La cultura popular ha culpado en numerosas ocasiones a la Luna de ciertos fenómenos, como condiciones humanas (los lunáticos) o incluso catástrofes naturales. Pese a que hasta ahora esas creencias habían quedado fuera del saber científico, eso podría estar por cambiar.
Un nuevo estudio de un grupo de geólogos japoneses reveló que el plenilunio, como se le conoce a la luna nueva, aumenta la probabilidad de que ocurran grandes terremotos.
El departamento de Ciencias de la Tierra y el Instituto de Investigación Sísmica de la Universidad de Tokio examinó las fases lunares ─y la fuerza de las mareas asociadas─ que se registraron dos semanas antes a terremotos de más de 5,5 grados en las últimas dos décadas.
En el estudio se incluyó el de Sumatra, Indonesia, en 2004, el del sur de Chile en 2010 y el de Japón en 2011.
Según publica la Nature Geoscience, se encontró una correlación estadísticamente significativa entre la amplitud de las mareas y esos grandes terremotos. En tanto, en los que eran inferiores a 5,5 grados, no se vio tal relación.
Para entender el fenómeno, es necesario comprender la geometría de las fases lunares. La luna llena es cuando la Tierra está casi en medio del Sol y la Luna, por lo que se ve la Luna iluminada por el Sol.
La Luna nueva es cuando la Luna está casi en medio del Sol y la Tierra, por lo que no se aprecia la mitad de la Luna que está iluminada por el Sol.
Cuando los tres cuerpos se alinean, lo que ocurre es un eclipse.
En la luna llena y nueva, suceden las mareas vivas, porque la gravedad del Sol y la de la Luna levantan el nivel de los océanos, debido a las fuerzas gravitacionales del Sol y la Luna que se unen en vez de anularse.
Teniendo eso en consideración, no sería tan extraño pensar que las fases lunares extremas se asocien a los sismos grandes, según la investigación.
El estudio de los científicos japoneses apunta a que las fallas terrestres que están a punto de deslizarse, pueden recibir ese empujón por la fuerza de la marea que alcanza su máxima fuerza en la luna llena y nueva.