¿Es cierto que a medida que nos hacemos más viejos, nos volvemos más prejuiciosos? ¿Existe una razón científica que lo explique?
William von Hippel, profesor de Psicología de la Universidad de Queensland, en Australia, cree que no es inusual encontrar a personas que, con la edad, dejan de ser políticamente correctas.
Von Hippel compartió su opinión sobre el tema con la BBC.
Este artículo contiene expresiones que algunos lectores pueden encontrar ofensivas.
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Cuando en julio pasado se publicó "Ve y pon un centinela" de la escritora Harper Lee, admiradores de su primer libro publicado, "Matar un Ruiseñor", quedaron estupefactos ante la transformación de su protagonista, Atticus Finch -ahora con 20 años más encima- en un racista.
Puede que Atticus sea un personaje ficticio, pero su cambio de defensor solitario de un afroamericano acusado injustamente a un hombre de 72 años que se resiste a que se acabe de la segregación en las escuelas es muy real.
Mi investigación sugiere que, aunque mucha gente permanece sin prejuicios a lo largo de su vida, los adultos mayores tienen una tendencia a tener más prejuicios que sus contrapartes más jóvenes.
Los psicólogos solían creer que los prejuicios más grandes de las personas de mayor edad se debían al hecho de que habían crecido en una época menos igualitaria. En contraste con esta visión, hemos reunido evidencia de que cambios normales del cerebro en la tercera edad pueden llevar a mayores prejuicios entre este grupo de personas.
Los lóbulos frontales son la última parte del cerebro que se desarrolla mientras progresamos a través de la infancia y la adolescencia, y la primera parte que se atrofia según envejecemos.
La atrofia de los lóbulos frontales no disminuye la inteligencia, pero degrada áreas del cerebro responsables por inhibir pensamientos irrelevantes o inapropiados.
La investigación sugiere que esta es la razón por la cual las personas de más edad tienen más problemas para encontrar la palabra que están buscando. Y por qué tienen una probabilidad todavía más alta de expresar en voz alta ideas que antes hubieran reprimido.
Las personas famosas están en desventaja cuando sus lóbulos frontales comienzan a encongerse, ya que mucho de lo que dicen queda registrado públicamente.
Pero la desinhibición también resulta costosa para quienes no están expuestos al escrutinio público.
Cuando daba clases en el Williams College de Massachusetts, una estudiante afroamericana me contó cómo su abuelo blanco había comenzado a aludir a ella, usando una expresión considerada como muy ofensiva, como "su nietecita negra".
A ella eso la conmovió y afectó negativamente. No podía entender por qué su abuelo diría tal cosa cuando sabía que él la amaba y que todavía gozaba de sus facultades mentales.
Las consecuencias de sus palabras deshinibidas eran sustanciales, aunque sólo generaba fricción entre familiares y amigos.
En nuestra investigación, encontramos evidencia de una gama de problemas de este tipo.
Por ejemplo, los adultos mayores de nuestros experimentos tenían mayor probabilidad que los jóvenes de apoyarse en estereotipos y encontraban más difícil contener sus pensamientos estereotípicos.
Pero la historia no termina ahí: también encontramos que los adultos de más edadtienen mayor probabilidad de comportarse en forma socialmente insensible en una variedad de áreas. Todavía más, todos esos efectos sólo aparecen entre adultos mayores que muestran signos de un funcionamiento pobre del lóbulo frontal.
Hay dos maneras de interpretar las expresiones desinhibidas de los adultos de mayor edad.
¿Quizás sus aseveraciones muestran la verdadera personalidad de la persona, que finalmente emerge cuando no puede reprimir sus creencias?
En otras palabras, quítale lo políticamente correcto que se activa gracias a los lóbulos frontales y encontrarás lo que el abuelo de mi estudiante había estado pensando en realidad todos estos años.
La otra posibilidad es que nuestras habilidades inhibitorias no supriman nuestra personalidad, sino que más bien le den forma.
En mi escuela primaria de Anchorage, Alaska, algunos de los niños solían echarle nieve dentro del abrigo a un niño que tenía distrofia muscular porque sus limitaciones físicas evitaban que pudiera protegerse.
Yo creo que esos niños se volvieron adultos que verdaderamente creían que era moralmente condenable atormentar a niños discapacitados, pero también sospecho que mis excompañeros de clase dependen de sus habilidades inhibitorias para mantener sus actitudes más tempranas y primitivas bajo control.
Desde esta perspectiva, la habilidad inhibitoria no actúa evitando que las personas expresen sus verdaderas opiniones, sino reprimiendo sus opiniones anteriores.
Nuestra investigación indica que a los adultos de más edad simplemente les cuesta más reprimir sus prejuicios que a los adultos más jóvenes.
Para volver a Atticus Fich, pareciera que algunos adultos mayores comienzan a mostrar prejuicios que incluso no habían mostrado tener antes.
Estos cambios en las actitudes sociales no son inevitables, pero son comunes. Y las personas que de pronto se encuentran a sí mismas menos tolerantes o más prejuiciosas pueden quedar sorprendidas por el cambio en sus propias actitudes. Un cambio que puede afectar sus amistades y su posición en la sociedad.