Kate Sheppard nació en Inglaterra, hija de padres escoceses. A los 21 años y tras la muerte de su padre, se trasladó con el resto de su familia a Nueva Zelanda, donde pronto se casó con su primer marido y tuvo su primer hijo. Sheppard comenzó a involucrarse en la actividad política como miembro del Movimiento Cristiano por la Templanza; muchas mujeres participaban de esta cruzada por la abstinencia y ley seca, en parte porque el alcohol era la fuente de violencia intrafamiliar, malos tratos al género y otros problemas sociales. Peleando por esa causa fue que Kate se dio cuenta que las mujeres necesitaban más voz en el país donde vivía, y por lo mismo, poder de voto. Nueva Zelanda había ampliado el derecho de sufragio a hombres mayores de 21 años, pero dejaba fuera a las mujeres, criminales y niños.
Sheppard se convirtió en una incansable activista por los derechos de las mujeres, no sólo haciendo campaña, repartiendo volantes y reclutando a más interesadas en el voto, sino que apoyando otras liberaciones como el derecho a divorciarse o incluso a dejar atrás el corset. Comenzó a presentar proyectos de ley que permitían a las mujeres el sufragio y a presentar petitorios al parlamento de su país; en 1893 Sheppard reunió más de 32 mil firmas por la causa. Esa masiva petición fue finalmente aprobada y en septiembre se convirtió en ley, transformado a Nueva Zelanda en el país pionero del voto para mujeres. En las elecciones que siguieron, un 65% de las mujeres mayores de 21 fueron a las urnas a ejercer su recién ganado derecho.
Tras su gran logro, Kate siguió trabajando incansablemente por las mujeres, y formó y lideró el Consejo Nacional de Mujeres de su país, desde donde siguió peleando por los derechos de todas. Dejaría el trabajo sólo por problemas de salud; murió a los 87 años, y hoy es recordada como una de las mujeres más importantes de la historia en Nueva Zelanda.