Asesinos y ladrones convictos comparten micrófono con funcionarios de prisiones en este peculiar proyecto que se ha hecho un tímido hueco entre celebridades como Taylor Swift, Kendrick Lamar o The Weeknd.
Es el Zomba Prison Project, una banda formada por 14 presos y dos funcionarios de la cárcel Zomba, en Malawi, que este lunes le puede dar al país africano su primer premio Grammy de la historia.
Con su disco "I Have No Everything Here" (No lo tengo todo aquí), la banda aspira al galardón en la categoría de mejor álbum de Músicas del Mundo, en la que también está nominado el brasileño Gilberto Gil.
Historias de retos y emociones
Construida en 1895, la cárcel de máxima seguridad Zomba es uno de los centros penitenciarios más viejos de Malawi y funciona precariamente. Con capacidad para unos cientos de reos, en realidad alberga a unos 2.400 presos que conviven en condiciones poco higiénicas.
Sorprende saber que un lugar así dio fruto a un talento musical que ha llegado hasta la 58ª edición de los premios Grammy de la música que se entregan este lunes en la ciudad de Los Ángeles (California, Estados Unidos).
El álbum de Zomba Prison Project contiene 20 canciones que, lejos de ensalzar la vida en prisión, tocan temas como los retos que enfrentan los presos, el sida, la suerte de sus hijos, emociones como los celos o temas universales que pueden conmover al jurado de los Grammy.
En las letras de las canciones compuestas por ellos mismos, los intérpretes reflexionan sobre sus crímenes y dan consejos a los jóvenes.
El vocalista, Elías, por ejemplo, que cumple cadena perpetua por asesinato, le dijo a la BBC que con sus letras les quiere decir a los jóvenes que "se alejen de los problemas y piensen antes de actuar, que las malas decisiones los pueden mandar a la cárcel".
Para Chikondi Salanje, de 32 años y a la espera de salir en libertad en agosto tras pasar cinco años en la cárcel por robo, es importante que este proyecto dé a conocer su país, Malawi.
Su canción "Escúchame" le aconseja a los niños que hagan caso a sus padres, algo que -añade- no hizo él mismo.
"Estoy muy honrado por el éxito de la banda, teniendo en cuenta que somos presos. No esperaba que pudiéramos lograr algo así y cuando salga de la cárcel quiero seguir con mi carrera musical", señaló Salanje en conversación con la reportera de la BBC Karen Allen.
Productor cazatalentos
El productor estadounidense Ian Brennan hizo posible este proyecto.
A sus 49 años, Brennan viaja por todo el mundo en busca de talentos originales. Durante su trayectoria de más de tres décadas como productor, encontró músicos y produjo álbumes en Ruanda, Sudán del Sur, Vietnam y Malawi.
Todo esto como parte de su campaña personal contra la música excesivamente comercial.
En 2013, Brennan logró acceso a la cárcel a cambio de dar clases sobre resolución de conflictos a guardias y presos.
"En todas partes hay música. Es literalmente necesaria para la supervivencia", le dijo Brennan a la BBC.
"Creo que con más de 2.000 personas viviendo en esas condiciones de hacinamiento lo que hicimos fue un acto de fe pero tenía la firme creencia de que habría buenos cantantes y compositores también".
"Además, teníamos el colchón de saber que en el sector de los hombres ya había una banda y empezamos por ahí", explicó.
Como señala el productor estadounidense, el germen de la banda ya lo había sembrado años atrás uno de los dos guardas que forman parte del proyecto, Thomas Binamo, de 42 años.
Binamo tenía su propia banda fuera de la cárcel y empezó a enseñar música a los presos en 2008.
Junto con algunos compañeros de la prisión, compró instrumentos y creó un estudio en la zona de talleres de los hombres.
Se formó una banda, con el propósito inicial de difundir mensajes de prevención del sida a través de la música.
Binamo compuso una de las canciones del álbum, quizá la más perturbadora, "Por favor, no maten a mi niño".
La canción habla sobre los celos como una fuerza corrosiva y a veces mortalen la sociedad.
"Algunas personas se ponen celosas y pueden pensar en matar al niño de alguien sin razón aparente", le contó Binamo al diario estadounidense The New York Times.
"Es un problema de nuestras comunidades. La gente se pone celosa. Quizá está mejor educado. Gana más. Le va mejor", explicó.