Phil Collins sube al escenario ayudado por su bastón y la imagen no deja de sorprender. Durante los diez minutos que antecedieron a su reencuentro con el público chileno, las tres pantallas instaladas como parte de la escenografía del Estadio Nacional mostraban un álbum de fotografías donde el británico lucía contento y jovial, sentado detrás de la batería y con aspecto bonachón. Recuerdos de otra época. Más aún al recordar que desde su regreso a la música en vivo realiza sus conciertos sentado por culpa de sus problemas de espalda.
Pero bastó que entonara los primeros versos de “Against all odds (Take a look at me now)” para entender que cualquier performance atlética posible pasaría a segundo plano.
El percusionista salió a la cancha a las 21:30 horas, ante los aplausos de 60 mil personas -adultos jóvenes, en su mayoría- que llegaron hasta el recinto de Ñuñoa. Y con una puesta en escena sencilla compuesta de dos lámparas, una mesita, su silla y un panel lumínico rectangular, como si estuviera cantando desde el living de su casa, revivió su catálogo de éxitos multiventas de manera casi fidedigna a sus álbumes de estudio, gracias a una voz que se mantiene estoica al paso del tiempo.
Cierta intimidad escénica que es representada no solo por los artilugios. También por la inclusión de su hijo Nicholas Collins (de tan solo 16 años) como baterista -coronando una orquesta impresionante de 13 músicos-, por la bella interpretación de “Separate lives” junto a una de sus coristas y por la aparición intermitente de los clásicos de Genesis, siendo “Follow you follow me” la mejor representada con los videos de la agrupación.
Eso sí, a juzgar por la reacción del público, la espectacular “Who said I would”, fiel representante de la Motown, una canción de corte pop, atrevida y sofisticada a la vez, fue una de las más aplaudidas; mientras que “In the air tonight” atrajo la mayor cantidad de cámaras en el aire, intentando capturar la mejor toma de esa certera y a esta altura clásica aparición de la batería.
Ya hacia el epílogo del concierto, Phil Collins regaló un careo desalmado y divertido entre dos de sus coristas que representaron teatralmente “Easy lover” y siguió con “Sussudio” convertida en una fiesta de colores y comunión con el público.
“Take me home” fue el solitario bis y el ex Genesis sinónimo de calidad y astucia para dejar de lado sus malestares. Sentado, de pie o acostado, al menos esta noche, no importó.