuberculosis, meningitis criptocócica, infecciones bacterianas graves o cánceres como linfomas o sarcoma de Kaposi, entre otros.

¿Cómo se transmite?

El VIH se transmite a través del intercambio de determinados líquidos corporales de la persona infectada, como la sangre, la leche materna, el semen o las secreciones vaginales.

No es posible infectarse en los contactos ordinarios cotidianos como los besos, abrazos o apretones de manos o por el hecho de compartir objetos personales, agua o alimentos.

También puede transmitirse por la transfusión de sangre contaminada o el uso compartido de agujas, jeringuillas u otros instrumentos punzantes.

Factores de riesgo

Hay algunos comportamientos que aumentan el riesgo de que una persona contraiga el VIH:

  • Tener relaciones sexuales anales o vaginales sin preservativo.
  • Padecer otra infección de transmisión sexual como sífilis, herpes, clamidiasis, gonorrea o vaginosis bacteriana.
  • Compartir agujas, jeringuillas, soluciones de droga u otro material infectivo contaminado para consumir drogas inyectables.
  • Recibir inyecciones, transfusiones sanguíneas o trasplantes de tejidos sin garantías de seguridad o ser objeto de procedimientos médicos que entrañen cortes o perforaciones con instrumental no esterilizado.
  • Pincharse accidentalmente con una aguja, lesión que afecta en particular al personal de salud.

Diagnóstico

Las pruebas serológicas, entre ellas los análisis rápidos y los enzimoinmunoanálisis (EIA), detectan la presencia o ausencia de anticuerpos contra el VIH-1, el VIH-2 y el antígeno p24 del virus.

Ninguna prueba permite diagnosticar por sí sola la presencia del VIH, por eso es importante combinar estas pruebas en un orden específico que haya sido validado basándose en la prevalencia del virus en la población objeto de examen.

En la mayoría de las personas, los anticuerpos contra el VIH aparecen a los 28 días de la fecha en que se contrajo la infección y, por tanto, no se pueden detectar antes. Este lapso se denomina periodo de seroconversión y es el momento de mayor infectividad, pero la transmisión puede producirse en todas las fases de la infección.

Tiene tratamiento, pero no cura

Es posible inhibir el VIH mediante tratamientos en los que se combinan tres o más fármacos antirretrovíricos, que frenan la replicación del virus en el organismo y permite que el sistema inmunitario recobre fortaleza y capacidad para combatir las infecciones.

No existe cura para la infección por el VIH, pero un buen tratamiento con antirretrovíricos seguido al pie de la letra aminora la evolución de la infección hasta casi detenerla. Cada vez más personas infectadas por el VIH, incluso en países pobres, pueden permanecer en buenas condiciones y ser productivas por periodos prolongados.

La OMS recomienda proporcionar TAR de por vida a todas las personas infectadas, incluidos los niños, adolescentes y adultos, y las mujeres embarazadas y que amamantan, con independencia de su estado clínico y de su recuento de CD4.

A mediados de 2017, había en el mundo 20,9 millones de personas infectadas por el VIH en tratamiento con antirretrovíricos. En 2016, la cobertura mundial fue del 53% de los adultos y los niños.

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