La idea suena tan atractiva como la ciencia ficción: edificios que cierran sus propias grietas como si se tratara de un ser vivo sanando sus heridas.

Para el científico holandés Henk Jonkers, este proyecto que suena fantástico, digamos que es una realidad bastante concreta.

En la Universidad Técnica de Delft, en los Países Bajos, han desarrollado el bio-concreto, un material que literalmente está vivo y que puede regenerar el desgaste de las edificaciones.

"Nuestro concreto va a revolucionar la forma en que construimos, porque estamos inspirados por la naturaleza", señaló Jonkers cuando fue nominado al premio mejor inventor europeo en 2015.

¿Podría el bio-concreto evitar que los terremotos sean tan devastadores en América Latina?

Pero más que inspirado en la naturaleza, el bio-concreto está compuesto por ella.

Las extraordinarias propiedades de este material se deben a unos seres diminutos: las bacterias.

Duras de matar

Para preparar bio-concreto se mezcla el concreto tradicional con cepas de la bacteria Bacillus Pseudofirmus que en estado natural pueden habitar incluso en ambientes tan hostiles como cráteres de volcanes activos.

"Lo increíble de estas bacterias es que forman esporas y pueden sobrevivir por más de 200 años en el edificio", explica Jonkers.

A esa mezcla se añade lactato de calcio, que es lo que las bacterias comen y el bio-concreto está listo.

Sin oxígeno y en estado de latente estos microorganismos pueden permanecer vivos por cientos de años. Ellos son el principio del bio-concreto.

Es así como uno de los seres más diminutos del planeta puede ser parte fundamental de las construcciones más imponentes que el hombre pueda diseñar.

En sólo tres semanas

Cuando se forman grietas en las edificaciones onstruidas con este material, las bacterias que habitan en él quedan expuestas a los elementos, principalmente el agua.

La humedad que penetra las fisuras "despierta" a los microorganismos que comienzan a alimentarse del lactato de calcio y como producto final de su digestión secretan piedra caliza.

Este material sella las fisuras en el bio-concreto en un periodo tan breve como tres semanas.

Obras monumentales como el tercer puente que acaba de inaugurar Turquía uniendo Asia y Europa sobre el estrecho del Bósforo podrían tener en el futuro bacterias en sus cimientos.

"No hay límite para el largo de la grieta que nuestro material puede reparar. Desde centímetros a kilómetros", apunta Henk Jonkers.

Para el ancho, sin embargo, sí hay límite: Las grietas no deben tener una amplitud mayor a 8 milímetros.

Pese a ello, el bio-concreto puede ahorrar miles de millones de dólares en el mantenimiento de estructuras tan variadas como edificios, puentes o represas.

Según HealCon, la organización que quiere promover el uso de nuevo material, sólo en Europa se gastan al año US$6.800 millones en reparar construcciones debilitadas.

Bio-Concreto en América Latina

Como parte de las evaluaciones a las que se somete al bio-concreto, Henk Jonkers informó que se ha utilizado este material para construir canales de irrigación en Ecuador, un país altamente sísmico.

"Aunque puede ser más caro que el concreto tradicional, pronto se nota el beneficio económico porque ahorra en costos de mantenimiento", señaló el científico al diario inglés The Guardian.

No importa el largo de la rajadura, pero si su ancho es mayor a 8 milímetros el bio-concreto se muestra ineficaz.

Pero también viejos edificios surcados por grietas, de esos que abundan en América Latina y que corren el riesgo de desplomarse hasta con los temblores más leves, podrían tener una esperanza.

La Universidad Técnica de Delft tiene en el mercado un spray, hecho sobre la base del mismo principio, que puede aplicarse directamente a pequeñas grietas.

Aunque la idea de un edificio que se repara sólo resulta fascinante, el bio-concreto aún debe de superar la prueba más dura: el mercado.

Las ciudades de América Latina mezclan construcciones modernas con otras que reflejan el descuido y el paso de los años. En la imagen, Ciudad de México.

El costo del nuevo producto puede ser prohibitivo para grandes proyectos de infraestructura.

Según el diario The Guardian, mientras el metro cúbico de concreto tradicional puede costar algo menos de US$80, el nuevo material supera los US$110.

Esa es la principal brecha que el bio-concreto debe de cerrar.

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